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La nueva era económica que desafía la prosperidad europea

La nueva era económica que desafía la prosperidad europea
Europa se enfrenta a riesgos elevados en un mundo con un nuevo orden mundial. Las obstáculos por los intereses particulares de cada país no allanan el camino. Facilitar un mercado único europeo, abrir acuerdos con nuevos países y abandonar la dependencia de EEUU o invertir en innovación o descarbonización son recetas necesarias que se apilan ante las trabas burocráticas Draghi avisa: “Europa se encuentra en una situación más difícil. Nuestro modelo de crecimiento se desvanece” “Hay un anhelo muy fuerte de que el mundo vuelva a ser como era antes del 2 de abril. No creo que este mundo vuelva. Ahora simplemente estamos en una geoeconomía diferente”. La frase pertenece al comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, y la fecha corresponde al día de la Liberación que proclamó Donald Trump en su cruzada mediante aranceles contra el resto del mundo. No es posible volver al mundo de ayer. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ya declaró: “Occidente tal y como lo conocíamos ya no existe”. Así, Europa se encuentra en una encrucijada económica marcada por la política comercial coercitiva de Trump junto a la presión de China, la amenaza latente de Rusia y la guerra de Ucrania junto a la propia incapacidad de la Unión Europea de poner de acuerdo a 27 países con bastantes intereses económicos divergentes. “Se espera que el impacto a corto plazo de la política arancelaria desde el inicio de la segunda presidencia de Trump sea moderado. Sin embargo, Europa se enfrenta a riesgos muy elevados. Entre los posibles peligros a corto plazo se incluyen: un colapso del mercado de bonos estadounidense; una escalada de la agresión militar rusa contra Ucrania o la Unión Europea directamente; una crisis fiscal desencadenada por una victoria electoral populista en un miembro de la eurozona con un alto nivel de deuda; o una crisis comercial provocada por el aumento de las tensiones entre EEUU y China sumadas a acciones hostiles de China en el este de Asia”, enumeran en un informe de Bruegel sus analistas André Sapir, Jacob Funk Kirkegaard y Jeromin Zettelmeyer. La Unión Europea está tratando de hacer los deberes, pero las trabas burocráticas y los intereses particulares no allanan el camino. Hace un año, el expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, publicó un informe con una serie de medidas y recomendaciones para no quedarse atrás frente a EEUU y China en el que planteaba una inyección de 800.000 millones de euros al año para situar a la UE en condiciones de competir con otras grandes potencias. Un año después el balance es demoledor. Según un estudio del grupo de expertos de EPIC sólo un 11% de las 383 recomendaciones del informe Draghi se han cumplido en su totalidad. El propio Draghi en un evento por el aniversario de su propuesta avisaba de que “un año después, Europa se encuentra en una situación más difícil. Nuestro modelo de crecimiento se desvanece. Las vulnerabilidades aumentan y no hay una vía clara para financiar las inversiones que necesitamos”. El informe Draghi establecía tres prioridades para Europa: cerrar la brecha de innovación en tecnologías avanzadas, trazar un camino de descarbonización que apoye el crecimiento y fortalecer la seguridad económica en busca de la autonomía estratégica. Aunque estas prioridades están en el centro de la agenda de la Comisión Europea, Draghi ha insistido por la “creciente frustración” ante “la lentitud con la que se mueve la UE” mientras “que los gobiernos no han comprendido la gravedad del momento”. La peligrosidad de “la complacencia” europea Los investigadores de Bruegel avisan al igual que Draghi de la peligrosidad de “la complacencia” en los pasillos institucionales de Bruselas: aunque el impacto económico a corto plazo de la situación geopolítica actual parece “relativamente modesto”, apuntan que sería un grave error ignorar que “este shock es parte de una serie de crisis ocurridas desde 2008” (la Gran Crisis Financiera, la pandemia de COVID-19 y la guerra de Ucrania), que han dejado “un legado de fragmentación política y altos niveles de deuda” en el continente europeo. Esta parálisis tiene su representación en unas pobres cifras de crecimiento económico. En el segundo trimestre de 2025, el PIB aumentó solo un 0,1% en la zona euro, según Eurostat. En este crecimiento económico anémico de una décima tira mucho la pésima situación de Alemania, cuya economía cayó un 0,3% en el segundo trimestre del año. Además, está la difícil situación institucional y económica de Francia: un país con un déficit fiscal superior al 5% y una deuda sobre PIB del 116% en aumento y una crisis política de enormes dimensiones. Las principales fuerzas económicas de Europa están gripadas y con pocas posibilidades de mejorar a corto plazo. Además de cierto estancamiento, también crece la sensación de la escasa fuerza europea a la hora de responder a los desafíos arancelarios de Trump, que tuvo su máxima expresión con el desigual acuerdo comercial que se firmó entre EEUU y la UE. Agathe Demarais, investigadora del European Council of Foreign Relations (ECFR), asegura que los europeos han respondido al 'síndrome de desregulación de Trump' con “una mezcla de histeria, pánico y parálisis que obstaculiza una respuesta unida. La imprevisibilidad y rapidez de las políticas de Trump complican la formulación de una respuesta coherente”, cuando la realidad es que la gestión de Trump está dañando especialmente a la economía de EEUU. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se estrechan la mano después de llegar a un acuerdo para resolver una disputa comercial de los aranceles. Demarais recuerda que las barreras informales dentro de la UE “equivalen a un arancel del 44% en el comercio interno de bienes”. Si se consiguiera “un aumento del 1,25% en los intercambios dentro de la UE se podría compensar una pérdida del 10% en las exportaciones dirigidas a EEUU”. La investigadora del ECFR defiende que Europa no haya respondido con aranceles al envite de Trump, ya que “la modelización econométrica sugiere que evitar la represalia es la mejor manera de minimizar el daño al PIB de la UE, que en un escenario de no represalia sería mínimo, solo un 0,1%”. Por otro lado, también reclama que la UE tiene que estar preparada para la próxima guerra de divisas “ante las posibles acciones de Trump en la cumbre del G20 de 2026 para debilitar el dólar”. En este sentido, propone fortalecer el papel del euro como moneda de reserva global y “generar un pool sustancial de Eurobonos”, ya que el stock de deuda soberana segura en euros es de solo 5 billones, cinco veces menos que el del Tesoro de EEUU. El nuevo orden mundial de la “multiplexidad” El profesor de Relaciones Internacionales en la American University de Washington, Amitav Acharya, escribe un artículo en la revista del think tank Chatham House en el que precisa que Europa debe gestionar “su alta exposición económica a la volatilidad comercial de EEUU” en un nuevo orden mundial marcado por la “multiplexidad”, donde no hay ningún poder dominante, sino que cada bloque tiene el poder en una especialización donde la UE debería seguir siendo “una fuerza en la regulación del comercio y frente a la amenaza de cambio climático”. Aunque las últimas medidas europeas han llevado a debilitar la agenda verde y el papel de potencia global se ha quedado en un plan de rearme en defensa de 800.000 millones, pero sin capacidad real de influencia. Además, Acharya subraya que en el nuevo orden mundial las alianzas internacionales “no serán rígidas, sino según la situación”. Por ejemplo, un país podría incentivar las relaciones comerciales y las inversiones económicas con China, pero recurrir a EEUU y sus aliados para la seguridad. En esta línea, Europa está buscando nuevos mercados para reducir su dependencia Estados Unidos, pero no es una solución rápida ni fácil. Según el Foro Económico Mundial, la negociación de acuerdos comerciales se prolonga normalmente unos 18 meses y su aplicación suele llevar otros 24 meses. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, en el Parlamento europeo. Ante la guerra comercial que emprendió Trump con la UE, Bruselas se acercó a Pekín con la celebración de una cumbre que terminó sin acuerdos y con un comunicado conjunto circunscrito exclusivamente al clima y el compromiso con el Acuerdo de París. Además, tiene pendiente de ratificar el acuerdo con Mercosur, al que se han añadido salvaguardas para los productos agrarios para conseguir su aprobación y se han iniciado las negociaciones con la India. En el caso de la India, la alta representante para Asuntos Exteriores del UE, Kaja Kallas, advirtió de que “la participación de la India en los ejercicios militares rusos y su compra de petróleo ruso obstaculizan el fortalecimiento de los lazos”, aunque se pretende adoptar una hoja de ruta conjunta en la Cumbre UE-India a principios de 2026. Siguiendo la teoría de la multiplexidad, ahora el comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, ha anunciado que están negociando un acuerdo comercial conjunto con Estados Unidos para “aumentar las medidas de protección comercial del acero” frente a China. Otro ámbito de desestabilización son las amenazas continuas de Rusia y su juego de provocaciones en la frontera con los países de la UE. La presidenta de la Comisión Europea dejó claro en el discurso del Estado de la Unión que hay que “presionar más a Rusia para traerla a la mesa de negociaciones”. Von der Leyen pretende implementar más sanciones que aceleren la eliminación gradual de la compra por parte de la UE de combustibles fósiles rusos. La estrategia de Von der Leyen pasa por unificar el abandono de los combustibles rusos con la transición verde, aunque en el acuerdo comercial y arancelario con Estados Unidos se haya comprometido a que la UE se gaste 750.000 millones en gas natural licuado (GNL), petróleo y combustible nuclear, hasta 2028. De momento, la propuesta de Bruselas es adelantar a enero de 2027 la prohibición de compra de gas licuado ruso en un nuevo paquete de sanciones. Pero incluso las medidas contra Rusia pueden tener un impacto negativo en las finanzas europeas, un aspecto que complica las decisiones de política exterior. Por ejemplo, Polonia mantiene cerrada su frontera con Bielorrusia tras la “violación sin precedentes” de su espacio aéreo por drones rusos. Este cierre fronterizo ha frenado una de las conexiones comerciales principales entre la UE y China, con intercambios anuales de 25.000 millones de euros a través del tráfico ferroviario. El gobierno polaco afirmó que la “lógica del comercio” estaba siendo reemplazada por la “lógica de la seguridad”.

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