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Bienvenido Mr. Trump: de 'cumbre de paz' por Gaza a besamanos planetario (Sánchez incluido)

Bienvenido Mr. Trump: de 'cumbre de paz' por Gaza a besamanos planetario (Sánchez incluido)
El presidente de Estados Unidos se quitó la espina clavada del Premio Nobel gracias a una cita organizada concienzudamente para el enaltecimiento de su propia figuraTrump exhibe su triunfalismo en una 'cumbre de paz' para Gaza sin Netanyahu ni Hamás Donald Trump se tomó la revancha en Egipto. Si la semana pasada se quedó con las ganas de ser el centro de atención de la próxima fiesta del premio Nobel de la Paz, este lunes se quitó esa espina clavada gracias al protagonismo omnímodo que ostentó en la cumbre por el fin de la violencia en Gaza. Organizada concienzudamente para el enaltecimiento de su propia figura, la cita se bautizó así, como una cumbre, porque 'autohomenaje del presidente de los Estados Unidos con líderes de medio mundo ejerciendo de convidados de piedra' hubiera quedado menos elegante. Y demasiado largo para los carteles con las fotografías de los presidentes egipcio y norteameriacano que ondeaban por toda Sharm el-Sheij, la ciudad que acogía el evento. Cualquier asistente a la “Summit for peace” pudo constatar en primera persona que de cumbre tuvo poco, en el sentido estricto de una reunión o un encuentro. Al menos de una reunión o un encuentro con el inquilino de la Casa Blanca, al que el conjunto de mandatarios internacionales que acudieron al evento se pasaron más tiempo esperando que compartiendo espacio con él. Trump llegó casi cuatro horas tarde respecto al horario anunciado porque se entretuvo en un baño de masas previo a la cumbre y que fue patrocinado por Benjamin Netanyahu en Jerusalén. En realidad, lo verdaderamente relevante del acuerdo de alto el fuego había empezado a consumarse a primera hora de la mañana. Israel y Hamás cumplían con la palabra dada y se intercambiaban presos y rehenes. Y la ayuda humanitaria empezaba a entrar en Gaza en mitad de una hambruna, salvaje e inducida, que amenaza la vida de miles de palestinos desde hace meses. Pero el presidente de Estados Unidos no quería el foco ahí, en el logro concreto, sino en sí mismo como impulsor principal del acuerdo. Y los planes no le pudieron salir mejor, porque todo el mundo cumplió con el papel que previamente se le había asignado para gloria del mandamás estadounidense. En la sede de la Knésset, el parlamento israelí, fue recibido por la mañana con un aplauso cerrado de varios minutos y con trompetas en su honor. Entre todo tipo de vítores, remataron la coreografía diputados y ministros de Netanyahu que se pusieron gorras rojas con el mensaje “Trump, el presidente de la paz”. Ya en su salsa, el inquilino de la Casa Blanca se vino arriba. Trump celebró el acuerdo de alto el fuego como una paz ya consumada “que será recordada por las generaciones” y anticipó una “edad de oro en Oriente Medio”, “una edad de fe, esperanza y Dios”. “Gaza será desmilitarizada por completo y Hamás será desarmado”, proclamó. El líder estadounidense fue agasajado con una retahíla de elogios por Netanyahu, que lo calificó como “el mejor amigo que Israel haya tenido nunca en la Casa Blanca”. “¿Por qué no lo indultáis?”, dijo a su vez Trump para redondear el pasteleo y en referencia a los casos de corrupción que pesan sobre el primer ministro israelí. En ese momento, el presidente americano debía haber perdido ya la noción del tiempo entre tanto azúcar, porque alargó su discurso hasta tal punto que incluso le dio lugar a hablar de problemas familiares de algunos de sus hijos. Un relato salpimentado de un sinfín de chascarrillos y ocurrencias de todo tipo. Y mientras, una treintena de mandatarios internacionales (32 hombres y una sola mujer) lo esperaba en Egipto sin saber muy bien qué hacer. Pasaron tantas horas con la anunciada cumbre en 'stand by' que algunas agencias de noticias empezaron a publicar informaciones sobre supuestas “cumbres paralelas” de los líderes allí convocados. Preguntados en la delegación española, la respuesta es que no debió ser algo tan formal, sino más bien conversaciones cruzadas entre los mandatarios que se vieron las caras en esa especie de sala de espera del presidente de los Estados Unidos. En mitad del desconcierto generalizado por el retraso del inicio de la cumbre, se preguntara lo que se preguntara y a quien se preguntara, la respuesta siempre era la misma: “Ese tema lo llevan los americanos”. Y eso valía para la organización de la prensa, para el contenido del texto del acuerdo y hasta para la hora de vuelta a casa de las delegaciones de los distintos países que acompañaban a los líderes internacionales. A media tarde, el estruendo de los kazas del ejército de Estados Unidos que escoltaban al Air Force One sacó del hastío a los presentes. Muchos de ellos empezaron a fotografiar una televisión que emitía en directo el aterrizaje. O a grabar en vídeo el imponente pájaro de acero americano que cruzaba el cielo azul de la ciudad balneario. Al-Sisi, el presidente egipcio, recibió a Trump en la escalerilla del avión. “Solo usted podría haber conseguido esta paz”, le dijo tras estrecharle la mano. Y fue Donald Trump, lógicamente, quien volvió a acaparar todos los focos desde que puso un pie en Egipto. Primero, en una intervención junto a Al-Sisi. Y justo después con la imagen más icónica de la cumbre: el besamanos. Desfilaron ante él para saludarlo, uno a uno, la totalidad de líderes internacionales allí congregados, que le dispensaron su mejor sonrisa. Fue el caso, de hecho, de Pedro Sánchez, uno de los invitados por el destacado papel de la política exterior española en el impulso a una solución pacífica que pase por los dos estados. Era una foto esperada porque no se había producido un encuentro así desde el regreso de Trump a la Casa Blanca y porque, entre otras cosas, el presidente americano amenazó a España hace apenas unos días con expulsarla de la OTAN por no dedicar el 5% de su PIB en gasto militar. Ese saludo, en apariencia, fue cordial. Aunque Trump se guardó la pulla para unos minutos después, cuando en su repaso al papel de los países allí representados llegó al presidente español. “¿España? ¿Dónde está España?”, dijo buscando con la mirada a Pedro Sánchez. Y medio en broma, medio en serio, se la soltó. “¿Estáis haciendo algo con lo del PIB? Nos vamos a acercar, ya verás. Pero estás haciendo un trabajo fantástico”. Ni Sánchez ni ningún otro mandatario internacional tenía pautado en el orden del día derecho a réplica al presidente de Estados Unidos ni intervención propia que permitiera oírsu voz. Y en el caso del presidente español, además, decidió no acercarse a la prensa desplazada para comentar siquiera sus impresiones, como sí hicieron otros mandatarios europeos. Así que no se escuchó a Pedro Sánchez en toda la jornada. De hecho, fue el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, quien accedió a contestar varias preguntas de los periodistas y no mostró reparos en reconocer también el papel del presidente americano. “El papel de EE.UU. y de su presidente ha sido crucial y eso hay que reconocerlo. Felicitamos a todos los mediadores. A Catar, a Egipto, a Turquía y a Estados Unidos, que han sido fundamentales para conseguir este momento de paz y esperanza”. Albares habló de ese día para la “esperanza” en busca de una “paz definitiva” que permita a palestinos e israelíes convivir sin violencia de por medio. Un horizonte para el que aún quedan todos los pasos por dar y para el que permanecen intactas todas las incertidumbres y la mayoría de las amenazas. Entre otras cosas, porque se desconoce la letra pequeña del acuerdo que compromete a Netanyahu y a Hamás. Para no desviar el foco de su gran fiesta, Donald Trump prefirió no entrar a especificar esos detalles. “El documento detalla muchas normas y reglamentos. Es muy completo”, se limitó a decir. No se sabe, por tanto, si a medio plazo ese plan implica o no el reconocimiento de que el pueblo palestino tiene derecho a volver a sus casas y a sus tierras y a que Israel desaloje los territorios ocupados para hacer viable un estado de Palestina como reclama buena parte de la sociedad internacional, por ejemplo. Aunque ni una sola de las manifestaciones públicas de Trump y Netanyahu hace prever que ese sea el camino trazado. Lo único que se sabe, y no es poco, es que ningún niño, ni adulto, ni anciano debería morir bajo el fuego de las bombas ni mañana, ni pasado mañana, ni al otro, ni en los días venideros, como han muerto al menos 70.000 personas en los dos últimos años, según unas cifras oficiales que obvian los cadáveres que empiezan a aparecer entre los escombros. Aunque esa, la del alto el fuego y la ausencia de las bombas, es el plan solo en la teoría. Y todo el mundo sabe cuánto hace que la teoría y la razón dejaron de operar de manera recurrente en este rincón del mundo del que Donald Trump, el último en llegar, fue el primero en marcharse.
eldiario
hace alrededor de 6 horas
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