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Alcaraz y la lucha contra sí mismo: «Intento que esos pensamientos negativos sean lo más fugaces posible»

A Carlos Alcaraz le gusta sonreír, divertirse, hacer disfrutar. Lo intenta siempre. Por eso también es expresivo cuando no le alcanza la sonrisa, cuando no le llega el dedo a la oreja. Como ante Ben Shelton. Así lo explica el propio tenista a pie de pista después de un encuentro demasiado sufrido otra vez. «He luchado mucho contra mí mismo en este partido, contra mi mente. He tenido que calmarme, porque me he enfadado. Me hablaba y no con cosas bonitas, pero estoy contento que no me hayan podido ganar. He podido calmarme cuando estaba jugando en mi contra», admitía. Después, ya aliviado con los cuartos de final en el bolsillo, volvía a explicar esos momentos a una pregunta de ABC: «En tres horas y media hay tiempo para muchos pensamientos, ha habido momentos que no me han salido bien las cosas, mi cabeza se cabrea, me vienen pensamientos negativos. Pero estoy contento de que hayan sido fugaces, para poder pensar con claridad. Hablarte de forma positiva ayuda muchísimo para salir adelante, para no venirte abajo, para seguir activado. Hoy ha habido de ambas, momentos malos, pero contento por que eso no haya sucedido mucho tiempo, y poder estar positivo durante gran parte del partido». El banquillo no ha parado de sacarlo del bajón, con fuerza, aplausos, gritos. «Valiente», «A ganar», «A por ello», «Sin miedo». Un lenguaje externo que el murciano va aprendiendo a interiorizar. « Ganar sufriendo, sufrir ganando: estamos aprendiendo de ello, una de las cosas que me gustaría mejorar es el tema de la consistencia, pero estamos manteniendo un nivel alto mucho tiempo. Cuando no salen las cosas bien, intentar encontrar soluciones. Tengo 22 años, ya es hora de madurar un poco. Eso se va aprendiendo. Y lo tengo claro». Así que supera el murciano a Ben Shelton y a sí mismo en el camino hacia lo cuartos de final de Roland Garros. Objetivo cumplido pero con margen de mejora todavía en muchos aspectos para este martes ante Tommy Paul. Comparecía Alcaraz en la Philippe Chatrier de día, como él prefiere, pero se le fue haciendo de noche porque se alargó el partido anterior y porque él también se alargó en exceso. Había tenido un bajón anímico y físico en la ronda ante Damir Dzumhur, que aconteció de noche, y con el atardecer del domingo volvió a sufrirlo ante un Shelton que le puso al partido músculo, tensión, velocidad y buena cara. Un espectáculo de respeto y de tenis pero del que Alcaraz sacó más tiempo de desgaste. Es superior, lo sabe, y se lo hace saber al estadounidense después de una hora de batalla de primer set. En el 'tie break', todo es un lío, porque hay opciones de set para uno, pero es el murciano quien dirige lo que ocurre en los momentos al límite, que parece jugar mejor con la tensión de los puntos en contra e incluso con las bolas de set en contra. Se deshace de dos, y se impulsa sobre los temblores de Shelton para celebrar sin ánimo ni alegría un primer paso completado. Es un escalón que sube porque pretendía medir fuerzas: ganar bien, sin desgastarse porque queda mucho torneo todavía y él sabe que tiene tenis y nivel para alcanzar la final. Y estas rondas todavía son de prueba y error. Con ese acelerón se eleva en el segundo set, mucho más seguro y liviano con su tenis, más centrado y consciente de su mejor juego, cumple las expectativas del ranking, de la diferencia de títulos, de la distancia de estabilidad y solidez mental ante el estadounidense, con el que comparte edad, pero no 'edad tenística'. Se permite jugar con confianza y orientar el juego hacia el revés de Shelton, que el brazo musculoso es un cañón cuando suelta la derecha. Y todavía lo es más cuando ejecuta el saque, a 228, 229 y 230 kilómetros por hora con aparente facilidad incluso en tierra batida. Pero cuando logra por fin el 'break', Alcaraz se permite una sonrisa. Dos pasos completados. Pero va atardeciendo en París y también se oscurece el gesto del español, que ya no siente la pelota con la dulzura y la contundencia de rondas anteriores y en lugar de la fluidez de movimientos hay buen tenis a trompicones y muchos errores. El bajón que le pegó ante Dzumhur vuelve a azotarle contra Shelton. Y sufre. Hay peligro con el estadounidense, que sigue explosivo con su derecha y sonríe más que Alcaraz. Pega y pega y pega hasta que consigue que el murciano se enrede con sus propios demonios, pierda el control y el saque, y el set. Y tenga que obligarse a un esfuerzo extra: de pelear contra sus pensamientos negativos, de pelear contra un Shelton respondón. Y está durando demasiado, tres horas, y no tocaba. El banquillo le inspira y lo empuja una y otra vez. A pesar de los fantasmas, sabe Alcaraz que todo está en sus manos. Y de ellas saca por fin la cordura, las derechas que limpian las líneas y empujan al rival hasta derribar su excelente resistencia, su saque y su buena cara; esfuerzo inútil al final. Saca el español los puños al aire al consolidar la rotura, más para autoconvencerse y convencer al banquillo que de alegría, que no es el partido que había previsto, que hay más sufrimiento del esperado, incluso cuando saca para ganar, pero del que saca también conclusiones positivas, que hay muchas. «Al principio no me gustaba jugar contra Zverev, por ejemplo, porque eran muy buenos sacadores, pero ahora no me importa porque confío en mi resto. He aprendido a jugar contra estos jugadores y ahora me siento cómodo contra ellos. Hoy estaba muy centrado en mi tenis, intentar ser agresivo. Al principio ha sido complicado jugar a este nivel. He cometido errores. Tienes que acostumbrarse a diferentes estilos, pero lo importante es centrarse en uno mismo». Está en cuartos, el objetivo, donde espera que blindarse ante los fantasmas porque toca un Tommy Paul, otro hueso. «Es muy duro, en todos los torneos ha sido complicado jugar contra él. Y esto son otros cuartos de final de un Grand Slam, está con mucha confianza y jugando muy bien. Intentaré aprender de los errores que he cometido hoy». También hay espacio para el aprendizaje y para dejar un mensaje para futuras generaciones. «Era el 'hot shot' del día, ese punto ganado cuando he soltado la raqueta, pero me hubiera sentido mal conmigo mismo. Me iba a sentir culpable si no decía que ese punto no era mío porque la raqueta no la tenía en la mano. Quiero ser sincero conmigo mismo y con mi rival. Esto es el deporte o debería ser, ser justo con el oponente y contigo. Sabía que era ilegal y por eso lo he dicho. En el primer set Ben ha hecho lo mismo conmigo cuando me ha dicho que repitiéramos un saque cuando había rozado la red. Es lo justo, esto es deporte. Nos llevamos muy bien fuera de pista, en la pista no hay amigos, pero una de las grandes cosas que hay que mostrar es que hay que saber perder y aceptar la derrota aunque te duela». Por el momento, a pesar de dejarse un set ante Marozsan, otro ante Dzumhur y otro ante Shelton, tiene una lectura positiva de su Roland Garros: «Estoy satisfecho con mi tenis. Ha habido partidos con situaciones complicadas, el camino nunca es sencillo. Siempre vas a tener que lidiar con este tipo de momentos. Pero estoy contento con cómo estoy jugando, tengo cosas que mejorar, pero estoy satisfecho». Sobre todo porque ha solventado momentos de tensión en todos los encuentros, muchos provocados por el rival, otros por sí mismo. «Los tenistas quizá sentimos más presión más veces en un partido y en un torneo. Y ahí se ve quién es mejor jugador, en cómo lo gestionas: bien o peor. Es la gran diferencia. Yo siempre me repito a mí mismo que siempre hay que dar un plus, ir a por ello, sin miedo». Y sin miedo se mete en cuartos, cada vez más cerca de su objetivo.

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