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Dentro de una unidad ucraniana en el frente mientras se negocia un acuerdo de paz con Putin

Dentro de una unidad ucraniana en el frente mientras se negocia un acuerdo de paz con Putin
Los ataques con drones siguen cerca de Dobropilia, donde es posible ver nuevas trincheras y ninguna señal de disminución en el ritmo de los combatesPor qué la carrera entre Rusia y Ucrania por diseñar el dron de guerra perfecto tiene consecuencias mundiales La cena del lunes es simple. Una sencilla barbacoa de carne y verdura a la parrilla. Los soldados del batallón ucraniano de reconocimiento y ataque número 150 tienen otras cosas en la cabeza. Volodímir Zelenski está en la Casa Blanca y Donald Trump acaba de prometer “una muy buena protección” a Ucrania. “¿De quién?”, pregunta riéndose uno de los soldados cuando la noticia circula por el grupo, una muestra de la incertidumbre que reina sobre el nombre del país al que verdaderamente apoya Estados Unidos. Pero lo cierto es que los soldados no siguen de cerca las noticias. A tres años y medio de su inicio, la guerra tiene sus propias inercias, tecnologías y calendarios. Poco después de ese momento, un pelotón se adentra en la noche con un dron bombardero en el vehículo. Lo ensamblan en el límite de un campo de girasoles a punto de alcanzar su máximo esplendor. Le insertan dos explosivos de 3,5 kilos, le colocan las alas y lo lanzan con una catapulta. Inmediatamente después hay que recoger para irse. “El momento más peligroso es después del lanzamiento”, explica un miembro del pelotón, refiriéndose a la posibilidad de que los sistemas rusos de vigilancia detecten el despegue del dron. Independientemente de lo que negocien los políticos, en el medio plazo no se ve ninguna señal de una disminución en el ritmo de los combates. A unos 10 kilómetros está la aldea ucraniana de Dobropilia, en primera línea del frente y objetivo actual de los bombardeos rusos. En un momento dado, una secuencia de destellos de luz naranja ilumina las lejanías. Más tarde, balas trazadoras en el cielo despejado. Por la ubicación, lo más probable es que sean soldados ucranianos tratando de derribar un dron ruso. Las autoridades de Donetsk comunicaron el martes por la mañana que una persona había muerto en Dobropilia y otras tres habían resultado heridas. En la localidad de Kostantínovka, tres personas más habían muerto y cuatro habían sido heridas. El pueblo está situado a 48 kilómetros al este y corre el riesgo de ser rodeado por los rusos. En las 24 horas anteriores, los soldados rusos lanzaron 67 ataques en la zona cercana a Dobropilia. El batallón número 150 tiene como misión impedir la llegada de refuerzos rusos y destruir su cadena logística antes de la ofensiva prevista para el otoño. Denys Bryzhatyi (32), su comandante, era estudiante de Derecho antes de la guerra y de su rápido ascenso en el escalafón. Cuando le preguntan si hay algún precio que Ucrania estuviera dispuesta a pagar para lograr la paz, su primera respuesta es que él no se mete en política. Tras insistirle, admite que entregar el resto de la provincia de Donetsk a Vladímir Putin, tal y como lo exige el presidente ruso, podría ser un desastre para Ucrania en el largo plazo. “La pérdida de la región de Donetsk, una zona fuertemente fortificada, solo abrirá vías para nuevos avances de Rusia: Járkov, Dnipró, Zaporiyia, que no están bien fortificadas… Sería una pérdida de posiciones gigantesca y terrible”, dice. Por toda la región se pueden ver nuevas trincheras defensivas, una segunda línea para frenar el lento avance de los rusos cubierta por alambres de púas y dientes de dragón hechos de cemento. Todo eso forma parte de lo que se entregaría. El dron bombardero que hizo despegar el escuadrón nocturno era un Airplast. Puede confundirse con un avión y se usa para atacar construcciones a una distancia de hasta 40 kilómetros. El vuelo del dron está programado y su tripulación puede ejecutar media docena de misiones por noche. Sus objetivos han sido seleccionados horas antes por otra unidad del batallón número 150, un equipo que para sus misiones de reconocimiento usa drones alemanes Vector. Salen a última hora de la tarde a la máxima velocidad que permiten las carreteras en mal estado de la zona y llegan a un refugio de hormigón cuidadosamente construido, difícil de ver hasta llegar a sus inmediaciones. Poner el dron en marcha requiere más de media hora de preparación. Primero hay que conectarlo a Internet a través de Starlink y luego hay que conectar la estación base para que el Vector haga por fin su despegue vertical. Al cabo de unos segundos, ya no se oye. ¿Qué sentido tiene ceder la región de Donetsk a Rusia? Después de todos los sacrificios que hemos hecho, de todas las personas que hemos perdido... Si eso era lo que íbamos a hacer, podíamos haberlo hecho al principio de la guerra Optimus — soldado ucraniano Uno de los miembros del equipo tiene la tarea de rastrear señales de drones rusos teledirigidos con señal de vídeo [FPV, por sus siglas en inglés]. Son especialmente temidos por la experiencia de los pilotos rusos en lanzar estas naves explosivas contra personas y vehículos a gran velocidad. En la pequeña pantalla del rastreador aparece periódicamente una señal de interferencia. Significa que hay un dron cerca. Cuando es posible distinguir una imagen, el dron enemigo está cerca. Tanto los ucranianos como los rusos pueden ver lo que están retransmitiendo los drones FPV del enemigo. En un momento dado, creemos haber sido detectados y corremos de manera precipitada hacia el búnker. Hasta que la amenaza desaparece. Abajo, dos miembros del equipo analizan las imágenes obtenidas por el Vector. Son de una calidad extraordinaria. Según Kyrylo, el jefe del equipo, “la lente cuesta 30.000 dólares” [unos 25.800 euros]. El piloto utiliza un mando de Xbox sin marca. Una vez que encuentra un objetivo de interés, hace clic en él para fijarlo. “La guerra está cambiando drásticamente, tenemos que estar más alerta y adaptarnos todavía más rápido”, dice Kyrylo, que lleva luchando contra los rusos desde 2014, cuando el Ejército ucraniano se encontraba en una situación caótica. En la retaguardia, miembros del batallón 150 fabrican las carcasas de las bombas y otros componentes clave usando una veintena de impresoras 3D. Casi todas sus municiones, incluidas las del dron bombardero Airplast, se ensamblan en una segunda ubicación. Allí es posible llenar con explosivos plásticos y metralla hasta 100 tubos por hora (hechos por las impresoras 3D). Una actividad militar-industrial que está acelerándose aún más. Imagen de archivo de soldados ucranianos trasladando un misil en las cercanías de Kiev. EFE/Sergey Dolzhenko No es de extrañar que el Ejército ucraniano no se considere cerca de la derrota. El soldado Puma (el ejército ucraniano solo permite indicativos o nombres de pila) es de la ciudad de Lugansk, ahora mismo bajo ocupación rusa. Su chaleco antibalas le salvó la vida en 2016, cuando recibió dos tiros en el pecho durante una misión de reconocimiento. Puma sigue haciendo la misión más peligrosa: reconocimiento sobre el terreno. La semana anterior, Puma participó en un primer intento de encontrar a infiltrados rusos detrás de las líneas de Dobropilia. Despejaron varias aldeas, dice, pero uno de sus compañeros de misión murió por una granada lanzada por un ruso que rebotó en un árbol. Pese a todas las innovaciones de los drones, la guerra sigue siendo muy dura. A Puma las negociaciones diplomáticas le parecen una distracción. Su colega Optimus responde de manera más directa. “¿Qué sentido tiene ceder la región de Donetsk a Rusia?”, dice. “¿Después de todos los sacrificios que hemos hecho, de todas las personas que hemos perdido? Si eso era lo que íbamos a hacer, podríamos haberlo hecho al principio de la guerra”. Traducción de Francisco de Zárate

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