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Michel J. Sandel: "Clinton, Blair y Schröder tienen gran parte de culpa por el auge de la extrema derecha"

Michel J. Sandel: "Clinton, Blair y Schröder tienen gran parte de culpa por el auge de la extrema derecha"
El pensador estadounidense, académico de Harvard y uno de los máximos defensores de los valores de la socialdemocracia, acaba de publicar junto al economista Thomas Piketty 'Desigualdad', una conversación entre ambos donde alertan del peligro de la creciente brecha económica y social en el mundoEl último 'Rincón de pensar' - Ann Marie Lipinski: "En los últimos años lo que a mucha gente le parece periodismo es cada vez más opinión" Michael J. Sandel, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018, tiene un canal de Youtube por el que se emiten sus clases magistrales en la universidad de Harvard, de la que es uno de sus mayores exponentes en materia de pensamiento. Dicho canal, con audiencias sorprendentes para un filósofo, le sirve para dar un respaldo intelectual a las propuestas de gente como el senador Bernie Sanders o la congresista Alexandra Ocasio-Cortez, las principales voces dentro del Partido Demócrata que plantan cara a Trump desde que este regresara al poder. Sandel, socialdemócrata a la antigua usanza, acaba de editar junto al economista socialista Thomas Piketty Igualdad (Debate/Edicions 62 en catalán, 2025), una fascinante conversación entre ambos donde desgranan las causas y las soluciones al inquietante curso que está tomando la política mundial. Aprovechando la promoción del libro, el filósofo ofreció una charla en la librería Documenta de Barcelona el pasado día 15 de mayo. Esa misma mañana atendió a elDiario.es. Ustedes citan en su libro con recurrencia las socialdemocracias suecas y británicas de los 40 y 50, donde destacaba el origen obrero de muchos de sus ministros. Aneurin Bevan, padre de la sanidad pública británica, era un minero galés y no un doctor de la London School of Economics. ¿Se han alejado los gobiernos actuales de las clases populares? La clase obrera y la clase media baja se han visto totalmente excluidas de los órganos de gobierno en Occidente, que ahora están casi exclusivamente ocupados por personas con titulaciones universitarias y estudios superiores que tienen un coste económico importante, por lo que quedan limitados a personas con poder adquisitivo. Y es un fenómeno que, aunque viene de las décadas de los 80 y los 90, se ha acelerado en las últimas dos décadas, tras la crisis financiera de principios del siglo XX. Esta desconexión entre unas élites cada vez más cualificadas y ricas y una mayoría sin estudios superiores y una situación económica cada vez más precaria, ha generado una desigualdad que no solo es económica, sino también de trato, de respeto. La gente que no está entre los ganadores de la globalización se siente maltratada y ciertamente las nuevas élites les faltan al respecto, no los ven como unos iguales sino como unos fracasados, y eso genera un gran resentimiento. A este resentimiento se suma el fenómeno que comentas, que en los gobiernos de izquierda actuales todos sus miembros son de la élite intelectual y están lejos de los problemas de la clase obrera. Por lo tanto, esta se siente desamparada... En efecto, se siente menospreciada por las élites de la globalización ultraliberal y, al mismo tiempo, abandonada por los partidos que se supone que deberían defender sus intereses y poner remedio al agravio de la desigualdad. Y es entonces cuando aparece en escena la extrema derecha populista. Así es, porque saben leer el descontento de las clases obreras y escuchar sus quejas, aunque luego las soluciones que propongan sean totalmente disparatadas. De este modo podemos explicar el auge de Le Pen en Francia, de AfD en Alemania, del Brexit en Reino Unido y, por supuesto, de Donald Trump en Estados Unidos. Llegamos a la actual situación paradójica de que la clase obrera vota a la extrema derecha y las élites tienden a votar por los partidos progresistas. ¿Está fomentando la enseñanza universitaria actual una sensación de superioridad en la gente con títulos respecto al resto? Creo que es un problema de enfoque y de mensaje. Se trasmite un ideal meritocrático según el cual, quienes consiguen mejores resultados académicos se merecen ser ricos, a diferencia del resto. O si lo prefieres, si tienen éxito en la vida es gracias a su valía y su esfuerzo personal. Ese es un mensaje muy perverso. Yo le he dedicado un libro entero, La tiranía del mérito (Debate, 2020), en el que menciono que la meritocracia es un peligro para la sociedad. El motivo es que no es cierto que hayas conseguido las cosas por ti solo, detrás hay todo un estado del bienestar que te ha permitido acceder a la universidad, tener una buena salud o unos derechos garantizados por un sistema legal. Y eso se paga entre todos. La meritocracia es un peligro para la sociedad porque no es cierto que hayas conseguido las cosas por ti solo, detrás hay todo un estado del bienestar que te lo ha permitido ¿Cree que la eliminación o reducción de materias como la filosofía o las ciencias sociales en la educación puede haber tenido que ver en ello? Totalmente. La erradicación de las materias que citas suponen la marginación de los valores de civismo, solidaridad y reflexión del sistema educativo, de modo que los estudios están únicamente enfocados a que ganemos, y hagamos ganar, más dinero. Para nada pretenden crear individuos sociales, solidarios, conscientes la importancia de la comunidad. Definitivamente, hay que reintroducir las materias sociales en la educación; también en las carreras universitarias, incluidas las más técnicas. ¿Gente como Elon Musk, Mark Zuckerberg o Jeff Bezos son el síntoma de esta educación meramente técnica y privada de valores cívicos? Lo son ellos y la filosofía que han dado a sus empresas, que no son más que máquinas de ganar dinero sin apenas aportaciones a la sociedad. Ahí tienes a Elon Musk esquilmando la administración federal, despidiendo trabajadores sin siquiera plantearse la utilidad de sus trabajos para la gente. El filósofo Michael J. Sandel durante la entrevista con elDiario.es en Barcelona. Usted ha sido muy crítico ya desde los 90, con su libro El descontento democrático, publicado en 1996, con los líderes de la socialdemocracia europea de esa época, sobre todo con Tony Blair y Gerhard Schröder, y también con Bill Clinton en Estados Unidos. ¿De qué les acusa? Cuando llegaron al poder, en lugar de enmendar todo el proceso de deconstrucción del estado de bienestar realizado por Ronald Reagan en Estados Unidos, Margaret Thatcher en Inglaterra o Helmut Kohl en Alemania, lo que hicieron fue abrazar la filosofía neoliberal de estos, la que fía la preservación del bien común al beneficio económico y financiero en los mercados. Así, le dijeron a la gente que había sufrido la pérdida de los servicios y prestaciones del estado, que les ayudaban a tener un nivel de vida digno: “Si no quieres ser pobre debes esforzarte, debes al menos intentarlo”. Y eso es una perversidad absoluta, una implantación de la meritocracia que básicamente dice: “El que es rico es porque lo merece y el que es pobre es porque no merece ser rico”. Blair y otros líderes de izquierda de los 90 mercantilizaron hasta cierto punto la educación y la sanidad, abriendo la puerta a que los gobiernos neoliberales que les precedieron terminaran por hacerlo casi totalmente Esta máxima, que Tony Blair bautizó como “capitalismo con rostro humano”, como si eso pudiera existir, no tiene en cuenta los condicionantes de clase, de salud o de educación de muchas de las personas desfavorecidas. Es más: Blair y otros mercantilizaron hasta cierto punto la educación y la sanidad, abriendo la puerta a que los gobiernos neoliberales que les precedieron terminaran por hacerlo casi totalmente, con lo que los desfavorecidos todavía tuvieron mucho más difícil superar sus hándicaps. ¿Pero no cree que si hubieran planteado una propuesta radical frente al ultraliberalismo de Reagan y otros tal vez nunca hubieran ganado las elecciones ni gobernado? Porque para llegar al poder tuvieron que convencer a parte del electorado conservador, y eso precisaba decir “no temáis, no os vamos a acribillar a impuestos ni a quedarnos con vuestro patrimonio”. Bueno, esa que mencionas es la excusa que dieron cuando se les pidieron cuentas: “No tuvimos otro remedio, era o el mercado o la nada, el estado del bienestar por sí solo no es viable”. Pero resulta que ese era precisamente el mensaje con que nos machacaron Reagan y Thatcher: “O el mercado o la ruina”. Y con esa filosofía, ahora estamos como estamos, con la extrema derecha en auge y Bernie Sanders liderando un discurso que ellos tenían que haber hecho hace 30 años. La extrema derecha está en auge en todo Occidente, incluyo a Trump y los suyos, no porque la clase obrera se haya vuelto ultra de la noche a la mañana, sino porque cuando pudieron corregir el rumbo, esos líderes supuestamente de izquierdas todavía dieron más impulso al neoliberalismo, que se vio sin cortapisas para especular y hacer y deshacer a sus anchas, algo que nos llevó al crash de 2008. La gente enfadada vota por opciones contra el sistema porque sienten que este no solo les ha traicionado, sino que también les falta el respeto Y encima le faltaron al respeto a la gente diciéndole que eran pobres porque no se esforzaban... Entonces, lógicamente, la gente enfadada vota por opciones contra el sistema, porque sienten que no solo les ha traicionado, sino que, además, no les respeta. Tampoco Obama se salva de sus críticas. Cuando en 2008 el sistema financiero se hundió, en lugar de reconvertirlo desde cero, lo que hizo fue rescatarlo y ponerlo a funcionar de nuevo con todos sus defectos. Desde entonces la desigualdad en el mundo se ha disparado. ¿Cree que la Unión Europea como proyecto tiene posibilidades de retomar una socialdemocracia de calidad que recupere de nuevo la senda de la paz social? Ojalá pueda ser así. Yo espero que los países europeos se den cuenta del valor de sus estados del bienestar y los preserven y potencien todavía más. También que se mantengan firmes en la alianza con Ucrania contra la Rusia de Putin, porque representa los valores opuestos a los europeos y occidentales en general. Lo espero sinceramente porque creo que de seguir en el poder Trump o los suyos, a la Unión Europea se le exigirá más en el resto del mundo que sea una potencia de referencia y mediadora. ¿Considera que el aumento del presupuesto en defensa que ahora se está debatiendo en toda la Unión Europea es necesario o, al contrario, puede mermar esas inversiones tan necesarias en sanidad y educación? Es una disyuntiva complicada, que exige equilibrio. Si se quiere preservar los valores socialdemócratas frente a Rusia, Europa ciertamente debe estar en condiciones de defenderse ahora que no cuenta con Estados Unidos, lo que supone tener un ejército capaz de ello. Pero el aumento del presupuesto en defensa no puede hacerse a cualquier precio, hay que preservar las inversiones en sanidad, educación, infraestructuras, etc. De todas formas tengo esperanza en que pasados estos cuatro años, Estados Unidos regrese a la sensatez y tengamos de nuevo un presidente multilateralista que se implique otra vez en la defensa de lo que supone Europa como valuarte de unos valores compartidos. El aumento del presupuesto en defensa no puede hacerse a cualquier precio, hay que preservar las inversiones en sanidad, educación, infraestructuras, etc. Defiende usted que muchos votantes de Trump no lo son por racistas, fascistas o incluso negacionistas, sino por desengañados y desesperados. En ese sentido, ¿es un error poner un cordón sanitario a los partidos como FN en Francia o AfD en Alemania? ¿No hay riesgo de enfadar más a sus votantes? El cordón sanitario lo veo necesario para impedir que lleguen a la administración del poder, pero es cierto que con eso no basta, paralelamente hay que articular un discurso realista y emotivo en defensa del estado del bienestar y la democracia, hay que convencer a los votantes de que vale la pena apostar por ello. Pero entonces no vale a la primera de cambio decir que no hay alternativa al mercado, que la meritocracia y la mercantilización de los pilares del Estado [educación y sanidad] es la única solución. El discurso debe ir acompañado de hechos y de compromiso. En este sentido, usted apuesta en sus ensayos por un sorteo para elegir los miembros del Senado, que no legislan pero sancionan. ¿Debería ser de asistencia obligatoria? Lo ideal sería que así fuera y que el sorteo fuera entre miembros de todas las clases sociales. De todos modos, he ido puliendo mi propuesta y creo que tal vez sería interesante la creación de asambleas ciudadanas, por sorteo y con asistencia obligatoria, para discutir y sancionar o hacer recomendaciones que los gobiernos deberían tener en cuenta.
eldiario
hace alrededor de 8 horas
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