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Aguirre ajusta cuentas en su nuevo libro: justifica el 'tamayazo', critica a Casado por "asediar" a Ayuso y olvida a Granados

Aguirre ajusta cuentas en su nuevo libro: justifica el 'tamayazo', critica a Casado por "asediar" a Ayuso y olvida a Granados
La expresidenta madrileña habla de los "años amorfos de Rajoy", dice no saber de qué se acusa a Ignacio González, imputado por corrupción, y dedica un escueto párrafo al 11M, el mayor atentado que ha sufrido nunca Madrid al que no asigna autoría y que ocurrió durante su mandatoAyuso impulsa de nuevo la construcción de la polémica Ciudad de la Justicia La principal “satisfacción” política de la expresidenta madrileña, Esperanza Aguirre, es haber dado “la mayor libertad a los ciudadanos para que sean ellos, y no unos burócratas desde unos despachos, los que deciden sobre sus propias vidas”. Lo explica en Una liberal en política (Deusto, 2025), el nuevo libro que acaba de publicar, y con esas palabras justifica y defiende la privatización paulatina de la sanidad madrileña que ella inició durante su mandato, la permanente merma de ingresos de la Comunidad de Madrid que ha diezmado los servicios públicos e incluso el convulso contexto político en el que llegó al poder, en octubre de 2003. Aguirre ejerce su “libertad” durante las 285 páginas del libro, aunque sitúa la publicación del mismo en una España “en proceso de cambio de régimen” de la mano del Gobierno de Pedro Sánchez, al que asemeja a un “caudillo” como Franco, un “duce” como Mussolini e incluso un “führer” como Adolf Hitler. Es la misma línea discursiva que defiende su sucesora (en el ámbito institucional y también ideológico) Isabel Díaz Ayuso. Lo que quiere el actual jefe del Ejecutivo es, según Aguirre, “un nuevo régimen en el que lleven la voz cantante todas las fuerzas políticas que tienen como último objetivo la destrucción de lo que ha sido desde hace milenios (sic) España”. El PSOE, apunta, ya quería ese escenario dos décadas atrás. Y fue precisamente el intento o más bien la “resistencia” de un sector interno de los socialistas a caer en el “filocomunismo” y el acuerdo con otras fuerzas políticas lo que según ella justificó el polémico 'tamayazo' de 2003: después de que la izquierda consiguiera en las urnas superar al PP de Aguirre por un escaño, dos tránsfugas del PSOE de Madrid se ausentaron de la primera votación de la legislatura y dieron el control de la Asamblea de Madrid, la Presidencia de la cámara, a los populares. La disidencia de Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez fue el germen que permitió a Aguirre lograr la Presidencia de la Comunidad de Madrid ese mismo año. Después de varios meses sin lograr la investidura del candidato socialista Rafael Simancas por la falta de esos dos parlamentarios tránsfugas se tuvieron que convocar nuevas elecciones y el PP arrasó con la primera de muchas mayorías absolutas (ella estuvo en el gobierno hasta 2012). La ahora expresidenta justifica ese turbio episodio. En el libro sostiene que Simancas, en su acuerdo de gobierno con IU, concedió a “los comunistas” más carteras de las que les correspondían, según ella, por el número de escaños. En paralelo, el entonces líder nacional del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero “iba lanzado en su línea de unirse con nacionalistas y comunistas”. Pero “todavía quedaban algunos núcleos de resistencia” dentro del socialismo, según la también exministra. “En Madrid surgió Renovadores por la Base, que dijeron a Simancas y Pepiño Blanco [se refiere al exsecretario de Organización del PSOE y exministro José Blanco] que no estaban de acuerdo con tantas cesiones a IU. Simancas y Blanco trataron de engañarlos, pero hubo dos, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, que decidieron hacer público su rechazo a los planes filocomunistas de Simancas”, arguye Aguirre. De sus palabras se deduce que los tránsfugas hicieron bien. “Cuando ahora contemplamos la pasión con la que Simancas [actual secretario de Estado de Relaciones con las Cortes], al lado de Sánchez, pone en marcha políticas heredadas de Podemos y similares a las de la dictadura bolivariana de Maduro, probablemente podemos comprender mejor aquellas decisiones de Simancas que entonces le costaron la presidencia de la Comunidad”, apunta. La teoría de la conspiración A renglón seguido, Aguirre celebra su llegada a la Presidencia de la Comunidad de Madrid y pone en valor sus políticas ultraliberales centradas, principalmente, en la bajada de impuestos. En el libro dedica tres páginas a desglosar todas esas reducciones que aprobaron sus gobiernos, lo que contrasta con el espacio que reserva para el mayor atentado de la historia de España, el ataque yihadista del 11 de marzo de 2004 (el 11M) que sufrió el Madrid que ella presidía. Lo resume así: “Cuando llevaba apenas tres meses en Sol [sede de la presidencia madrileña] tuvieron lugar los terribles atentados del 11M, que dejaron 192 fallecidos y casi 1.800 heridos. Apenas una hora después de las explosiones estaba yo en la estación de Atocha y viví con toda intensidad esas jornadas, que terminaron con el triunfo de Zapatero en las elecciones generales del domingo 14 de marzo”. Aguirre no dice quién cometió esos ataques, en la línea de la teoría de la conspiración que desde aquella tragedia defendieron ella, su partido y la derecha mediática, dando a entender que pese al juicio y las condenas a los terroristas yihadistas aún no está claro si hubo una participación de ETA, que fue lo que sostuvo el entonces gobierno de Aznar pese a tener evidencias del terrorismo islamista. Otro de los objetivos es tratar de ensuciar el voto ciudadano que llevó a Zapatero a la Moncloa. Las “ranas” de sus gobiernos La expresidenta, que siempre se ha situado en el ala más derechista del PP y ha justificado los pactos con Vox (una de sus hermanas, Rocío, es diputada en el Congreso de la extrema derecha), tampoco parece recordar la corrupción que afloró en sus gobiernos. Ella siempre sostuvo que solo fueron unos pocos dirigentes los que le salieron “ranas”, pero quienes fueron los hombres de su máxima confianza, sus 'números dos' en sucesivos gobiernos madrileños (además de otros consejeros y altos cargos), han pasado por la cárcel y aún tienen cuentas pendientes con la justicia. En el libro, que es una suerte de repaso de su trayectoria política, Aguirre solo menciona a uno, Ignacio González, que fue su vicepresidente durante nueve años (de 2003 a 2012) y al que también eligió como secretario general del PP de Madrid que ella presidía, entre 2011 y 2016. González, que tras la dimisión de Aguirre en 2012 fue elegido presidente, fue detenido como uno de los cabecillas de la operación Lezo (sucesora de Gürtel y Púnica), una trama de corrupción centrada en la Comunidad de Madrid. González está a la espera de juicio en hasta tres piezas separadas del caso Lezo. La Fiscalía pide para él condenas de cárcel y después de ser exonerado en una causa por blanqueo, la Audiencia Nacional tiene pendiente juzgarle por la ruinosa compra de la empresa brasileña Emissao por la que supuestamente cobró comisiones, por las irregularidades en la construcción del eterno proyecto de llevar el tren a Navalcarnero y, finalmente, por las ilegalidades que también rodearon la construcción de un campo de Golf en el distrito madrileño de Chamberí. A pesar del torrente informativo en torno a las causas que persiguen a González, en su libro Aguirre dice no saber nada: “Todavía hoy, ocho años después [de la entrada en prisión preventiva de González], no sé con precisión ni de qué lo acusan ni por qué”. La expresidenta obvia en toda la publicación al resto de integrantes de su gobierno que han sido condenados por corrupción o están a la espera de ser juzgados por corruptelas. Pero la ausencia más flagrante es la de Francisco Granados, al que Aguirre ascendió a uno de los puestos de máxima confianza de su gobierno: la Consejería de Presidencia y Justicia. Granados fue detenido en 2014 como uno de los cabecillas de la bautizada como 'operación Púnica', término en latín que designa al granado. En esa causa, por el momento, Granados ya ha recibido una sentencia firme: dos años de cárcel por intentar reventar la operación policial que destapó la trama aprovechando un chivatazo de un guardia civil. Además, está a la espera de juicio en varias piezas separadas de la causa: una por irregularidades en las adjudicaciones de suelo público de la Comunidad y otra por las ilegalidades que impulsaron económicamente la campaña con la que Aguirre arrasó en las elecciones de 2011. Considerado uno de los grandes escuderos de Aguirre, el exconsejero dejó morir su relación con su antigua jefa a medida que avanzaba la causa judicial y empezó a lanzar acusaciones contra ella en las diligencias que investigaban si su campaña de 2011 se financió de forma irregular. El juez Manuel García Castellón llegó a imputar a la propia Aguirre en esa causa antes de dejarla fuera del procesamiento y, en la práctica, a salvo de un juicio que todavía está por celebrar. En el libro Aguirre no dedica ni una palabra al 'modus operandi' del PP de Madrid en los años en los que ella mandaba y que era siempre el mismo cuando llegaban unas elecciones: autorizar gastos electorales que no eran declarados a la Cámara de Cuentas, usar “empresarios afines” para hacer los trabajos, pero después, con ingeniería contable, no hacer saltar las alarmas de las autoridades y todo para hacerle la campaña una candidata, Aguirre, que según la Audiencia Nacional no tenía por qué saber nada de la supuesta corrupción de sus colaboradores. En las 285 páginas sí hay, en cambio, continuas pullas de Aguirre contra el que se convirtió en uno de sus principales rivales internos en el PP: el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy. La exmandataria madrileña sostiene que si este estuvo tantos años en la oposición antes de alcanzar la Moncloa fue por su tibieza. Ante Zapatero, explica, “era muy necesario plantear la batalla ideológica y cultural de la izquierda y la experiencia demostró que eso no era lo que más le gustaba a Rajoy”. “Creo que le debía parecer que era un lío”, añade del dirigente que, según ella, le dijo que le quería “un huevo” cuando logró la primera mayoría absoluta en Madrid, en 2003. Esa etapa en la oposición de Rajoy la califica Aguirre como “los años amorfos” del expresidente. La decepción con Casado También tiene palabras para Pablo Casado, uno de sus pupilos políticos, al que aupó dentro del partido por su afinidad a la FAES de Aznar siendo designado presidente de las Nuevas Generaciones del PP de Madrid cuando ella era quien controlaba la formación política en la comunidad. Aguirre alaba a Casado por haber fichado al que había sido su consejero, el que inició la privatización sanitaria en Madrid, Javier Fernández Lasquetty, como jefe de Gabinete. Y por haber nombrado a Cayetana Álvarez de Toledo, también de su cuerda, como portavoz en el Congreso. Pero el hecho de que la destituyera meses después fue un “síntoma” de la deriva del que había sido uno de sus más acérrimos defensores. El punto de inflexión, en cambio, fue el “terrorífico discurso” que pronunció Casado en 2020 durante el debate de la moción de censura de Vox contra Sánchez. Aguirre denuncia que el entonces líder del PP descalificó “de manera total, incluso en lo personal”, a Abascal, “sin tener en cuenta que Vox, por mucho que a muchos del PP les moleste” es un “hijo natural” de su partido. Fue de hecho la propia Aguirre la que en 2013 colocó a Abascal en un organismo de nueva creación de su gobierno, la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social de la Comunidad de Madrid, con un sueldo de 83.000 euros anuales. Sin actividad conocida, el propio Abascal reconoció en 2019, ya como líder de Vox, que aquella fundación era en realidad un chiringuito “innecesario”. Pero, finalmente, lo que acabó por romper del todo el apoyo de Aguirre a Pablo Casado fue la “obsesión” de este y de su entonces secretario general, Teodoro García Egea, por la actual presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, otra de las pupilas de la autora del libro, que llegó a trabajar llevando las redes sociales de la propia expresidenta. Para Aguirre, que la Génova de Casado pidiera explicaciones a Ayuso por el hecho de que su hermano cobrara comisiones por contratos sanitarios con la propia Comunidad de Madrid durante la pandemia supuso un “extraño asedio” contra la presidenta. “Es muy difícil entender cómo y por qué hicieron aquello”, apunta. Se refiere a que, a su juicio, la acusaron de “corrupta porque su hermano había vendido mascarillas cuando hacía más de 20 años que él y su padre se dedicaban a la venta de productos sanitarios y ella no había tenido la menor intervención en la compra” de aquel material sanitario. Aguirre apostilla, a continuación: “Parece ser que fue la Moncloa [de Pedro Sánchez] quien les facilitó los datos”. “En contra de las ilusiones que nos provocó su llegada a la presidencia del PP, Casado representó a los que están en política esperando que les llegue el poder por los fallos o fracasos del otro. Y Ayuso fue la representante de los que creemos que en política hay que luchar por las ideas y los principios en todo momento y con toda la fuerza de que uno es capaz”, sentencia. Aquel “error capital” de Casado “entristeció enormemente” a Aguirre, que añade, además, que el “gran error” del exlíder del PP “fue delegar todos los poderes del partido en el secretario general”, Teodoro García Egea. Muestra de la simbiosis entre Aguirre y Ayuso es que el prólogo del libro lo escribe la propia presidenta madrileña, que agradece a su predecesora, a la que se refiere como una “política de raza y mujer valiente”, que situara la Comunidad de Madrid “en la pista de despegue desde la que hoy” ella misma dice volar “alto”.  Sobre la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP Aguirre no expresa ilusión alguna. Solo dice que “heredó una situación verdaderamente complicada” por los pactos de Sánchez y porque “los socialistas y sus socios comunistas han ido elaborando un discurso ideológico que ha calado en la sociedad española mucho más de lo que a primera vista puede parecer”.
eldiario
hace alrededor de 7 horas
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