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Leila Slimani, escritora: "Solo puedes ser nostálgico si eres un hombre blanco"

Leila Slimani, escritora: "Solo puedes ser nostálgico si eres un hombre blanco"
La escritora marroquí cierra la trilogía con la que ha recorrido la historia de su país desde los años 50: "Me molesta mucho quienes siempre tienen soluciones simples a la inmigración, porque no las hay" Cuando una gata es la tercera en discordia en un triángulo amoroso Encontrar un nuevo hogar puede pasar por inventarlo. Entenderte, hallar tu espacio hasta en tu propia casa, familia, país. Conocerte, querer cambiarte y adaptarte. Mirar al pasado tampoco es fácil, por cómo memorias individuales y colectivas se entrelazan no siempre a partes iguales, y mucho menos según quien las cuente. Algo parecido ocurre al hablar de la historia de un país, ya sea Francia, EEUU o Marruecos. No es lo mismo contarse o que te cuenten, y esta fue una de las motivaciones por las que la autora marroquí Leila Slimani puso en marcha en 2021 la trilogía compuesta por El país de los otros y Miradnos bailar (2023), a la que acaba de poner el broche con Me llevaré el fuego (Cabaret Voltaire). Tres novelas que beben mucho de su propia vida, y que le sirven para abordar, por supuesto, la memoria, pero también el desarraigo provocado por las migraciones 'forzosas', la identidad y la propia literatura que, defiende, es ahora “más necesaria que nunca”. “Es una forma de recordar que quien los líderes políticos te dijeron que eran tus enemigos, quizás no lo sean”. Actualmente está en un momento de transición, escribiendo la adaptación de su serie para la televisión y de una obra de Tolstoi para el teatro en París. Su trilogía es en sí un ejercicio de memoria. ¿Cuánto de importante es que esté en buenas manos? ¿Ha sido esta una de sus motivaciones para escribirla? Sí. Quería mostrar la gran diferencia que existe entre lo que llamamos memoria colectiva, y la memoria que tenemos como personas, como nación, como grupo, y la subjetividad individual. No recordamos igual ni siquiera los grandes acontecimientos que salen en la novela, como el 11S o la caída del Muro de Berlín. Por supuesto, todos los conocemos porque lo hemos leído en los libros, lo hemos visto en documentales, pero cada uno de nosotros tiene un recuerdo diferente de ese momento. Quise mostrar esta diferencia, y que la memoria está igualmente hecha de imaginación, de ficción. También que en ella hay una elección política. Si los políticos deciden que un acontecimiento es muy importante, crean una historia en torno a él. Como individuos es fundamental que seamos muy cautelosos con la forma en la que se nos cuenta el pasado, porque el pasado cambia todo el tiempo. Nunca debemos fiarnos del pasado; cambia incluso más que el futuro, porque no lo conocemos ni lo vamos a construir. ¿Le preocupó caer en la nostalgia o romantizar el pasado? Especialmente en un momento como este en el que la nostalgia está siendo usada como arma política. Sí. Siento que ahora la gente carece de imaginación y de ideas. Si te pones a escuchar a los líderes de todo el mundo, no hay muchos que tengan ideas reales, una visión de verdad para el futuro, que tengan algún tipo de solución para los jóvenes y digan: “Vamos a construir una nueva forma de vida así”. Por lo que quizás, la única forma de disimularlo o fingir que sí tienen ideas es decir, como Trump, 'Make America Great Again (MAGA)', o Putin haciendo referencia a la URSS. Creo que también tiene que ver con el hecho de que las generaciones están cambiando y hay personas que tendrán que perder algunos privilegios. Con el feminismo y la lucha por los derechos de los homosexuales, hay muchos hombres blancos que no quieren perder su poder, no quieren compartirlo. Así que por supuesto que sienten nostalgia por el pasado. Solo puedes ser nostálgico si eres un hombre blanco, pero una mujer del norte de África, como yo, el pasado no fue mejor que el futuro. No puede serlo. El pasado fue horrible, por lo que tengo mucha esperanza en el progreso. Por eso es importante que personas como yo luchemos contra esta nostalgia, porque de esta nostalgia solo se benefician algunas personas. Trump y Putin apelan a la nostalgia porque es la única forma que tienen de disimular su falta de ideas Leila Slimani — Escritora ¿Cómo se traduce esto a la hora de escribir? No pienso en ello. Intento escribir sin ideología. No estoy intentando demostrar nada. No creo que ese sea el trabajo del escritor. Estamos para tener dudas, cuestionar, estar confundidos y compartir nuestros miedos y vulnerabilidad. Yo no estoy aquí para decirle a la gente qué tiene que pensar o hacer. El lector es más inteligente que el escritor, y encontrará lo que necesita y tal vez alguna respuesta a sus preguntas. Pero no será gracias a la inteligencia del escritor, sino a la del propio lenguaje. La identidad es uno de los grandes temas del libro, ¿cuánto de importante es que las historias dejen de ser contadas únicamente por hombres blancos, incluso en los territorios colonizados? Este fue uno de los motivos por los que decidí escribir esta trilogía. Me molestaba mucho el hecho de llevar tanto tiempo viviendo en Europa y saber mucho de la historia de Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Lo aprendí en el colegio. Leí un montón de libros y para la gente era normal que yo supiera sobre ellos, pero no que no supieran nada sobre mí. Hablamos inglés, francés, español, pero nunca he conocido a nadie en Europa que pudiera hablar en árabe conmigo. Nosotros siempre tenemos que saber cosas sobre vosotros, pero vosotros no sabéis nada de nosotros. Y, al mismo tiempo, habláis sobre nuestras vidas constantemente. Así que sentí que mi misión era intentar contar la historia de mi país con mis propios ojos. Es muy importante que los lectores occidentales no solo lean sobre la historia de Marruecos, sino que lean un libro en el que puedan identificarse con un personaje marroquí. Es importante que una mujer de España, Francia o Inglaterra pueda identificarse con una mujer llamada Aicha o Selma, porque estamos en un momento en el que se nos intenta hacer creer que somos completamente diferentes y que no podemos llevarnos bien, que no podemos convivir, que pertenecemos civilizaciones diferentes. Es muy importante que los lectores occidentales no solo lean sobre la historia de Marruecos, sino que lean un libro en el que puedan identificarse con un personaje marroquí Leila Slimani — Escritora En el libro refleja que esto lleva a crecer con vergüenza. La joven Mia, por ejemplo, no quiere aprender árabe. En aquella época era difícil que estuviéramos orgullosos de nosotros mismos porque cuando ibas al colegio la gente te decía: “Marruecos no cuenta. No es nada, el Tercer Mundo, África, hambre, guerra, pobreza”. El mundo real está allí, es Europa, es EEUU. La gente importante vive allí, y si quieres llegar a ser alguien, tienes que ir allí. Realmente existía esta centralidad de Occidente que era muy fuerte y nos hacía tener sentimientos muy ambiguos. Nos atraían mucho Europa y su cultura, pero al mismo tiempo eso nos hacía odiarnos a nosotros mismos o no querernos lo suficiente. En la novela hay mucha reflexión sobre los vínculos que se generan entre las personas y los libros. ¿Cuál ha sido el suyo? Cuando era joven leía todo el tiempo. Era una forma de escapar de mi vida, de mi identidad y de convertirme en otra persona. Lo sentía muy, muy profundamente. Así que al mismo tiempo era algo hermoso porque me ayudaba a vivir y a darle intensidad a mi vida. Pero, claro, cada vez que cerraba el libro mi vida me parecía muy aburrida y triste. Siempre tuve ese deseo de vivir en la ficción y evitar la realidad. Así que creo que a veces también odiaba los libros, quería que desaparecieran para poder vivir en la realidad. Bueno, tienen esa capacidad de hacerte sentir ‘en casa’, de ser un espacio seguro. Algo que ahora, con territorios en guerra repartidos por el mundo, ¿cómo pueden influir los libros a niños que vivan en Gaza o en Ucrania? Creo que especialmente ahora es muy importante seguir defendiendo la literatura, porque quizás es el único arte en el que se puede sentir esa empatía. Cuando lees un libro, después de unas páginas, sientes a otro ser humano que puede ser muy diferente a ti. Recuerdo que sentí mucha empatía y ternura cuando leí Anna Karenina de Tolstói. Yo estaba en Marruecos y sentía a esta mujer que vivía en la Rusia del siglo XIX, tan distinta; pero ella era yo y yo era ella. Me hizo pensar que, al fin y al cabo, ambas éramos seres humanos. No me interesaban su religión, su identidad, su pasaporte ni nada de eso, simplemente sentía que era una persona con emociones que yo podía entender. Esto es muy importante ahora. Cuando ves que hay autores israelíes juzgados e insultados por escribir desde la perspectiva de un palestino, o a escritores turcos que intentan escribir desde la perspectiva de alguien de Kurdistán. Hoy en día es como si estuviera prohibido, no puedes ponerte en el lugar de los demás. Perteneces a un lado y no puedes salir de él. Pero tal vez la literatura sea una forma de recordar que quienes los líderes te dijeron que eran tus enemigos, quizás no lo sean. Quizás es otro ser humano al que puedes entender y querer. Así que sí, creo que necesitamos la literatura, incluso más que antes. La literatura es una forma de recordar que quien los líderes políticos te dijeron que eran tus enemigos, quizás no lo sean Leila Slimani — Escritora ¿Existe ‘cura’ ante el desarraigo que provoca tener que emigrar de su país? La inmigración es una aventura muy, muy compleja. Un viaje muy largo. Puede haber un padre que llegue y se necesiten hasta dos generaciones hasta que aparezca la primera persona que realmente se sienta de ese país. Es difícil y requiere de mucha energía por ambas partes, tanto para integrarte como para acoger a las personas. Lo que ahora estamos perdiendo es esa reciprocidad. Es imposible integrarte si la gente no te quiere, y es imposible acoger a gente si no quieren integrarse. Así que al final, tenemos que trabajar juntos. Es una cuestión muy compleja y con muchos matices, y me molestan mucho las personas que siempre tienen soluciones simples, porque no las hay. Tenemos que intentar comportarnos como seres humanos y ver la situación tal y como es. Todos deberíamos preguntarnos qué podemos hacer para mejorar la situación.

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