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Giscard, mandarín maravilloso

La penúltima vez que lo vi, en Ginebra, a comienzos de 2016, Giscard era el viejo león de siempre. Invitado de honor (creo que bien remunerado) en una cena de banqueros, físicamente debilitado pero impecable con su esmoquin y su porte, se disculpó por hablar sentado y pronunció una brillante disertación en defensa de Europa frente a la amenaza del Brexit que se vislumbraba en el horizonte. Hablaba con su habitual precisión, basándose en unas pocas notas, sin un texto escrito. Al final, se formó un tumulto a su alrededor, sobre todo de damas de un 'certain âge', que querían que les firmara el menú ante la falta del discurso. Cuando llegó mi turno de saludarlo (sin menú), fingió reconocerme... Ver Más

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