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Juan Echanove: “Vivimos en un mundo en el que palabras como 'democracia' o 'libertad' se han degradado”

Juan Echanove: “Vivimos en un mundo en el que palabras como 'democracia' o 'libertad' se han degradado”
El actor protagoniza 'Esencia' en el Teatro Español, una obra de Ignacio García May sobre el poder de la semántica y las teorías de la conspiraciónCrítica - Las mujeres al frente del fascismo europeo se enfrentan a la fallida trampa cómica de Las Huecas En el Teatro Español acaba de estrenarse Esencia, un imponente texto que ahonda en las teorías de la conspiración y las consecuencias cuando la frontera entre la ficción y la realidad se desdibujan. Es un texto denso que protagoniza Juan Echanove junto a Joaquín Climent y que supone un thriller psicológico donde el actor madrileño se la juega en una última parte entregada y llena de dramatismo a flor de piel.   La obra presenta a dos amigos que se encuentran en un restaurante. Un escritor superventas, Climent, ha quedado con un enigmático autor, Baltasar Cromm, que no aparece. Sin embargo, se encuentra con un antiguo amigo, Pierre (Echanove), profesor de Literatura en la universidad. Bajo esta apariencia venial, donde todo parece tan teatral, se esconde una obra llena de aristas, tanto políticas como sociales y filosóficas. El texto es bien borgiano con ecos a la La Biblioteca de Babel, pero también a Beckett o Pirandello. García May lo publicó con otras seis obras bajo el título de Teatro de la Conspiración. Esencia es la otra cara de la moneda del El Golem, la obra de Juan Mayorga que se estrenó en el CND hace ya tres años. Ambos autores, nacidos el mismo año, sin saberlo, estaban escribiendo a la vez dos obras llenas de puertas comunicantes. El actor Juan Echanove En ambas obras se dota a la palabra del poder de la fuerza para cambiar la realidad. Pero, en este caso, el discurso estará lleno de tintes reaccionarios y negacionistas propios del mundo de la conspiración. Un batallón de redactores escribe, literalmente, la realidad por venir bajo las órdenes de unos poderosos que buscan el control social. Juan Echanove será el nigromante que oficie esa palabra, expandiéndola, haciendo que resuene por toda la platea. Echanove cuenta a elDiario.es que desde que leyó el libreto que le hizo llegar el director de la obra y del Teatro Español, Eduardo Vasco, tuvo claro que tenía un texto importante entre manos. “Al principio no lo veía, no sabía cómo abordarlo, pero sabía que tenía que hacerlo”, dice el actor. ¿Ahora ya lo tiene claro? Sí, ahora sí. Habla de algo que es fundamental en el tiempo que vivimos: cómo la utilización de la palabra para construir la realidad puede acabar con la propia realidad y desmoronar el sistema. Si no tenemos certeza, si no tenemos una referencia de lo que realmente es verdad y cada uno establece la suya propia frente a los acontecimientos, al final es muy difícil la coexistencia social. Y eso me da un miedo de la hostia. ¿Por qué? En la función se afirma que la realidad no son más que palabras y que basta con cambiar unas por otras para destruir sus cimientos. Eso es algo que vemos diariamente en los medios de comunicación. Escuchas una tertulia, por ejemplo, y la gente puede defender una verdad bien distinta simplemente cambiando el sentido de las palabras o alterando la composición gramatical. Vivimos en un mundo en que la semántica de palabras como progreso, democracia, derechos o libertades se ha degradado… Todo eso es lo que está en juego. En la obra, como el autor Cromm no llega, los dos amigos deciden hacer una entrevista ficticia donde su personaje, Pierre, encarna al escritor. Un juego donde el espectador comienza a dudar si no será Pierre el propio Cromm. Pero, lo sea o no lo sea, las cosas que dice son bien jodidas… Pero mucho. Es un profeta de lo conspiranoico. No siento ninguna identificación con las cosas que dice el personaje. Tiene cosas de terraplanista, de negacionista, dice cosas bárbaras. Pero también, por cómo lo expone, por la capacidad de expresión que tiene, te hace dudar. Al final, todo depende de cómo se utilicen las palabras. La utilización que hace García May de ellas otorga un cierto atractivo a todas estas barbaridades. Ahí está una de las claves de este texto en que el espectador tendrá que decidir muchas cosas. Cromm cuestiona la Historia por falsa. Cuestiona la razón y la democracia. Incluso dice que el terrorismo actual no es más que un acto controlado para manipular y amedrentar. Y a las revoluciones y las manifestaciones las tilda de paparruchas. Peligroso personaje, ¿no? Es un tío muy peligroso. Lo que me acojona es que hay mucha gente así. Una persona que estuvo en la DANA, en Valencia, que conozco directamente, todavía defiende que hubo miles de muertos en los párquines. Y, cuando le preguntas dónde están los muertos, si los han escondido a ellos con todas sus familias, le da igual y te cuenta que hay una página web con más de un millón de visitas en la que explican todo. Es decir, no es solo él quien lo cree. A mí lo que más miedo me da es pensar que este tipo de discursos calan en la juventud. “La realidad y la ficción están tan mezcladas en todas partes que la mente social, si es que tal cosa existe, ya no solo no distingue, sino que ni siquiera desea distinguir”, digo en la obra. Es un párrafo que me da vértigo. ¿Diría que Ignacio García May es un autor de derechas? No sabría decir. Lo que sí sé es que es un autor que dice lo que piensa y piensa lo que dice. Con esta obra es muy posible que alguien pueda entender que es de derechas, pero también que es de extrema izquierda. Si tú quieres que May sea de derechas, es de derechas. Ahora, si tú quieres que sea de izquierdas, también te lo puedo demostrar. Realmente Ignacio García May es Baltasar Cromm. Cromm no soy ni yo ni Climent. Cromm es el autor. El actor Juan Echanove En la parte final hay un momento en que su interpretación se carga de electricidad y dramatismo. Algo nada fácil de interpretar, donde arriesga y se pone en el filo de la navaja. ¿Cómo fue la decisión de abordarlo de este modo? Es verdad que podría hacerse sin que ninguno de ellos se levantase de la mesa. Pero, al hacer que desaparezca el decorado, todo cambia. Me quedo solo ante el universo, y ahí se llega a la raíz de lo que se quiere contar, que tiene que ver mucho con la locura. Si en ese momento haces una descripción naturalista, la locura desaparece. Cuando empecé a dominar el rush final que tiene el desarrollo del personaje, vi que había algo de mí que quería volverse loco cada noche. ¿Cómo afronta en cada función esa parte del texto? Es una parte explosiva, como una bomba de palabras. Estos días, haciéndola ya con público, notas que toda esa explosión verbal afecta al espectador. Notas que está ahí acogotado en la butaca. Joder, hay días que creo que me va a dar un ictus. Todos los días, y esto es verdad, en esa parte de la función me tiemblan las piernas. He tenido que prepararme incluso físicamente para abordar este personaje. No hay mucha sobrecarga física, pero es tal la carga de concentración mental que es agotador. ¿Hubo que trabajarla mucho? Fue saliendo poco a poco, ensayando y modulando. Además, el texto está lleno de frases subordinadas. Y, en un estallido emocional, la frase subordinada es tu peor enemigo, porque tienes que cogerla desde muy atrás. Y tienes que cogerla con unos fiatos de aire tremendos, llenarte de aire como un balón, porque, si no, no llegas. Comenzó a hacer teatro a los 17 años. ¿Qué tiene que ver el Juan Echanove de hoy con aquel chaval de 17 años que empezaba como actor? ¿Son muy diferentes? Somos muy distintos. Mi estilo, mi manera de hacer, está totalmente influenciada por todos los actores con los que he trabajado. Por ejemplo, en 1992 estuve año y pico trabajando con Josep María Flotats en el El Quijote de Maurizio Scaparro. Y eso se pega. Trabajé también con Alfredo Alcón. Hicimos El Público de Lorca dirigido por Lluís Pasqual (1987). Lo estrenamos en Milán. Y, aquellas tardes en las que iba viendo cómo Alcón iba matizando el texto, componiendo el personaje de ese director de escena, que es uno de los personajes más bellos que se han escrito jamás… Hostia, aprendías y aprendías y aprendías. Caray, no son ejemplos menores. Hay más, pues he trabajado mucho con Juan Diego, conviví mucho con él. Y Juan Diego era una fuerza en la naturaleza. No era un actor, era un hermano, como también lo fue Juan Luis Galiardo. Hermanos mayores, porque yo nunca he tenido coetáneos, mis amigos tienen por lo menos 10 años más. La putada ahora es que me están dejando solo. Después de 47 años sobre las tablas, de haber actuado bajo nombres como Marsillach, Bieito o Scaparro, y de haber dirigido desde zarzuela hasta teatro grecolatino, ¿qué teatro diría que le gusta hacer? A mí lo que más me apasiona es ser médium del personaje, que el personaje brote de mí y poder jugarlo como en una tabla de surf noche tras noche. Necesito la adrenalina, estar ahí en el filo de la navaja surfeando olas gigantescas. En junio, en este mismo teatro, el Español, estrenará una adaptación teatral de La escopeta nacional de Berlanga y Azcona. Parece que cambian los actores, pero no la obra… Cuando hace tiempo decidimos afrontar la adaptación de La escopeta, yo le decía a Eduardo Vasco que mi problema iba a ser que fuese creíble, convencer al público de que la obra es un recuerdo del pasado veraz y a tener en cuenta, porque es la historia de nuestra democracia. Pero hoy pones el telediario y ves ministros corruptos, putas, chorizos, negocios inmobiliarios… Todo lo que estamos viendo, como la sanidad o la educación, es bien preocupante. Por ejemplo, todo el tema de las mamografías... pero caray, ¿qué es lo que han hecho? Juan Echanove — Actor Como hombre de izquierdas, ¿cómo se siente al ver a un gobierno del Partido Socialista con estos casos de corrupción? A mí hay algo que me da un miedo de la hostia: la extrema derecha. Con toda mi formación e ideología, claramente de izquierdas, yo puedo ser enormemente crítico con el Partido Socialista, pero la sola presencia de la ultraderecha española, a la que conozco muy bien, en las instituciones y en la vida social, me da un miedo que te cagas. Y es tan claro que el Partido Popular no va a gobernar sin ellos… Todo lo que estamos viendo, como la sanidad o la educación, es bien preocupante. Por ejemplo, todo el tema de las mamografías... pero caray, ¿qué es lo que han hecho? ¿Vamos a aceptar también cargarnos un sistema sanitario que garantice a las mujeres la salud futura? Dice que conoce bien a la extrema derecha española… Claro, por edad. Yo tenía que ir por la calle pensando como pensaba y veía a los guerrilleros de Cristo Rey pegar hostias en la calle, unas palizas del carajo. Y recuerdo cómo la policía del tardofranquismo tiraba a la gente por las ventanas. Porque tengo 65 años. Es decir, para mí, la ultraderecha no es una cosa sobrevenida de los últimos años en la Europa Occidental. Que no, que no, que les he visto en acción. Sé de qué van. Y me dan muchísimo miedo. ¿Y les reconoce ahora? Sí, sí, son los mismos. Así que, ¿qué puedo hacer con esa Escopeta Nacional que estrenaremos en junio? Pues no cortarme ni un pelo. Se va a pasar todo el año sobre el escenario… Sí, cuando acabemos en Madrid el 9 de noviembre saldremos de gira hasta que comience con los ensayos de La escopeta nacional. Estoy feliz.

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