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Qué pasará ahora en Turquía tras la disolución del PKK y el posible fin a 40 años de guerra

Qué pasará ahora en Turquía tras la disolución del PKK y el posible fin a 40 años de guerra
El Gobierno insiste en que se trata de un proceso unilateral de desarme, mientras partidos opositores exigen que vaya acompañado de una transformación democrática que resuelva la “cuestión kurda”La guerrilla kurda PKK anuncia su disolución y el fin de la lucha armada en Turquía tras más de 40 años Turquía se adentra en un período incierto tras el anuncio de la disolución y fin del PKK, el grupo armado kurdo que libró una guerra contra el Estado durante cuatro décadas. “El PKK ha completado su misión histórica”, declaró la cúpula de los militantes tras celebrar un congreso a principios de mes, en el que se decidió dejar las armas, poner fin a la guerrilla y pactar una hoja de ruta por el momento desconocida. El anuncio se produce tras varios meses de conversaciones indirectas entre el gobierno y la guerrilla para negociar un proceso de desarme que ponga fin a un conflicto que ha causado más de 40.000 muertos y miles de detenidos. Ahora el grupo armado solicita garantías jurídicas y sólidas tanto para sus integrantes como para asegurar todo el proceso de desarme. “Hacemos un llamamiento a todos los partidos políticos con representación en el Parlamento, especialmente al Gobierno y al principal partido de la oposición y organizaciones de la sociedad civil, para que asuman su responsabilidad y participen en el proceso de paz y desarrollo social democrático”, señala el comunicado. Pese a las tensiones que despierta en el país, el anuncio de su disolución no ha provocado euforia entre la población o las instituciones debido a la opacidad en la que están sumidas las negociaciones. El Gobierno insiste en que se trata de un proceso unilateral de desarme, mientras partidos opositores exigen que vaya acompañado de una transformación democrática que resuelva la “cuestión kurda”, es decir, un mayor “apoyo de la existencia del pueblo y lengua kurdos”, en palabras de la diputada Saliha Aydeniz. “La razón de su opacidad es que el gobierno del AKP (partido islamista de Erdogan), aprendió la lección de los fracasos anteriores. No solo fracasó al no ofrecer resultados positivos para el Gobierno o la paz, sino que también llevó al Gobierno a perder las elecciones de 2015”, explica a elDiario.es Berk Esen, analista político de la Universidad de Sabanci en Estambul. “Por eso Erdogan está tomando mucha cautela para que no le comporte ningún coste electoral”, añade. Esen alude a los comicios de junio de 2015, en los que la irrupción del partido prokurdo de izquierda HDP (ahora bajo las siglas DEM) superó el umbral de votos para entrar en el Parlamento, provocando que el partido de Erdogan perdiera la mayoría. Poco después fracasó el proceso de paz, no se formó Gobierno y se repitieron los comicios. Ahora DEM, tercera fuerza parlamentaria que ha ejercido de mediador entre el Gobierno y Öcalan, asegura que las autoridades tienen “la tarea histórica de construir la paz social”. “La pelota está ahora en la cancha del Gobierno respecto a las medidas que deben tomarse, especialmente en lo que respecta a la libertad de comunicación y trabajo de Öcalan”, aseguró el vicepresidente del grupo, Sezai Temelli. A lo que el Gobierno respondió que “no se trata en absoluto de negociar”, ya que “erradicar el terrorismo es un problema grave”. “Otra razón por la que este proceso es opaco es que no contiene ningún componente de democratización. Normalmente se espera que, si se tiene un proceso de paz, al menos hacia el final, genere efectos indirectos positivos, en particular paz social y democratización. En este caso, no creo que sea así”, asegura Esen. Por su parte, Reha Ruhavioglu, director del centro de estudios kurdo (KSC), cree que este proceso permite poner la cuestión kurda en el centro, ahora que la lucha armada pasará a un segundo plano. “Es un paso muy importante. En Turquía, en los últimos 50 años, pero especialmente en los últimos 40, la cuestión kurda se ha discutido siempre a la sombra del conflicto. Ahora podría cambiar”, señala a elDiario.es. “Ahora las acusaciones de terrorismo, de estar afiliado a una organización armada, no tendrán fundamento. No se podrá atacar a los políticos”, añade, aunque no cree que se vean sus efectos al menos hasta las próximas elecciones presidenciales, previstas para 2028. “Podría producirse una democratización parcial, pero el Gobierno continuará con sus políticas autoritarias, especialmente contra Imamoglu”, señala, en alusión al principal rival de Erdogan, el alcalde de Estambul, cuyo encarcelamiento en marzo provocó las mayores protestas de la última década. Cómo se desarrollará el proceso Cómo el Gobierno dirigirá el proceso de desarme y disolución del PKK también está repleto de incertidumbre. Por el momento no parece que Ankara esté dispuesta a contar con un tercer actor para controlar el desarme, como se llevó a cabo con otros procesos similares como en el caso de la intervención de la ONU con las FARC en Colombia. Tampoco se ha hablado de amnistía, ni desmovilización, ni de una posible reintegración de sus filas. Sin embargo, la prensa progubernamental lleva semanas dando algunas pistas sobre los siguientes pasos que podrían tomar las autoridades. Abdulkadir Selvi, periodista considerado prácticamente un portavoz de Ankara, asegura que los servicios secretos MIT supervisarán todo el proceso y descarta que Naciones Unidas se involucren de algún modo. Otro columnista progobierno, Okan Müderisoglu, sostine que Ankara está esperando que el PKK deponga las armas por completo, antes de discutir posibles medidas o concesiones al grupo armado, que pueden ir desde amnistías o reubicación de los militantes a países terceros, hasta la excarcelación de políticos como Demirtas. La periodista Amberin Zaman, con buenas fuentes en el lado kurdo, ha publicado que Turquía establecerá puntos en el sureste del país, en Siria e Irak para que el grupo armado entregue sus armas. Ankara posee un inventario detallado de su arsenal, así que una vez verificado y completado el proceso, se podría pasar a la siguiente fase. Entonces se podrían aprobar medidas legislativas que conduzcan a la liberación de entre 40.000 y 60.000 presos kurdos que no hayan cometido delitos de sangre. Las amnistías se llevarían a cabo en dos tandas y Demirtas podría ser liberado en la segunda, según varias fuentes. “Dado que se podrían llevar a cabo cambios en la constitución, cosas que antes estaban criminalizadas ya no lo estarán, por lo que no sería justo tratar a Demirtas como un criminal, ya que las condiciones de la época han cambiado”, insinuó el diputado del AKP, Azmi Ekinci. También se espera que las autoridades reviertan la política de intervención en alcaldías kurdas de la última década. Öcalan no será liberado, pero se podrían mejorar sus condiciones de internamiento —lleva más de una década en régimen de aislamiento— y se contempla incluso su arresto domiciliario. El PKK habría exigido garantías de que habrá una respuesta a su desarme, en forma de algo vinculante y formal. “Ahora hay un proceso y esto es difícil de revertir”, declaró uno de sus líderes, Duran Kalkan. “Podemos afirmar que la era del PKK ha terminado y comienza una nueva era. Apo (sobrenombre de Öcalan) define el nuevo período como la Era de la Paz y Sociedad Democrática”, señala. Redes en el extranjero A Ankara le preocupa especialmente las ramificaciones regionales del grupo armado y el impacto que podría tener todo el proceso, particularmente en Siria, donde las milicias kurdas vinculadas al PKK aún negocian su encaje en la era pos-Asad. “Es importante que las ramas sirias y europeas de la organización participen en el proceso (de desarme)”, señaló Erdogan en un discurso. Precisamente la caída del régimen y la creciente inestabilidad regional podría ser uno de los motivos que habrían empujado a Ankara a querer negociar el desarme del PKK. “Obviamente el colapso de Asad en Siria, el vacío de poder en la región, el plan de Trump de retirar sus fuerzas y la actuación agresiva y asertiva de Israel ha creado una urgencia para que el Gobierno turco haga acuerdo con los kurdos en la región”, describe Esen. Con el estallido de la guerra civil siria, la alianza del PKK y las fuerzas kurdosirias han convergido cada vez más, siendo considerada por Ankara una amenaza a su seguridad nacional. Si bien durante el curso del conflicto Turquía llevó a cabo varias ofensivas militares para expulsar a las milicias kurdosirias de su frontera, ahora podría tomar otra vía: con la disolución del PKK, se reduce la presión sobre las fuerzas kurdosirias y se allana el camino para su integración en el gobierno de transición sirio, creando más estabilidad regional. De hecho, Ankara no rechazó el acuerdo del Gobierno de Ahmed al Sharaa con las fuerzas kurdosirias para integrarlos en las instituciones estatales. La disolución del PKK también podría tener grandes repercusiones en Irak, que alberga la cúpula de la organización en el Kurdistán norte. La misma noche de su declaración, el Gobierno iraquí emitió un comunicado celebrando la decisión. “Este acontecimiento ofrece un punto de partida para reconsiderar las justificaciones que se han utilizado durante mucho tiempo para validar la presencia de fuerzas extranjeras en suelo iraquí”, advirtió el Gobierno en un claro mensaje a la expansión militar turca en el país, que cuenta con más de un centenar de puestos militares en el Kurdistán iraquí. “En última instancia, no se puede obviar los efectos que tendrá en la política interna en Turquía. Ahí radica la pregunta principal. ¿Qué más puede ganar Erdogan?”, señala Esen. “Pues si se avanza en el proceso, podría recibir los apoyos necesarios para enmendar la constitución y, en última instancia, levantar los límites que le impiden extender su mandato”, concluye. Esta semana el presidente Erdogan ha asegurado que no tiene intención de presentarse a las próximas elecciones, previstas para 2028, pero al mismo tiempo está tratando de lograr los apoyos para redactar una nueva Constitución. Cooperación con la extrema derecha A finales de febrero, el líder del PKK, Abdullah Öcalan —encarcelado desde 1999 en la isla de Imrali, cerca de Estambul—, ordenó por carta a sus miembros la organización de un congreso para deponer las armas y disolverse. El anuncio fue precedido de una declaración del principal aliado de Recep Tayyip Erdogan en el Parlamento, el ultranacionalista Devlet Bahçeli, un político que menosprecia habitualmente a los diputados kurdos tildándolos de terroristas, pero que en esta ocasión invitó a Öcalan al hemiciclo a anunciar el fin de su organización. El gesto despertó inquietud sobre la posibilidad de que el Gobierno estuviera iniciando un nuevo proceso de paz con la guerrilla después de varios intentos fallidos desde la década de los 90 que terminaron en rupturas, operaciones militares y tensión social. El intento más significativo fue la intentona de 2013-2015, que fracasó en medio de las aspiraciones de autonomía kurda al otro lado de la frontera, en Siria. El proceso culminó con una brutal campaña de guerra urbana en el sureste del país, con más de 7.000 muertos entre fuerzas de seguridad, militantes y civiles, según una investigación de Crisis Group. El descalabro de los esfuerzos vino seguido de una gran presión policial y judicial contra políticos, activistas, abogados y periodistas kurdos, con miles de detenidos acusados de apoyar a la guerrilla, entre ellos el político símbolo de la reconciliación que encabezó el proceso de paz: Selahattin Demirtas, encarcelado desde noviembre de 2016. El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) nació en 1978 para reivindicar mediante la lucha armada los derechos e independencia de la población kurda, que representan entre el 15% y el 20% de la población de Turquía. Con el encarcelamiento de Öcalan en 1999, la ideología del grupo evolucionó hacia demandas de mayores derechos políticos y culturales dentro de las fronteras de Turquía.
eldiario
hace alrededor de 8 horas
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