cupure logo
quelosconunadelporparalasmástrump

Devolver el alma a las cifras del genocidio en Gaza: “Necesitamos que el mundo no nos vea solo como números”

Devolver el alma a las cifras del genocidio en Gaza: “Necesitamos que el mundo no nos vea solo como números”
Después de 22 meses de guerra y más de 61.000 muertos en la Franja, parece que los números ya no importan, pero tanto para la dignidad de los palestinos como para la guerra de propaganda de Israel siguen siendo clave Más de 60.000 muertos y el hambre en máximos en Gaza: “Israel emplea nuevas formas crueles de sufrimiento” Unas 62.000 víctimas mortales. Más de un centenar de niños y niñas fallecidos por desnutrición. 156.000 heridos de guerra. Unos 220 periodistas asesinados y unos 1.600 trabajadores sanitarios. Más de 16.600 viudas y 2.200 huérfanos. Son algunos de los números del genocidio de Israel en Gaza. Pero después de más de 22 meses de bombardeos, de bloqueo casi total, de desplazamiento forzoso, de destrucción y de hambre, parece que los fríos datos han dejado de tener impacto. A medida que los números trágicos han ido aumentando, hasta tener varias cifras, ha disminuido la sorpresa, el rechazo, el horror que provocan. Desde fuera, los observadores nos hemos acostumbrado a esos datos escalofriantes que en los primeros meses acaparaban titulares en los medios de comunicación y posts en redes sociales. Hemos superado el umbral de los 50.000 muertos hace tiempo y los 60.000 hace poco, esas cifras ya no representan un hito. Hemos llegado a un punto que nos parece normal que un centenar de gazatíes sean asesinados cada día por distintas causas. En pocas semanas, desde finales de mayo, hemos aceptado la idea de que centenares de personas pierdan la vida mientras intentan conseguir la escasa ayuda humanitaria que Israel permite que se distribuya en la Franja —después de haber provocado una hambruna al cortar todos los suministros durante casi tres meses–. Las personas detrás de los números Nos hemos habituado a todas las formas de barbarie y, quizá porque los números son tan abrumadores, no podemos empatizar con las personas que se encuentran detrás de las cifras, con su sufrimiento y sus sentimientos, sus sueños y aspiraciones, sus necesidades más básicas. “Necesitamos que el mundo no nos vea solo como números o titulares, sino como seres humanos que intentamos sobrevivir en un lugar donde todo nos ha sido arrebatado”, dice la joven de 25 años Aseel Abdelsalam Salama desde el campo de desplazados de Al Mawasi, en el sur de Gaza. Ella y su familia viven en una carpa después de haber tenido que abandonar su casa en la ciudad de Rafah, la primera vez, en mayo de 2024 y la segunda y definitiva, en abril de 2025. La joven estudiante universitaria cuenta a elDiario.es que le faltan las cosas más básicas: “Agua limpia, comida y medicinas”. Y “dignidad”. Podemos devolver al menos la dignidad a los gazatíes como Aseel y su familia si les ponemos cara y alma, si dejan de ser números anónimos. El padre de Aseel, de 73 años, tiene hipertensión y necesita ser operado del corazón: es uno de los más de 10.000 pacientes que la Organización Mundial de la Salud estima que deben salir de Gaza para recibir tratamiento médico y que, si no lo hacen, su vida corre peligro. Detrás de esa cifra hay temor y preocupación, como los que siente Aseel porque en la Franja apenas hay medicamentos ni asistencia sanitaria. “Me gustaría hacer un milagro para que mi padre pueda viajar”, dice descorazonada. En los números que nos llegan desde la Franja hay muchas historias como la de Aseel que, en medio de la tragedia, aún sigue con vida, una vida que ha quedado truncada por la brutal ofensiva de castigo que Israel lanzó contra la población de Gaza después de los ataques del 7 de octubre de 2023. La joven iba a concluir sus estudios de Literatura Inglesa en 2024, pero su graduación ha quedado pospuesta sine die, al igual que el futuro de cientos de miles de jóvenes gazatíes (cerca de la mitad de la población de la Franja es menor de 18 años). Han pasado casi dos años desde el comienzo de la guerra y jamás pensamos que duraría tanto y sería tan devastadora, pero cuanto más larga y horrible, menos noticiosa. En muchas ocasiones desde octubre de 2023, la atención del mundo se ha desviado de Gaza y sólo vuelve a centrarse en lo que ocurre en la Franja cuando las imágenes del sufrimiento son demasiado macabras para ser ignoradas. El paso del tiempo no juega a favor de los palestinos y de su supervivencia, los meses también son números vacíos que se van sumando y causan cansancio, hartazgo, indiferencia, frustración, desafección. Pero deshumanizar a las víctimas y convertirlas en cifras sin alma es precisamente lo que quiere Israel, que además hace todo lo posible para que no nos lleguen las imágenes ni las voces de los palestinos que está aniquilando poco a poco, sin pausa. Por ese motivo, entre las cifras más brutales de este conflicto está la de los periodistas asesinados, una parte de ellos en ataques selectivos cuando estaban informando o en sus casas con sus familias. Las cifras importan para Israel Esta semana, un bombardeo del ejército israelí mató a seis periodistas, cinco de ellos empleados de la cadena de televisión catarí Al Jazeera. Todos tenían menos de 35 años. No son simples cifras, sino que cuentan la tragedia de una generación de jóvenes periodistas palestinos que están siendo masacrados por contar el exterminio de su pueblo en directo. En muchos casos no son periodistas profesionales, sino que tienen un móvil o una cámara y el valor de contar en las redes sociales lo que está pasando, cuando disponen de conexión a internet (Israel también interrumpe las telecomunicaciones en algunos momentos). Ninguno de ellos ha elegido este destino cruel, pero todos han asumido la misión de informar como inevitable, ya que Israel no ha permitido en los pasados dos años el acceso a Gaza de la prensa internacional y ellos se han convertido en indispensables para que en el resto del mundo sepamos qué ocurre en la Franja. Simplemente para honrar su labor, no podemos ignorar o vaciar de sentido la información que nos transmiten, la cual es tan valiosa que Israel los mata por ella. Igual de valiosa es la labor de los funcionarios que aún trabajan en el enclave palestino para registrar los daños humanos y materiales, para documentar cada muerte y cada uno de los crímenes israelíes. En Gaza también se libra una guerra de propaganda y, en el marco de esa lucha por convencer a la opinión pública mundial, los números son importantes. Si en los primeros meses servían para sacudir las conciencias, ahora no pueden dejar de hacerlo simplemente porque ya no sean tan novedosos, tan impactantes, porque nos hayamos vuelto insensibles. Las cifras siguen siendo escandalosas, si nos paramos a mirarlas e imaginarnos lo que significan, lo que cuentan y lo que dejan intuir. Con las imágenes nos resulta más fácil empatizar y han sido precisamente las de los niños y niñas emaciadas las que hicieron que el mundo se despertara de nuevo hace unas semanas, cuando empezaron a llegar fotografías de los pequeños desnutridos, esqueléticos, enfermizos. Aun así, lo que nos da una idea de la dimensión de la hambruna son los números: 110 niños han fallecido por desnutrición, desde que las autoridades sanitarias de la Franja empezaron a mediados de julio a contabilizar estas muertes aparte de las muertes violentas. Un total de 258 personas han perecido por el hambre, según datos del Ministerio de Sanidad. Para entender la importancia de las cifras, basta con decir que Israel ha rechazado desde el primer momento las estadísticas de muertos y heridos del Ministerio de Sanidad palestino –que son consideradas fiables por la ONU, organizaciones independientes y científicos que han validado la metodología empleada por el Ministerio para recopilar los datos–. Sanidad publica de forma periódica la listas de todas las víctimas, con sus nombres completos, sexo, edad y número de identidad. En esas listas detalladas (actualizadas por última vez el 31 de julio) aparecen 973 bebés de menos de un año que han muerto desde octubre de 2023. En las primeras 200 páginas, están todos los datos personales de los 9.560 niños menores de 10 años que han sido asesinados. No son sólo números, son pequeños seres humanos. Israel intenta quitarle el alma a esos números para que sean meros “daños colaterales” de su guerra en Gaza, en la que cerca de la mitad de las víctimas mortales son menores de edad y mujeres, lo cual hace deducir que no eran combatientes del grupo islamista Hamás. Desde que las agencias de Naciones Unidas y otras organizaciones lanzaran la voz de alarma por el hambre generalizado en Gaza, Israel también se ha esforzado por rebatir las evidencias, tanto los informes de los expertos como las imágenes. Y también los datos de los muertos por desnutrición. La entidad israelí que coordina la llegada de la ayuda humanitaria a Gaza (COGAT) ha dicho que las cifras de los muertos por desnutrición están manipuladas por Hamás, que gobernaba la Franja de Gaza y que sigue ejerciendo cierto control sobre lo que queda de las instituciones en el enclave. “Una revisión exhaustiva realizada por el estamento de defensa expone cómo Hamás está tergiversando las muertes por condiciones médicas preexistentes como si fueran desnutrición para avanzar su agenda política”, ha afirmado esta semana. Los médicos de organizaciones humanitarias internacionales que trabajan en la Franja consideran que las cifras de muertes por desnutrición –y también de muertes violentas– son probablemente muy inferiores a los números reales, que puede que no conozcamos nunca por su magnitud y por la imposibilidad de documentar de forma sistemática cada defunción y sus circunstancias en medio de un conflicto de estas dimensiones. Tanto para la impunidad de Israel como para la dignidad de los palestinos, las cifras sí importan.

Comentarios

Noticias mundiales