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El ejemplo moral de un rey europeo ante la barbarie en Gaza

El ejemplo moral de un rey europeo ante la barbarie en Gaza
Justo cuando parecía que el fracaso moral de Europa en relación con Gaza era total, el jefe de Estado de Bélgica se pronunció con un contundente mensaje de claridad moral. Sus comentarios deberían recordar a Europa –y al mundo– que el silencio ante la injusticia equivale a complicidadCómo contar Gaza Justo cuando parecía que el fracaso moral de Europa en relación con Gaza era total, el jefe de Estado de un país de la UE se pronunció con un contundente mensaje de claridad moral. El rey Felipe de Bélgica, cuyas declaraciones políticas directas son poco frecuentes, condenó los graves abusos humanitarios en Gaza como “una vergüenza para la humanidad”. En un discurso televisado para conmemorar el Día Nacional de Bélgica el 21 de julio, Felipe declaró: “Me uno a todos aquellos que denuncian los graves abusos humanitarios en Gaza, donde civiles inocentes, atrapados en su enclave, mueren de hambre y son asesinados por las bombas”. El monarca manifestó su pleno apoyo a los llamamientos del secretario general de la ONU, António Guterres, para poner fin a esta crisis insoportable. Desde el Palacio Real de Bruselas, el rey añadió: “La situación actual se ha prolongado demasiado. Es una vergüenza para la humanidad”. Tras un fin de semana en el que al menos 100 personas en Gaza fueron asesinadas mientras buscaban comida y agua –violencia que no provocó una respuesta formal de la UE–, el mensaje del monarca destacó. Habló de una reunión reciente con Rami Elhanan y Bassam Aramin, dos padres, un israelí y un palestino, que habían perdido a una hija cada uno en anteriores brotes de violencia en Oriente Medio. “Han dejado de lado cualquier deseo de venganza y han optado por transformar su dolor en un mensaje de paz”, declaró. “Siempre está en juego la dignidad humana”. Trascendiendo la política interna, Felipe lanzó un llamamiento a la acción más amplio: “Europa debe afirmar su liderazgo con mayor fuerza. Debe erigirse como un baluarte y una alternativa digna a las brutales luchas de poder que presenciamos hoy”. Dado el intolerable silencio de la UE sobre los crímenes de guerra de Israel, las violaciones de derechos humanos y la creciente catástrofe humanitaria, fue un alivio escuchar al menos a un jefe de Estado decir la verdad abiertamente. Los ministros de Asuntos Exteriores de la UE, reunidos en Bruselas la semana pasada, no tomaron medidas contra Israel, lo que provocó una acusación de “traición cruel e ilegal” a los palestinos por parte de Amnistía Internacional. El anuncio de Emmanuel Macron de que Francia reconocería el Estado palestino en septiembre, si bien importante, sigue siendo simbólico en ausencia de sanciones económicas, financieras o diplomáticas. El rey, quien habló pocos días después de una audiencia con organizaciones humanitarias que trabajan en Gaza, destacó la falta de respeto al derecho internacional. “Durante décadas, el derecho internacional fue la piedra angular en la que los Estados podían confiar”, dijo. “Hoy, eso se cuestiona abiertamente. Pero cuando se pisotea el derecho internacional, el mundo entero sufre. La imprevisibilidad y la violencia cobran entonces rienda suelta”. Al elogiar los esfuerzos colectivos para afrontar desafíos como la crisis climática, la transformación digital y la cooperación en defensa, Felipe instó a los líderes de la UE a “mantenerse fieles a nuestros valores: democracia, justicia y Estado de derecho”. En un panorama político cada vez más dominado por la realpolitik, se oyó una voz que insistía en los fundamentos éticos del proyecto europeo. El rey belga tiene un historial consistente de oposición a la discriminación y defensa de los derechos humanos. Tras un mortífero atentado terrorista contra el Museo Judío de Bruselas en 2014, realizó una visita oficial al lugar. En 2015, invitó a una gran delegación de rabinos y líderes de la comunidad judía al palacio tras el desmantelamiento de células terroristas islamistas en Bruselas y Verviers. Su postura moral está profundamente arraigada en la monarquía belga. Su bisabuela, la reina Isabel, fue reconocida por Yad Vashem como una de las Justas de las Naciones. Durante la Segunda Guerra Mundial, utilizó su posición como reina madre para intervenir en favor de los judíos que se enfrentaban a la deportación. Según Yad Vashem, “estas intervenciones de un miembro de una familia real en Europa en favor de los judíos no tienen precedentes”. Desde su independencia en 1830, Bélgica ha concedido plenos derechos civiles a los judíos, excepto durante los años de ocupación nazi. Estos derechos, incluyendo la libertad de religión, expresión y prensa, están consagrados en la Constitución belga. Más recientemente, en 2022, Felipe realizó su primera visita a la República Democrática del Congo, la antigua colonia belga fundada y brutalmente explotada por su antepasado Leopoldo II. Durante su visita a la RDC, el rey expresó su más profundo pesar por el sufrimiento infligido por el colonialismo belga. “El propio régimen colonial se basaba en la explotación y la dominación”, declaró. Estaba “marcado por el paternalismo, la discriminación y el racismo”. El hecho de que la defensa del derecho internacional por parte de Felipe y sus comentarios sobre el sufrimiento en Gaza parecieran noticia demuestra la timidez de los líderes electos europeos. Solo decía lo que deberían haber dicho hace meses. Por supuesto, sus comentarios no pondrán fin a la guerra. Pero deberían recordar a Europa –y al mundo– que el silencio ante la injusticia equivale a complicidad. Y que, en tiempos de cobardía política, un monarca constitucional aún puede ser un líder moral.
eldiario
hace alrededor de 19 horas
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