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Una ciudadanía ejemplar, una derecha deleznable

El apagón ha vuelto a brindar una lección a la sociedad. Algunos han seguido el mandato de la derecha española que induce a tener miedo. Muchos se han convertido en emisores y distrubuidores de bulos. Y la mayoría ha demostrado que en los grandes retos España se muestra como uno de los mejores pueblos del planeta. El apagón ha vuelto a brindar una lección importante a la sociedad y cada cual ha reaccionado como lo que es. Algunos han descubierto, han vuelto a descubrir, que no todo está previsto. Otros se han lanzado a arrasar los supermercados adscritos a la religión del “yo primero y el resto que se apañe”. Un número significativo ha seguido el mandato de la derecha española que induce a tener miedo, a llamar al ejército antes de buscar solución alguna, a ser súbditos con traje de libertad cervecera, y no ciudadanos. En la misma línea cada vez más individuos se han convertido en emisores y distribuidores de los bulos más descabellados. Irrepetibles por estúpidos, para estúpidos.  Y, sin embargo, la mayoría ha demostrado que España tiene ciudadanos con los que se puede contar y que en los grandes retos se muestra como uno de los mejores pueblos del planeta. Lo hemos visto ya muchas veces, desde los atentados del 11M a la pandemia. En lugar de a tener miedo funciona responsabilizarse de las soluciones que se puedan aportar y los ciudadanos de este país saben hacerlo de sobra. Son los que aún resisten la brutal acometida de quienes enturbian la política, el periodismo y la democracia obrando en su propio su provecho y el del clan. Los canadienses acaban de votar evidenciando que a la hora de la verdad lo que vale es resolver los problemas. Las personas sensatas ven el peligro y actúan en consecuencia: han mandado a galeras a la derecha contra todo pronóstico preTrump. Porque no son tiempos de entregar los asuntos de entidad a los miembros de esta secta sucia y ultra. Cuando se tiene mucha práctica, como el PP, se da la vuelta a lo más inverosímil. Comparar la gestión del Gobierno de Sánchez en el apagón, con la de Mazón en la DANA de la Comunidad Valenciana solo se le puede ocurrir a quien carezca del mínimo escrúpulo y crea que sus votantes y el resto de los españoles son imbéciles. La gestión de catástrofes del PP siempre nos ha salido muy cara. Pero no les pasa gran factura en votos. Una hora después de desencadenarse el apagón, Sánchez estaba ya en Red Eléctrica para gestionar la crisis. A las 24 horas se había restablecido, casi en su totalidad, la corriente eléctrica en toda la península. Miles y miles de personas se vieron afectadas de incontables formas, las comunicaciones dejaron varada a mucha gente sobre todo, aunque las consecuencias trágicas que sí se han producido como la muerte de una mujer en la Comunidad Valenciana al detenerse su aparato de oxígeno- podían haber sido mucho mayores. Los hospitales seguían funcionando, los bomberos rescatando personas de ascensores o ventanas, la seguridad en la calle también. En unas horas se estaba restableciendo la normalidad. Lejos de ser una gestión “lenta y lamentable” como dicen Ayuso y Feijóo, fue especialmente eficaz. No hubo Ventorro que detuviera al presidente en su obligación de gobierno. El brazo mediático del PP ha obviado la realidad para ensañarse una vez más con el Gobierno que le impide el acceso a todo el poder que, por fortuna, les negaron las urnas. Las críticas e insidias varias les están resultando muy eficaces. Hay quien parece creer como verdades de fe los autos judiciales con tufo a lawfare y a la vez traga sin problemas la corrupción del PP. El odio que han llegado a inocular contra Sánchez parece explicar que tantos ciudadanos prefieran correr los riesgos confirmados que supone el PP a ver su futuro con cierta objetividad. Nadie es perfecto, pero la diferencia es abismal. Tener que hablar de esta miseria que padecemos en España con tal derecha política y sus terminales mediáticas y judiciales sí es lamentable porque la jornada del apagón trajo otras evidencias mucho más reconfortantes. La gente que nos cuida a diario seguía estando allí y la ciudadanía en su conjunto se comportó una vez más como suele hacerlo en las grandes ocasiones: serena y eficaz. Generosa en muchos momentos. Hemos sabido de los que se volcaron en ayudar a quienes lo necesitaban. En todo el territorio nacional. Salvo en la sede el PP y en los medios que dan altavoz a sus improperios. Una lección de realismo retornar a lo analógico para intentar informarse. Convertir las velas y las pilas en productos de primera necesidad. Por cierto, en algunas tiendas regentadas por chinos –adonde los ciudadanos acudieron en masa– racionaban el número de unidades a vender por persona para que llegaran a más gente, dando ejemplo. Terrible la sensación de no poder comunicarse. Los móviles no establecían señal, ni con los números de emergencia. Nos ha cazado una dependencia absoluta de la energía eléctrica y asimilados. Es una situación incómoda a liberar. Ocurrió a media mañana cuando algunos llevábamos ya casi una jornada de actividad. Los semáforos apagados daban una pista. Llegas a casa. La puerta del garaje no abre y el acceso es en cuesta pronunciada y una sola dirección. Y ahí empieza la ayuda de desconocidos y de manos amigas. El trasiego por las interminables escaleras en las que no reparaste cuando el cuerpo puede con todo. A quienes no se animaban a subir, les sacaban una silla de las tiendas. En cierto modo recordó a la solidaridad de la pandemia. Aquella que tuvimos hasta que llegaron las huestes cayetanas. Anuncia el presidente Sánchez que pedirá responsabilidades a los operadores privados de energía porque “esto no puede volver a pasar”, dice. Ha de hacerlo, en serio. Y en muchos otros puntos que fallan en muchos otros terrenos que nos lastran como sociedad. Entre Felipe González y Aznar nos vendieron las eléctricas para pasar a convertirse en consejeros a gran sueldo de un par de estas empresas. La mayoría de los países europeos mantienen mayoría pública en sectores estratégicos como la energía. Aznar le vendió a la Italia de Berlusconi Endesa. Son así de rumbosos. Aquí lo escribí en su día, en 2009.  La batalla soterrada de la actualidad es por mantener las centrales nucleares y oponerse a las renovables. Tema muy querido por la derecha, y en particular por José María Aznar. También por González, se dice, algo más discretamente. El peor apagón, sin embargo, es el que nubla la democracia en este país, la decencia. No es soportable más tiempo el ataque impune del PP a sus enemigos políticos, y lo han vuelto a hacer como tantas otras veces en las que demuestran lo poco que les importan las víctimas, sean las que sean. La salida en tropel de los pesos pesados del PP como banda de facinerosos a tratar de inculpar al gobierno, también del apagón, es un mal augurio. Se superan unos a otros como en una competición. El último, por el momento, en intentar ganar el podio de la desvergüenza ha sido Borja Semper: “Sánchez confirma que su prioridad es protegerse. Sin autocrítica, sin asumir responsabilidades y con Red Eléctrica como cabeza de turco. Relato inasumible para cualquier gobierno. Vergüenza nacional. Ridículo internacional”. Un intento tal vez de apaciguar el gran fiasco de su Mazón en Valencia y dar un paso más en sus ambiciones monclovitas. Los cómplices mediáticos entretanto producen sonrojo, pero siempre es así. Pero no puede salir gratis lanzar tanta acusación falsa. Tenemos un problema muy serio si esto sigue avanzando a este ritmo y sin control. La próxima catástrofe podría estar gestionada por el PP con cuanto implica. Ustedes verán. El Gobierno y sus socios y afines han de abordar también eso. Más que nada es por la integridad física y psicológica de los españoles decentes. Hubo ratos de silencio muy reparador. Por fin pudimos ver un cielo estrellado en Madrid y la llegada de la luz a las ventanas y balcones, anunciada por sirenas de la policía y coronada por aplausos, convirtió la ciudad en un pueblo habitable. A la mañana siguiente llegaron vociferando ellos otra vez. Ya saben.  
eldiario
hace alrededor de 14 horas
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