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Danielle Allen: “La política nacional en EEUU es cruel, corrupta e incompetente, y nosotros no somos nada de eso"

Danielle Allen: “La política nacional en EEUU es cruel, corrupta e incompetente, y nosotros no somos nada de eso"
La catedrática de Harvard, escritora y líder de varios proyectos cívicos especializada en democracia es una de las voces que ha defendido el pluralismo y la necesidad de más diversidad ideológica en la universidadEl último 'Rincón de pensar' - Gabriel Ventura, poeta y escritor: “Una de las formas de rebelión actuales pasa por no ser tan pesimistas con Internet” Danille Allen es catedrática de Filosofía Política, Ética y Políticas Públicas de la Universidad de Harvard, directora de un centro para la renovación de la democracia que lleva su nombre en la Escuela de Gobierno y directora de un centro sobre educación cívica. Su último libro defiende el ideal de justicia basado en la igualdad política y una democracia más inclusiva que no permita el monopolio del poder de unos pocos. En su carrera de tres décadas como profesora, líder de proyectos cívicos e incluso candidata a gobernadora, una de sus ideas constantes es la importancia de mantener espacios de debate abiertos y fomentar el pluralismo, incluso a costa de aceptar voces que cuestionan los principios más básicos. Cuando llegó a la Universidad de Princeton a finales de los 80 como joven estudiante de Lengua y Literatura Clásicas, Allen cuenta que hasta le escupieron en el campus. Entonces se describía como conservadora, una excepción en aquel entorno. Allen había crecido en una plácida y rica ciudad dormitorio de Los Ángeles y su padre, filósofo político, era presidente de la comisión de derechos civiles de Ronald Reagan y se había presentado como republicano al Senado. Su madre, académica y bibliotecaria, venía de una familia luchadora por el sufragio femenino. La pareja –William, afroamericano; Susan, blanca– se había casado cuando los matrimonios interraciales eran ilegales en parte de Estados Unidos. Acostumbrada a la mezcla étnica de California, a Danielle le sorprendió que en Princeton hubiera fraternidades y grupos de estudios de afroamericanos aparte y escribió un artículo en el periódico universitario criticando esa segregación. No sólo los compañeros la rehuían, sino que también recibió gritos. Hoy Allen se describe como progresista y cuenta que sus ideas empezaron a cambiar en ese mismo campus, sobre todo a partir del debate sobre la desigualdad. Uno de los aspectos que la empujó a darle la espalda a los republicanos fue ver cómo ignoraban el problema. La experiencia dentro de su propia familia también la ha marcado, en particular la encarcelación de su primo y su muerte después en medio de la discriminación y la violencia las armas, una historia sobre la que escribió un libro. En 2021, Allen se presentó a gobernadora de Massachusetts por el Partido Demócrata (se retiró de las primarias antes de la votación). Sus ideas se fueron hacia la izquierda, pero siempre ha mantenido la idea de intentar entender a quienes piensan diferente, sobre todo si están en minoría. Danielle Allen durante un evento de su campaña a gobernadora en 2021, en Boston, EEUU. En Harvard, donde llegó en 2015 después de ser catedrática de Lengua, Literatura y Política Clásicas en la Universidad de Chicago, ha sido una de las voces críticas con la falta de diversidad ideológica –tanto de los profesores como de los estudiantes, marcadamente a la izquierda– y de algunas políticas de diversidad, que en su opinión han sido contraproducentes para la integración de las minorías con apariencia más que cambios de fondo. Allen cree que es posible hablar con todo el mundo, si bien defiende que la Universidad no le debe dar una plataforma a cualquiera. Hace unas semanas, fue criticada por acudir a un debate a petición de sus estudiantes con Curtis Yarvin, un bloguero de extrema derecha que cuestiona la democracia y la igualdad racial y cree que Donald Trump debería convertirse en un monarca absoluto. Allen dice que acudió a la cita por el interés de sus estudiantes y la importancia de rebatir con argumentos lo que decía Yarvin y así exponer sus errores “profundos”. Hablamos unas horas después de que la Administración Trump le abra otra investigación a Harvard sobre sus estudiantes internacionales y de que la Universidad de Columbia acepte el pago de una multa de 200 millones de dólares por supuestamente no haber protegido a sus estudiantes judíos del antisetimismo. Esta es parte de nuestra conversación, editada por extensión y claridad. ¿Le preocupa que el acuerdo aceptado por la Universidad de Columbia sea la plantilla del Gobierno Trump para Harvard? Probablemente será la plantilla. Por lo que he leído me parece, en realidad, un acuerdo relativamente razonable en el sentido de que la universidad no ha admitido ni aceptado la culpa en relación con las cosas que se han alegado. Eso es apropiado. Y no creo que Harvard deba hacerlo tampoco. La universidad mantiene el control sobre la contratación y las admisiones, y sobre sus programas académicos. Habrá que ver los detalles, pero puede que no sea una locura. Danielle Allen en la presentación de su candidatura a gobernadora de Massachusetts el 15 de junio de 2021, en Boston. Usted ha sido crítica en el pasado con las políticas de inclusión, ¿qué piensa ahora que el Gobierno cuestiona hasta el uso de las palabras inclusión y diversidad? Todavía no entiendo dónde estamos. Siempre ha habido diferentes prácticas que podrían construirse sobre nuestra estructura legal contra la discriminación. Y diferentes gobiernos han seguido diferentes prácticas. Por ejemplo, uno de los primeros decretos del presidente Joe Biden introdujo un marco muy específico para pensar en temas de diversidad e inclusión que no estaba completamente alineado con lo que la gente ya estaba haciendo. Lo que está haciendo la Administración Trump es eliminar ese marco de la era Biden. No creo que sepamos aún la respuesta a cómo dar forma a los esfuerzos para lograr comunidades inclusivas y justas de forma consistente. Pero no creo que la nueva interpretación de nuestras leyes contra la discriminación deba acabar con la labor de construir comunidades inclusivas y justas. Sí creo que es una oportunidad para desarrollar nuevos paradigmas. Pero algunas empresas ya están eliminando las políticas de diversidad, sin cambiarlas por un nuevo paradigma. ¿Existe el peligro de que no haya nada? Sí, existe el peligro de que la gente responda al nuevo momento llegando al extremo de reinventar prácticas discriminatorias. Y creo que ese peligro debe ser nombrado e identificado. No creo que sea necesario según la ley. Las empresas que han simplificado su vocabulario, sus programas y demás no tenían un compromiso profundo con la inclusión y la equidad. Porque la inclusión y la equidad son perfectamente compatibles con el marco legal existente. ¿Cuál es el nuevo paradigma del que usted habla para la universidad y otros espacios? Siempre he defendido la excelencia para todos. Esto significa tener claros los estándares de logro que se buscan y personalizar el proceso de aprendizaje de cada persona para que pueda alcanzarlos. La diferencia es que no se trata de comparaciones grupales. Por ejemplo, permite ver de forma integral lo que necesita cada individuo para alcanzar el estándar de excelencia establecido para la actividad en la que trabaja. Parte del problema que hemos tenido es que, durante demasiado tiempo, hemos organizado nuestro trabajo mediante objetivos que dependen de la comparación entre grupos. Se abre otro universo si, en cambio, lo que haces es organizar tu trabajo en relación con un estándar de excelencia que se establece externamente en función de lo que cualquier grupo en particular esté haciendo en ese momento. El rector de Harvard, Alan Garber, agradece la ovación de estudiantes y colegas durante la graduación en medio de la batalla con el Gobierno de Donald Trump, el 29 de mayo, en Cambridge, EEUU. ¿Y esto incluye la diversidad ideológica, como nuevo objetivo en el que insiste ahora el rector de Harvard, Alan Garber? No es una visión nueva. Se ha trabajado como parte del paradigma para la inclusión durante mucho tiempo. Y este es un paradigma donde reconocemos que nos reunimos en comunidades de todo tipo de orígenes. La raza y la etnia importan, y la sexualidad y el género, pero también lo hacen el punto de vista y la fe, el origen geográfico, la experiencia familiar y otros factores. El pluralismo captura la idea de que somos diversos en nuestras identidades y divergentes en nuestras ideologías, y todo eso es bueno. Nuestro trabajo es promover los activos que todas las personas traen de diferentes contextos y apoyarlas tanto para su propio crecimiento como para nuestro aprendizaje colectivo en un campus. Y cuando se tiene ese enfoque, se integra el ideal de la excelencia para todos, en el sentido de que las personas provienen de diferentes lugares, pero intentamos asegurarnos de que todos estén en el camino hacia la excelencia. Además, logramos la excelencia juntos gracias al tipo de aprendizaje que podemos conseguir gracias a los diversos puntos de vista y experiencias que todos aportamos. La raza y la etnia importan, y la sexualidad y el género, pero también lo hacen el punto de vista y la fe, el origen geográfico, la experiencia familiar y otros factores. El pluralismo captura la idea de que somos diversos en nuestras identidades y divergentes en nuestras ideologías, y todo eso es bueno ¿Qué hace falta? Esto requiere un conjunto de habilidades que se centran en las conexiones y los puentes entre personas, y en aprender a comprender el punto de vista de los demás. Llevamos más de 100 años intentando desarrollar este enfoque pluralista para forjar comunidades para la inclusión y la equidad. Incluso en la última década, mucha gente ha trabajado en ello, especialmente en los campus universitarios. Se trata de empezar por un compromiso con ese concepto de pluralismo, para ver todos los aspectos del ser humano y también, en concreto, las habilidades que puedes apoyar para que las personas activen sus características diferentes de forma productiva y colaboren entre sí. ¿Es más difícil esta conversación sobre el pluralismo ahora que hace 10 o 15 años, cuando en Harvard y otras universidades se planteaba la escasez de voces conservadoras, pero esas voces no incluían tanto como ahora el cuestionamiento de la democracia o de la realidad? Siempre hay límites, claro. Para cualquier programa o conferencia, hay que hacerse dos preguntas. Primero, ¿qué opiniones difieren más de las mías? Y luego, dentro de ese grupo de personas cuyas opiniones difieren más de las mías, ¿quién trabaja articulando esos puntos de vista de acuerdo con los estándares de uso de la evidencia y el razonamiento? Y eso significa que hay algunas figuras a las que no se invitaría a participar en una universidad. Yo no incluiría a Curtis Yarvin [el bloguero ultra con el que ella debatió] en esa categoría. Creo que no se adhiere a los estándares de evidencia y razonamiento. Pero hay muchas otras personas con posturas muy diferentes a las mías que sí se adhieren a esos estándares, y deberían ser invitadas a un campus universitario... Hay mucha gente en el mundo que encaja en esos dos criterios. Así que hay muchas oportunidades para un entorno intelectual mucho más rico. ¿Valió la pena debatir con Curtis Yarvin, aunque no entrara en esos criterios? Me alegro mucho de haberlo hecho. Y ahí es donde hago la distinción entre la esfera pública y la universidad. Creo que en la esfera pública, tenemos que debatir ante cualquier voz o postura influyente. Es la única manera de responder. Fue una experiencia extraña en el sentido de que sus argumentos por escrito son más extremos que los que presentó en persona. Y yo había pasado el fin de semana leyendo su libro. Así que había una especie de disonancia cognitiva entre lo que acababa de leer y cómo lo presentaba él en el escenario. Pero era importante para mí estar allí y articular una visión alternativa sobre cómo podemos responder a la evidente disfunción de nuestras instituciones en esta era. En la esfera pública, tenemos que debatir ante cualquier voz o postura influyente. Es la única manera de responder Usted suele hablar de la reforma de las instituciones como prioridad, pero ¿cómo se puede hacer en este contexto que parece marcado por la urgencia de lo que está sucediendo? Yo lo veo así: somos como un oso atrapado en el bosque con el pie en una trampa mientras nos atacan los lobos. Y los lobos son una amenaza muy urgente. Pero la verdad es que será mucho más fácil lidiar con los lobos si logras salir de la maldita trampa. Es como cualquier otra película de acción: tienes que aguantar algunas mordeduras de lobo mientras sales de la trampa para poder entender, domesticar a esos lobos, convertirlos en perros de trineo. Las instituciones han sido capturadas por nuestros partidos políticos de tal manera que solo responden a una pequeña minoría de nuestra población, y eso ha polarizado nuestro poder legislativo. Y luego, la polarización en el poder legislativo provoca una disfunción que crea un vacío. Y entonces el poder ejecutivo simplemente llena ese vacío porque la gente quiere ver que se haga algo. Están hartos de que nunca pase nada. Y, como resultado, existe un gran anhelo por un ejecutivo fuerte. Las instituciones han sido capturadas por nuestros partidos políticos de tal manera que solo responden a una pequeña minoría de nuestra población Esa es la trampa en la que estamos atrapados. Y podemos seguir luchando en nuestras elecciones cada dos años. Ambos bandos se sienten atacados por lobos. Pero no cambiaremos la dinámica a menos que logremos salir de la trampa. Así que podemos, o bien luchar contra los lobos eternamente, o bien aguantar algunas mordidas de lobo y salir de la trampa. En ese sentido, creo que el proyecto de reforma es lo más urgente y a corto plazo. ¿Quién podría acometerla? Hay un movimiento de reforma de la sociedad civil en todo el país. Sin duda, la situación política es complicada. Así que es difícil decir si podremos abrir espacio dada la lucha feroz que se está librando. Creo que no está claro, sinceramente. ¿Ve usted un peligro real para la supervivencia de la democracia estadounidense? Nuestro país, como todos los demás del mundo, atraviesa tiempos difíciles. Nos he descrito como un oso atrapado entre los lobos. Y luego hay un incendio forestal que arrasa el bosque. Ese incendio forestal es la inestabilidad económica global alimentada primero por la globalización y ahora por la tecnología, y ambas también están alimentando el cambio climático. Todo lo cual en conjunto lleva a niveles sin precedentes de migración humana, lo que a su vez impulsa la ansiedad cultural y la inestabilidad. Todos estamos lidiando con turbulencias a ese nivel. Y en ese sentido, cada sociedad en este planeta tiene una crisis de gobernanza y tiene que preguntarse: ¿Tenemos las instituciones para navegar a través de este grado de turbulencia para lograr la seguridad y la felicidad de las personas? Si afrontamos esos desafíos, el tiempo dirá si tenemos éxito. Aquí hay mucha gente trabajando en esto. Tengo fe en el pueblo estadounidense y en nuestra capacidad de resistir. ¿Es Estados Unidos una autocracia competitiva o se le pueden aplicar etiquetas similares? No hay duda de que hemos experimentado cambios considerables y que se han estado gestando durante un tiempo. Trump los ha llevado a nuevas cotas, pero definitivamente se han gestado antes. Así que tenemos un ejecutivo unilateral en este momento, algo que no era para lo que se diseñó nuestra Constitución. Es una ruptura muy drástica. Y tenemos un poder legislativo disfuncional. Hemos perdido la supremacía del poder legislativo, que se supone es lo que define una sociedad libre. Vivimos en tiempos difíciles. Y encontrar la manera de recuperar la supremacía del poder legislativo es lo más importante que debemos hacer. ¿Ve usted un peligro en particular para la libertad de expresión por lo que ha pasado en los últimos meses? Ciertamente ha habido un efecto silenciador. De eso no hay duda. Y no creo que uno se reprima a menos que haya peligros reales. ¿Está más en peligro la libertad de expresión en los campus desde que ganó Trump? Hemos visto a estudiantes detenidos por lo que han dicho, así que la respuesta a eso tiene que ser sí. Un cartel de protesta por la guerra de Gaza durante la graduación de la Universidad de Harvard el 29 de mayo, en Cambridge, EEUU. Como experta en el desarrollo de la democracia ¿se esperaba estar en una situación tan sombría como la de ahora? No. Recuerdo que hace casi dos décadas, cuando vivía en Chicago, cené con compañeros de facultad italianos y hablamos de Berlusconi y de cómo fue vivir las transiciones en Italia durante su gobierno. Ahora pienso mucho en ellos. La dinámica que vemos en Estados Unidos es la misma que hemos visto en Italia con Berlusconi en asuntos de corrupción, y en Hungría o en Turquía, con otros aspectos. Hay una gran coincidencia entre el manual de Orbán y la agenda de la Administración Trump. En cierto modo, se trata de una desconexión subyacente de grandes sectores de la población con las instituciones establecidas, sumada al entorno de las redes sociales, el entorno mediático en general y cómo funciona la fama en ese contexto. Esto ha trastocado las instituciones de representación que han funcionado durante más de dos siglos. Ahora se trata de recuperar el poder legislativo, garante de la libertad. Lo primero que debemos determinar es si la gente quiere libertad. Empieza por la cultura. Lo primero que debemos determinar es si la gente quiere libertad ¿Se sintió decepcionada por la política cuando se presentó como candidata? No, lo pasé genial. Fue una experiencia fantástica. Una pasa tanto tiempo con gente de todas partes, en mi caso, por todo Massachusetts, con gente que hace cosas buenas en sus comunidades y se preocupa por el rumbo de nuestra sociedad. Fue muy inspirador. Por eso debemos tener fe en el pueblo estadounidense. Nosotros, el pueblo, somos diferentes a cómo es ahora nuestra política nacional. Nuestra política nacional es cruel, corrupta e incompetente, y nosotros no somos nada de eso. ¿Qué le da esperanza? He utilizado esa imagen de nosotros como un oso con la pata en una trampa, bajo el ataque de los lobos y en medio de un incendio forestal descontrolado. Pero la verdad es que, si paseas por cualquier ciudad o pueblo ahora mismo, no es así como se siente. La gente simplemente vive su vida. Se casan y se van de vacaciones. Consiguen nuevos trabajos. El pueblo estadounidense es decente, tiene un sentido de la justicia y es trabajador. Y creo que al pueblo estadounidense le importa la libertad. Así que, en cualquier caso, quienes somos como pueblo me da esperanza. Cómo aprovechar eso exactamente es un poco más misterioso.

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