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Cómo contar Gaza

Cómo contar Gaza
Los detalles son lo que humanizan a las personas y evitan convertirlas en una causa política e incluso partidista, el refugio siempre perfecto para los tiranosLos palestinos se mueren de hambre en Gaza en medio de otra ofensiva israelí: “Es el infierno en la Tierra” Estos últimos días, mientras editaba piezas para la sección de Internacional, me he enfrentado a un dilema habitual y sin respuesta definitiva en las redacciones cuando cubrimos el horror: qué foto poner. Cuando escribes “Gaza” en el buscador de las fotos de Getty, un día cualquiera, te da un vuelco al corazón. Muchas de esas imágenes, hechas por los pocos y heroicos periodistas que quedan dentro de la Franja, tienen un aviso sobre el “contenido explícito”, es decir, perturbador de las fotos. Estos días hay dilemas sobre todo con las fotos de menores, los más vulnerables, las grandes víctimas, con imágenes de personas de unos pocos años esqueléticas e incluso de cadáveres. El respeto a los menores es una de las reglas básicas en la ética periodística, pero su aplicación siempre ha traído preguntas sin respuesta clara. ¿Es justo borrar la cara de cualquier hijo de un actor o político que quiere preservar su privacidad aunque la exhibe cuando le viene bien, y exponer sin límites a los menores que sufren lo indecible en las partes más pobres del mundo? ¿Es necesario el contenido “explícito” para que los lectores entiendan la gravedad de lo que pasa? ¿Está justificado el fin cuando después de años de fotos de la realidad más terrible nada parece cambiar? Lo que hacemos habitualmente es tomar decisiones caso a caso con algunos límites básicos. Evitamos fotos de cadáveres reconocibles, pero sí publicamos fotos de menores que sufren. Elegimos para intentar equilibrar el dolor y lo que puede parecer morbo, y por supuesto dependemos de agencias de noticias que ya han hecho en gran medida ese trabajo previo por nosotros. Las grandes agencias internacionales como Getty, Associated Press o France Presse y sus fotógrafos ya han tomado muchas de esas decisiones por quienes estamos en las redacciones, con profesionalidad y cuidado. Deberíamos, de hecho, aprender de ellos para tomar decisiones que dependen más de cada redacción y de cada reportero que escribe un texto: la elección de las palabras. Es difícil que tengan tanta fuerza como las imágenes, pero intentar transmitir con el máximo detalle disponible lo que pasa es nuestro reto cada día. En el caso de la guerra de Gaza, y también de la de Ucrania, es inevitable caer en palabras genéricas y que empiezan a carecer de significado, entre la deshumanización y la apariencia de opinión, pero lo más valioso que podemos hacer es contar hasta donde podamos historias concretas, con detalles, con testimonios y las cifras disponibles para intentar entender la dimensión de lo que pasa. En el caso de Gaza, cada vez es más difícil, porque, como explicaba esta semana el sindicato de periodistas de la agencia France Presse, en uno de los comunicados más dramáticos que he leído sobre una cobertura, los últimos reporteros en Gaza no tienen fuerzas, debilitados por el hambre, y no pueden ir a ningún sitio más que a pie. La agencia confirmaba este relato y contaba sus esfuerzos para evacuar a sus últimos colaboradores antes de que mueran. Contar que los últimos reporteros ya no tienen comida, que los médicos se desmayan de hambre, que los trabajadores humanitarios que intentan ayudar también están en las colas donde se arriesgan a morir acribillados por los soldados israelíes explica qué pasa más que ponerle una etiqueta repetida y aplicada en el pasado a la ligera. Los detalles son lo que humanizan a las personas y evitan convertirlas en una causa política e incluso partidista, el refugio siempre perfecto para los tiranos. Visto lo visto en esta guerra y en la de Ucrania, contar bien lo que pasa tiene un efecto limitado cuando suficientes poderosos tienen otros intereses y carecen de escrúpulos. Pero cada uno tiene su responsabilidad en intentar hacer el trabajo lo mejor posible. Como periodistas, esta es la nuestra.

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