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Muerte y destrucción: la derecha llena de furia el estómago de sus votantes

Muerte y destrucción: la derecha llena de furia el estómago de sus votantes
Aznar pidió "cabeza fría" a su partido porque quedan dos años hasta las próximas elecciones, pero el PP está inmerso en una dinámica de anunciar cada semana el apocalipsis mientras se engaña pensando que Sánchez tirará la toalla y convocará eleccionesEl Gobierno asume las peticiones del PP para la Conferencia de Presidentes y le deja sin excusa para plantar a Sánchez Leña, leña y más leña. Si preguntas a los votantes del Partido Popular, no tienen dudas. Nunca se ataca lo suficiente a Pedro Sánchez. La moderación es una debilidad imperdonable. En la última encuesta de GAD3 para el ABC, preguntaron si la oposición debe ser más o menos contundente contra el Gobierno. Un 80% de ellos reclama más contundencia. Aparentemente, no les vale con que los dirigentes del PP llamen “organización criminal” o “mafia” al Gobierno. Un 14% acepta mantener el nivel actual de dureza, que ya es bastante alto, y solo un 4% pide reducir la tensión. Si los dirigentes del partido aspiraban a que sus bases estén en un estado de excitación permanente, no se puede negar que lo han conseguido. Puede que los lleve al borde de la locura si no hay elecciones pronto. José María Aznar es como un cardenal mayor de 80 años antes de un cónclave. Quizá no esté en la pelea diaria, pero está bien informado del estado de ánimo del partido y administra en público sus consejos para que no haya dudas sobre lo que piensa. Hace unos días, fue muy claro al rechazar la idea de una moción de censura que no tiene los votos para ganar. “Cabeza fría, pero tensión vital máxima”, dijo en un acto de FAES. La moción de censura no tiene sentido y Sánchez no va a adelantar los comicios, comentó. “Faltan dos años para las elecciones”, explicó para insistir que la urgencia no debe llevar a la precipitación. Alberto Núñez Feijóo no ha seguido su consejo, aunque es verdad que el líder del PP puede cambiar de opinión muy rápido. “Esto no puede seguir así. Esto no puede seguir mucho más tiempo”, dijo el martes para describir la situación creada por varias investigaciones judiciales que afectan al Gobierno. Ahora que ha decidido que el Ejecutivo es una “mafia”, está obligado a actuar como si cada minuto que pasa Sánchez en Moncloa fuera poco menos que una afrenta nacional. La evolución de la agenda del PP no se puede desligar del trauma que supusieron las elecciones de julio de 2023. Después de pasar un mes en estado de shock, Génova decidió que su apuesta para calmar la ansiedad de sus dirigentes y sus bases era prever que sería “una legislatura corta y dura”, lo que permitía mantener la tensión interna orientada hacia el enemigo y que a nadie se le ocurriera cuestionar el liderazgo de Feijóo. Por entonces, se estableció que la frontera serían dos años. Si en la segunda mitad de 2025, Sánchez seguía en el poder, tendrían que cambiar de estrategia. Ahora tienen el vaso medio lleno –Sánchez continúa en Moncloa, aunque sin una mayoría suficiente para sacar adelante los presupuestos–, y el PP no ha cambiado de punto de vista. Se comporta como si el Gobierno fuera a caer en cualquier momento. Una de las frases más ocurrentes de Feijóo en la campaña de 2023 fue cuando se quejó de la escasa repercusión que había tenido el caso de un diputado socialista canario del montón acusado unos meses atrás de utilizar su escaño para hacer tráfico de influencias. “Ya nadie habla de Tito Berni”, dijo un perplejo líder de la oposición. Por momentos parecía pensar que sólo eso iba a ser suficiente para acabar con Sánchez. Como suele ocurrir, fue Isabel Díaz Ayuso quien llegó más lejos. “Va a hacer caer a este Gobierno”, predijo en febrero de 2023 con un exceso de optimismo alejado del mundo real. Feijóo y diputados del PP afirmaron en el Congreso que Sánchez tenía que estar implicado de alguna manera, por mucho que el diputado Juan Bernardo Fuentes, conocido como Tito Berni, tuviera un perfil muy bajo en el grupo parlamentario. Al estallar el escándalo, el PSOE exigió que dimitiera, cosa que hizo. “Estamos viendo la punta del iceberg”, anunció Feijóo. “En la trama social de este caso hay muchas X”, acusó Elías Bendodo, empleando la imagen de la X en el caso de los GAL. La expectativa se malogró. La jueza del caso acabó la instrucción acusando a Fuentes de estar al frente de una presunta trama de extorsión a empresarios ganaderos de Canarias. Y no había más tela que cortar para el PP. Las únicas X estaban en la cabeza de Bendodo. Evidentemente, el caso Ábalos es mucho más grave al afectar de lleno a un exministro y ex número dos del PSOE, hoy refugiado en el Grupo Mixto para conservar el aforamiento. El PP retomó la frase, ya utilizada antes, para señalar que Sánchez “lo sabía y lo tapó”. Como mínimo, se afirmaba con total rotundidad que el presidente del Gobierno sabía que se habían cometido delitos graves y los había encubierto. Pilar Alegría en la rueda de prensa tras la reunión del Gobierno el 3 de junio. La debilidad del Gobierno en el Congreso es un hecho incuestionable. Los siete diputados de Junts y los cuatro de Podemos no pueden ser incluidos en el bloque de apoyo al Gobierno, aunque en muchas ocasiones voten en favor de sus propuestas. El gran proyecto de Yolanda Díaz y Sumar, la reducción de la jornada laboral, tiene escasas posibilidades de prosperar si Junts mantiene su rechazo. La mayoría de las encuestas vuelve a dar la mayoría absoluta a la suma de PP y Vox, como ocurría antes de las elecciones de 2023. Sánchez está muy centrado en las grandes crisis internacionales y pasa mucho tiempo fuera del alcance de los periodistas para hablar de asuntos de política nacional. Algunos ministros socialistas han respondido a las polémicas con la misma violencia verbal exhibida por el PP. En especial, Óscar López, que intenta replicar el estilo agresivo de Díaz Ayuso en preparación de su duelo con la presidenta de Madrid para las próximas elecciones autonómicas. No se puede decir que con mucho éxito según las encuestas. El Gobierno incurrió en un severo patinazo la semana pasada cuando dio por buenos unos mensajes de un capitán de la UCO, hoy alto cargo en la Consejería madrileña de Sanidad, en los que fantaseaba con ponerle una bomba a Sánchez. En realidad, era al revés. Estaba bromeando con que a él le iban a poner el explosivo. La portavoz del Gobierno tenía la oportunidad de rectificar en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, más aún teniendo en cuenta que existe un proyecto de “regeneración democrática” del que se espera que contenga medidas contra la desinformación y los bulos. No lo hizo. Pilar Alegría se escudó en que había otros comentarios del agente que eran “impropios de un servidor público” (había dejado claro que pretendía acabar con el Gobierno de Sánchez). A la ministra no pareció importarle haber dado una información falsa. “Que los árboles no nos dejen ver el bosque”, dijo. Lo que le importaba era meterse en el bosque de la corrupción del PP, no en dar explicaciones sobre las acusaciones al Gobierno actual. En el PP, no van a levantar el pie del acelerador. La publicación de los audios que muestran las intrigas de la militante socialista Leire Díez ha causado otro aumento de la tensión que los dirigentes del PP proyectan sobre sus votantes. No será por falta de esfuerzo. Es habitual que la agresividad de las declaraciones alcance límites que parecen insuperables hasta que se superan la semana siguiente. Feijóo lamenta el “estado de putrefacción” del que es responsable el Gobierno. Habla de la hora en que “los españoles decentes” reaccionen, con lo que se supone que los ciudadanos que no reaccionen contra Sánchez serán los indecentes. Las grabaciones revelan “prácticas mafiosas que no caben en democracia”. Hasta han resucitado con insinuaciones el bulo del voto por correo. Un mensaje de Díez en que presumía de su papel en la organización de Correos del voto por correo en 2023 ha provocado titulares en los que se decía que ella era la organizadora de todo el sistema (una posibilidad no muy alentadora teniendo en cuenta sus antecedentes, además de falsa). Con este escenario –el PP con las antorchas en la mano y el PSOE intentando imitar su estilo de dejar tierra quemada a su paso–, no es extraño que los votantes de la derecha reclamen más contundencia y que sea probable que los de la izquierda quieran que se responda con la misma moneda. El anuncio de Leire Díez de que ha pedido la baja como militante del PSOE supone un alivio para el Gobierno, pero el PP no dejará escapar la pieza. Son ya muchos años de ofrecer una dieta de furia y rabia a sus votantes como para cambiar ahora un cambio en su alimentación. Sobre todo si lo que quieren es más de lo mismo.

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