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Apagón gubernamental

La mañana del 28 de abril, un apagón dejó a oscuras a buena parte del país. Pero lo que se apagó entonces no fue solo la electricidad: fue la imagen misma de un poder que ya no sabe, no puede, o no quiere iluminar a su nación. No fue una anécdota, sino la metáfora de una forma de gobernar basada en la indiferencia del Ejecutivo hacia las responsabilidades más básicas. El presidente, ausente ante una crisis, no hizo más que representar físicamente lo que su gobierno lleva años encarnando políticamente: el abandono deliberado del deber de gobernar. El 28 de abril confirmó la desconexión entre un poder que se protege a sí mismo y una nación que queda huérfana. El verdadero apagón es de conciencia. Y las consecuencias de tolerarlo podrían ser devastadoras. Se ha instalado un sutil mecanismo de decadencia: un poder que divide para reinar, que pacta con quienes desprecian la continuidad de España, que subordina la justicia a su conveniencia y la usa como herramienta oportunista, que convierte el dolor histórico en arma electoral, y que disuelve los lazos comunes con la frialdad de un burócrata calculador. Los gobernantes ya no son presencia protectora, sino sombras que esquivan el compromiso. Y no por simple incapacidad, sino porque quienes ignoran la crisis son, con frecuencia, los mismos que la causan, la alimentan o la instrumentalizan en beneficio propio. En los círculos más próximos al poder, donde debería habitar el ejemplo, proliferan las sombras del privilegio, el favoritismo y la impunidad. Cada subvención populista, cada concesión a los que intentan dividir el país, cada desprecio a las reglas no es un hecho aislado: es un golpe metódico al alma común del país y una prueba constante de su erosión institucional. Cuando la corrupción se convierte en atmósfera y la indignidad se vuelve costumbre, la democracia deja de regenerarse y empieza a corromperse. Mauricia Silva Lladó . Madrid Hace, justamente un año, Pedro Sánchez entró en pánico y durante unos días se apagó. Abandonó sus funciones y se permitió el lujo de permanecer en un silencio sepulcral. El pasado lunes, ante un crisis energética sin precedentes, con un país sin electricidad, miles de españoles encerrados en trenes, ascensores y sin poder comunicarse con sus familiares, con Portugal y parte de Francia damnificadas por el tremendo error de gestión, el señor Sánchez se ausenta y se refugia en la Moncloa durante 6 horas, ajeno a la cruda realidad de su país. La pregunta es la siguiente: ¿En una próxima crisis, Pedro Sánchez tendrá la misma reacción? Un nuevo abandono irresponsable de sus obligaciones como presidente del gobierno. Los españoles no nos podemos permitir un presidente incapaz de hacer frente a las adversidades, debe ser sometido a un control político. Si fuera un director o gerente de una gran corporación o empresa, su cese habría sido fulminante. José Elías Baturones . Sevilla
abc.es
hace alrededor de 16 horas
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