cupure logo
losdellasconporqueunaañosmueresebastião

Palabras con historia: turista

Palabras con historia: turista
El primer testimonio de 'tourist', en inglés, es de 1780; en francés 'touriste' está documentada en 1803; y en español encontramos 'turista' por vez primera en 1847, en una carta de Juan ValeraArchiletras | Todo es lengua - Llorar de risa El Grand Tour era el viaje que realizaban los jóvenes (varones, con el tiempo se incorporarían algunas mujeres) de clase alta británica por Europa al alcanzar la mayoría de edad y que tenía como finalidad conocer el arte clásico y del Renacimiento, aprender lenguas extranjeras y establecer relaciones entre las personas de la aristocracia europea. Para ello recorrían varios países, entre los cuales eran imprescindibles Francia e Italia. El viaje duraba meses, incluso años, dependiendo del poder adquisitivo de la familia del joven, que iba acompañado de sirvientes y de una persona culta que, a la vez que lo instruía, vigilaba su comportamiento. Estos viajes tuvieron lugar desde el siglo XVII hasta principios del siglo XIX. Durante el siglo XVIII, la burguesía adinerada de Gran Bretaña surgida con la Revolución Industrial comienza a imitar estos viajes. El ferrocarril, que permitirá viajes de menor duración, acabará con el Grand Tour. Será entonces cuando surja en inglés la palabra tourist (formada a partir del francés tour, ‘viaje’, y el sufijo -ist; su primer testimonio es de 1780), de la que proceden el francés touriste (documentada en 1803) y el español turista, que encontramos por vez primera en 1847, en una carta de Juan Valera, donde la emplea como adjetivo: “nuestra turista excursión”, dice. Galdós, en 1878, se hace eco de ella como si su uso fuese reciente: “Algunos meses después (…) fueron viajando por aquellos países unos extranjeros de esos que se llaman turistas…” (Marianela). Es posible que a nuestra lengua este neologismo de entonces llegue a través del francés, pues casi siempre se emplea durante el siglo XIX con la grafía francesa (touriste/touristes), no con la inglesa (tourist/tourists). En francés, la voz empieza a adquirir ya en ese siglo un matiz despectivo, al aplicarse a los nuevos ricos que imitaban los viajes de formación de los hijos de los lores, pero ahora tan solo por placer. Littré en su diccionario (1863-1872) escribe: “Se dice de los viajeros que recorren países extranjeros solo por curiosidad y ocio, que hacen una especie de gira por los países habitualmente visitados por sus compatriotas. Se dice sobre todo de los viajeros ingleses por Francia, Suiza e Italia”. Ese matiz negativo se refleja en español en algunas acepciones que recogen los diccionarios. Por ejemplo, Pagés, en 1931, incorpora esta acepción: “fam. Golfo o vagabundo que viaja escondido en los trenes”; Rubén Rosario (1980) da este sentido figurado de Puerto Rico: “Estudiante que acostumbra ir a clase sin preparar sus lecciones”; Neira Martínez (1989) incluye andar de turista como “andar holgazaneando”. Es posible que a nuestra lengua este neologismo de entonces llegue a través del francés, pues casi siempre se emplea durante el siglo XIX con la grafía francesa (touriste/touristes), no con la inglesa (tourist/tourists). La idea de que la actividad del turista es algo superficial está ya presente en la literatura de principios del siglo XX. Gregorio Marañón llama a D. Juan “turista del amor”:“…así consume su existencia el Don Juan, cuya definición más exacta sería esta de turista del amor. Turista y no viajero; esto es, el que da vueltas en torno de las cosas sin penetrarlas nunca” (1919-29, Ensayos sobre la vida sexual). Establece, pues, la distinción entre turista y viajero, que en época más reciente han enfatizado algunos escritores cuando quieren convencer de que sus viajes son una experiencia más profunda, intensa, auténtica que la del mero turista. Hay ya textos del siglo XIX que muestran esa consideración crítica del turista: en 1881 el argentino Lucio Vicente López escribe en Recuerdos de viaje: “Una sola de esas grandes ventanas basta para excitar la imaginación y lanzarnos hacia el pasado. El turista burgués pasa delante de ellos como si pasara por una vidriera cualquiera”. En 1920 Martínez Sierra (o quizá María Lejárraga) incidirá en esa superficialidad añadiendo el rasgo de la prisa: “Hay turistas aprovechados, que en solo veinticuatro horas, corriendo en coche, calles, plazas y cuestas, consiguen pasar por delante de todos los edificios y enterarse del nombre de todas las curiosidades, de mañana visitan la Catedral y la Capilla Real, la Alhambra y sus torres, comen a toda prisa…” (Granada. Guía emocional). Para algunas personas hoy turista tiene un matiz despectivo (del que no dan cuenta los diccionarios) por designar una ocupación frívola, rebañega, vulgar.
eldiario
hace alrededor de 11 horas
Compartir enlace
Leer mas >>

Comentarios

Cultura