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El torneo de las 4.000 toallas robadas

Las toallas de los torneos causan sensación. No solo entre el público que vista el All England Tennis Club, que espera a que los jugadores puedan regalarles una después de cada partido o de cada entrenamiento o admiten que tendrán que comprarlas en la tienda, a 40 libras, unos 47 euros. Es el producto estrella, sin duda, del que se vendieron más de 30.000 unidades en la edición de 2023 entre las oficiales con los colores de Wimbledon y las especiales que diseñan cada año. Los tenistas también son muy aficionados a ellas. Y aunque las reciben gratis, y se gestionan unas 6.000 cada edición, no siempre se quedan satisfechos con el número que les corresponde. Iga Swiatek fue pillada 'in fraganti' cuando le pidió al recogepelotas otra toalla ya cuando había terminado el partido ante Liudmila Samsonova. La guardó en su raquetero, de la que sobresalían varias más. La número 4 del mundo se dio cuenta de que estaba siendo grabada por la BBC y se puso el dedo en los labios para pedir que no la delataran. En una entrevista a pie de pista fue 'reprendida' por este 'robo' de toallas, a lo que se defendió así: «¡Vamos! Es un tema del que nadie habla nunca. Nos encantan las toallas. Cada vez que vuelvo de un Grand Slam, creo que tengo como diez amigos y diez familiares que quieren toallas. Así que, lo siento, chicos. Lo siento, Wimbledon». «Cojo toallas de todos los sitios. Es el mejor recuerdo que puedo tener cuando mire hacia atrás dentro de treinta años. No lo sé. Solo... me gustan. Y creo que las de Wimbledon son las de mejor calidad. Incluso después de haberlas lavado tantas veces, las uso a diario, así que solo puedo recomendarlas, desde luego», confesaba después la polaca, una de las tenistas que más colección de toallas parece tener en su casa. Pero no es la única. Novak Djokovic admitió hace un tiempo que también deja un espacio extra en sus maletas para llevarse todas las toallas que puede. «Estoy seguro de que el All England Club me perdonará», decía en 2016 el campeón de 24 Grand Slams, que solo en los años que ha ganado sus siete títulos en la Catedral cobró cheques por un valor total de 15 millones de euros. Pero esto es otra cosa, que nada tiene que ver con el dinero. «Las toallas que uso en la pista y con las que juego son más significativas que las que compraría en la tienda de regalos, porque jugué con ellas en Wimbledon. Son únicas», explicó Eugenie Bouchard, finalista de 2014. «Un partido, cuatro toallas. Y pillo todas las que puedo porque sé que todo el mundo quiere una. En todos estos años, mi colección ha ido creciendo mucho», señaló. De ahí que Swiatek bromeara: «Cuantos más partidos, más toallas, así que tengo que seguir ganando». Incluso Roger Federer admitió tener una muy buena colección de toallas de todos los torneos. Jo-Wilfried Tsonga las tenía ya apalabradas para dar antes de empezar el torneo: «Las de la primera ronda son para mí y a partir de la segunda, para la familia y amigos. No les podía dar a los aficionados porque... ya estaban reservadas». El mayor 'robo' que jamás fue descubierto lo llevó a cabo Sam Querrey, como desvelaría años después en un pódcast con sus compañeros Jack Sock y John Isner. El estadounidense sumó una importante victoria ante Novak Djokovic en 2016. Pero también tramó una estrategia muy efectiva para acumular hasta 16 toallas en su raquetero antes de finalizar el choque. «Conseguir las toallas de Wimbledon es fundamental», subrayó el jugador. Y explicó la trama: «Te dan dos por partido y después del partido los recogepelotas las piden, pero la mayoría de los jugadores simplemente las guardan en su bolsa y los recogepelotas no dicen nada. Como mi partido tuvo varias interrupciones por lluvia, te llevas las dos toallas al vestuario, y cuando sales, te vuelven a dar otras dos. En un partido de tres o cuatro interrupciones, acumulas unas ocho o diez toallas. Así que creo que tenía unas 16 toallas de esa ronda, entre las interrupciones por la lluvia y la suspensión hasta el día siguiente por falta de luz». El torneo se ha rendido. Aceptan que solo se devuelvan como el 15 % de las que se ofrecen. «Cuando los jugadores entran a la pista tienen dos toallas esperándolos; pero antes del primer golpe, las guardan en su bolsa y luego le piden más al juez de silla», señalaba George Spring, responsable de la atención en pista en 2016. «Es un poco descarado porque ni siquiera las están usando». Solicitan a los jugadores que las devuelvan, pero de las 6.000 que se ponen en juego, reaparecen menos de 2.000. Los recogepelotas ya no insisten en ir al banco a buscar las que sobran. Lo que sí ha hecho la organización es ofrecer toallas blancas a partir de un número responsable de toallas 'originales' con los colores de Wimbledon. Aun así, saben que seguirán desapareciendo.
abc.es
hace alrededor de 5 horas
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