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La torrija de Proust

SEVILLA es todavía una ciudad estado, como lo fueron Génova y Atenas, como acaso solo lo siga siendo Venecia. Su poder, como el de la ciudad de los canales, no es terrenal, ni siquiera espiritual, sino temporal, acontece en un tiempo que, como el que perseguía Proust en esa catedral de la literatura que es «En busca del tiempo perdido», parece irremediablemente extinguido. El mecanismo proustiano para recobrar ese tiempo, la llamada memoria involuntaria, adopta en sus siete volúmenes, feliz y recientemente reeditados en traducción de Mauro Armiño por la sevillana editorial El Paseo, mil formas diferentes, pero la levadura del lugar común se ha empeñado en hornear la célebre magdalena, en realidad un bizcocho en forma de concha peregrina.... Ver Más

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