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La gata, la teta y la lengua: las tres claves de Ángelo Néstore para combatir la “sociedad del miedo de la ultraderecha”

La gata, la teta y la lengua: las tres claves de Ángelo Néstore para combatir la “sociedad del miedo de la ultraderecha”
El debut en la novela de la artista, 'Leche cruda', desafía con palabras y poesía los discursos machistas, xenófobos y homófobosMariana Enriquez, sobre la IA: “Es imposible que reproduzca lo humano porque nunca podrá enamorarse ni tener un trauma” Al entrar en un lugar que ya nos conoce, aprendemos y realizamos pequeñas coreografías que sostienen la vida cotidiana: el gesto repetido de quien pide siempre lo mismo, la forma en que dos personas se cruzan por la puerta sin chocarse, el silencio de quien ya sabe dónde sentarse. Esas señales, que son aparentemente intrascendentes, convierten el espacio en algo propio y otorgan una sensación de pertenencia que no necesita explicación. Reivindicando la leche cruda que nos hace humanos y que motiva nuestras acciones, el debut literario de Ángelo Néstore aborda la fortaleza de los vínculos en tiempos de cambio. Nacida en Lecce, Italia, en 1986, Néstore es una artista no binaria afincada en Málaga que desde 2017 codirige el festival de poesía Irreconciliables y que en 2020 fundó la editorial de poesía Letraversal. La publicación de Leche cruda (Reservoir Books, 2025), su estreno en la prosa, la sigue impulsando a explorar lo poético como un territorio queer donde la escritura se hibrida con la música o la performance. Así lo explica en la novela: “Hay algo bello y violento en desmontar el abecedario y reordenarlo en combinaciones nuevas”. Ángelo Néstore, en el Palacio de la Prensa La leche es ese alimento, ese vínculo, que nos une a los mamíferos. Y este libro se llama Leche cruda. Tiene un doble sentido. Yo soy de la ciudad italiana de Lecce y, cuando llegué aquí con 21 años, explicaba que era de Lecce como la leche. Es una manera de hablar de forma cruda sobre la realidad concreta de una persona queer en el sur de Italia durante los 90. He vivido todo el gobierno de Berlusconi y lo que ha implicado desde la comunicación, cómo ha penetrado su discurso machista, xenófobo y homófobo y cómo eso se refleja en esta pequeña ciudad. La leche es esa materia en la que está todo, sale del cuerpo y llega a otro cuerpo sin pasar por la vida. Va de la teta a la boca, y me pareció interesante como metáfora de comunicación. Todo el lenguaje es extranjero. Todo lo que es distinto, todo lo que no nos interpela, es como si fuera algo muerto, como si fuera algo lejano, algo que no nos puede modificar. Hay muchas formas de comunicarse, pero para poder amarnos no necesitamos entendernos. La tolerancia tiene mucho que ver con la imposibilidad de la comunicación, porque tolerar a alguien significa respetarlo desde la distancia. Yo no quiero que el otro extranjero simplemente se tolere, sino que tenga la posibilidad de ser deseable, sobre todo en este momento tan complejo que estamos viviendo, con cuestiones que no podemos entender como el genocidio [en Gaza], pero con las que sí podemos empatizar. Hay una cita de la obra que dice “El idioma materno sigue en mí, pero lo hablo con la voz de quien vive fuera. Habito otro lugar a costa de haberme convertido en extranjera en ambos”. ¿Somos extranjeros a la hora de aprender nuevas lenguas, y eso nos dificulta simpatizar con el otro? Hay una voluntad de conquista del otro, más que de querer entenderlo. Necesitamos al otro para que nos dé un capital social, pero en el fondo no hay una cercanía real con este otro. Las personas siempre nos sentimos extranjeras, también en los sitios donde se supone que no lo somos, como la casa familiar, que debería ser refugio. Nos tenemos que cerrar muchas veces en una habitación y poner a divas italianas, o a folclóricas en España, para poder imaginarnos felices donde se supone que tenemos seguridad. Siempre buscamos formas de imaginación para poder sentirnos cómodas en un territorio que nos hace sentir incómodas, porque el cuerpo es un cuerpo incómodo, físicamente y metafóricamente. ¿El afán por no entender también llega a día de hoy por las personas jóvenes? Por supuesto. Estamos viviendo un momento muy duro y difícil, porque la ultraderecha ha entendido cómo se habla el lenguaje de la gente joven y ha podido hablar este lenguaje haciendo trampas. Mandando fake news, mandando todo tipo de discursos, generando miedo como siempre ha hecho pero de una forma mucho más capilar. Si antes lo hacía simplemente desde los periódicos, ahora va de una forma capilar porque va a tu perfil, y genera empatía porque parece que hay alguien que te está diciendo esa cosa. Es muy importante que desde la izquierda también entendamos que tenemos que cambiar nuestro lenguaje, porque no podemos permitir que la sociedad del miedo de la extrema derecha consiga llegar a estas personas que son jóvenes y que están perdiendo, porque estamos todas perdidas. Tampoco las personas que vivimos desde la disidencia de género podemos pretender o exigir que personas mayores como nuestros padres, o personas que no comparten nuestros lenguajes ni nuestros pensamientos, tengan la capacidad de que se expresen o nos reconozcan en nuestro término. No creo que mi madre entienda del todo qué es ser una persona no binaria, pero eso no implica que ella no me pueda amar. Hace falta una apertura y una maleabilidad, entendiendo de dónde vienen ciertas realidades y que probablemente no todo el mundo puede ser experto en Judith Butler [una de las teóricas fundacionales de la teoría queer]. En la obra es esencial la figura de la gata, y da la sensación de que, a veces, es más fácil llegar a un entendimiento con animales que entre humanos. Este libro existe porque un día abrí la puerta de casa para ir a comprar pan y una gata se coló entre mis piernas y se fue a la cama de mi marido para amasarlo. Mi marido tiene alergia a los gatos, pero justo no tuvo alergia a ella. Fue muy mágico. Se llama Cavalli, y ella es lo más real de la novela, porque podría ser la autoficción de una gata. El gato, a diferencia del perro, es un animal que no te ve como un dueño. El perro te puede ver como el alfa, pero el gato te ve como si fueras un gato más, como si fueras un gato torpe. Por eso he construido esta relación de amor con la gata a través de un lenguaje nuevo, al igual que he tenido que construir mi identidad política en un idioma extranjero, que es el español. El libro, de hecho, empieza diciendo que “no se puede odiar a una madre porque es un gran tabú”. A eso le he añadido la capa de que tampoco se puede odiar una lengua materna. Repudiar una lengua materna también es bastante tabú y bastante duro, y es lo que me ha pasado, porque el italiano ha sido la lengua en la cual no he podido expresarme, no he podido investigar, no he podido construirme políticamente, porque era la lengua de la represión. Y lo empecé a hacer en español. Por eso, en vez de pensar en el animal como un animal de compañía, en un animal que está al servicio de tu vida, me gusta pensarnos como todes, como animales en compañía. Todo cambia cuando dejas de ver al otro como alguien que está al servicio de ti o de tu visión del mundo. Ángelo Néstore, en la redacción de elDiario.es Además de la importancia que le da a las palabras, Leche cruda también otorga mucha relevancia al cuerpo. ¿Hay cosas que no se pueden decir con las palabras, pero sí con el cuerpo? El cuerpo es fundamental y se nos está acostumbrando a ver el cuerpo simplemente como un elemento, como un instrumento para que podamos ser productivos. De hecho, el cuerpo, cuando se sale de esto, de los mecanismos neoliberales de producción, pensando, por ejemplo, en el cuerpo anciano, de repente ya no tiene validez, es un cuerpo desechable. Lo hemos visto hace poco especialmente aquí, en la Comunidad de Madrid, y lo terrible que ha sido la gestión de las personas mayores por el Gobierno de Ayuso. Cuando se tenía que morir alguien, pues que muera la persona mayor porque ya no duele tanto. Se nos acostumbra a acallar el cuerpo, cuando solamente somos cuerpo, no somos otra cosa, pero para controlarnos es mejor que no seamos conscientes de ello. Una cita de la obra reza que “es un ejercicio de sangre fría mirar a alguien a los ojos y fingir que no sabes que no le queda vida por delante”. ¿Es egoísta no querer enfrentarse al duelo o la pérdida de la otra persona? La muerte es otra gran desconocida. No sabemos cómo tratar con la muerte, con la enfermedad, con el duelo. No sabemos qué lenguaje hablar. Es fundamental acercarnos a la muerte entendiéndola como un proceso natural y, sobre todo, ser conscientes de ella. Nos hace más conscientes de la vida. Alejarnos de la muerte significa alejarnos de la vida, porque la verdadera vida no es el sistema de producción, sino las posibilidades que hay de relacionarnos. Nos dicen que hay que tener una familia tradicional, un hijo, un coche... pero todo lo que se sale de ahí también es vida. Si pensamos en la muerte desde el punto de vista de que es la auténtica extranjería, quizá nos ayude a pensar que, en el fondo, son más las cosas que nos unen que las que nos separan. Sería mucho más fácil amar a alguien en vez de pensar que este otro desconocido, que viene de fuera y que quizá está huyendo de una guerra, intentando preservar su vida y la de sus seres queridos, no quiere hacernos daño en absoluto, porque nadie quiere abandonar un lugar feliz y un hogar. Afirma en el libro: “Un escenario es el lugar donde puedo ser yo misma, porque todos asumen que estoy fingiendo”. ¿La literatura es igual? La literatura es un escenario compartido. Este libro se cierra con unos agradecimientos que son un funeral, porque cuando se acaba la historia y tienes que bajar el telón, para mí es ir al funeral de los personajes, porque ya no van a tener otra vida dentro de la novela. Pero este cuerpo extranjero se convierte en otros, porque hay otros seres vivos que se nutren de él y lo transforman. La literatura son estos cuerpos que se deshacen, pero que otras personas lectoras, bibliotecarias, periodistas o libreras le dan otra vida porque con la lectura lo transforman. Es como una obra de teatro que no acaba nunca porque siempre se convierte en otra, otra, otra y otra. Y lo bonito es que todos estos gusanos que están comiendo, están realmente generando otras historias. Y si esta puede generar una pregunta para otra historia, pues yo feliz, porque el arte tiene que generar preguntas y no dar respuestas.
eldiario
hace alrededor de 1 mes
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