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Las humanidades y la digitalización cruzan sus caminos

Las empresas españolas lanzaron en 2024 más de 70.000 ofertas de empleo para perfiles digitales, según muestra el informe Top Perfiles Digitales, realizado por OBS Business School e Inesdi Business Techschool. Los perfiles más demandados fueron desarrollador de software, consultor TIC y especialista en marketing digital. Lo que buscan las compañías es pensamiento analítico para la resolución de problemas, la adaptabilidad y capacidad de aprendizaje continuo, habilidades todas ellas que deben ser transversales y en el que el conocimiento en humanidades tiene mucho que aportar. Los empleos vinculados con la inteligencia artificial (IA) toman cada vez más fuerza, principalmente ingenieros de 'machine learning' o arquitectos de IA generativa. La tendencia exhibe un aumento en la contratación de especialistas en NLP (procesamiento del lenguaje natural) y generación de modelos predictivos. Los ámbitos que demuestran mayor interés en perfiles de IA son banca, salud y tecnología. La Guía Salarial Adecco IT & Digital 2025 revela que el puesto de UX/UI Designer (diseñador de experiencia de usuario) es el perfil mejor retribuido de todos los analizados para el sector tecnológico y digital, y uno de los más demandados para 2025. Según Adecco, el sector IT constituye uno de los motores clave de la economía española, con una contribución de más del 24% al PIB nacional. La avalancha de cambios que está propiciando la IA genera un contexto en las compañías donde se valora también una visión híbrida, integradora, que pueda testar datos, corregir excesos y valorar todas las derivadas cuando se van a tomar decisiones. Pensamiento crítico y ética junto a los saberes tecnológicos configuran un nuevo profesional que ejerce tareas antes reservadas solo a los 'techies'. Los límites entre tecnología y humanidades comienza a perder su contorno. Es lo que se denomina humanismo digital. La interdisciplinariedad y la formación mixta (bastante imbuida en las competencias digitales) favorecen la creación de nuevos empleos. En el caso concreto de la IA, ha surgido la figura del eticista, un personaje que contribuye a la definición del impacto de la inteligencia artificial. Porque entran en juego muchos factores como la utilización responsable de los algoritmos, de la protección de datos, de la propiedad intelectual. Integridad y respeto por los valores tienen que conciliar con crecimiento económico. Las buenas ideas, a veces, vienen más allá del Atlántico. En Estados Unidos, la American Philosophical Association ofrece a las multinacionales un servicio de asesoría en grandes inversiones para ayudar que la toma de decisiones sea más ética. La universidad ha recogido el guante y asumido que resulta preciso formar profesionales híbridos que se puedan ocupar de estos nuevos empleos a medio camino entre la tecnología y la cultura. Los grados de Humanidades experimentan un crecimiento en las matriculaciones. Las herramientas de la IA ya no son exclusivas de los ingenieros de software. Han pasado a formar parte del devenir diario, también cotidiano. La capacidad creativa y la preparación para lidiar con el lenguaje natural facilitan la entrada de estos nuevos humanistas del siglo XXI a una nueva esfera laboral. Cada vez con mayor frecuencia, los grados de Humanidades incluyen en sus programas asignaturas concretas referidas a la digitalización. Uno de los campos donde más confluyen técnicos y humanistas es el de los recursos humanos. La transformación laboral facilita la creación de nuevas carreras, como la Ingeniería de Datos, pero también la inclusión de contenidos vinculados con las Humanidades en las ramas tecnológicas. Los másteres en humanidades digitales recogen esta ola de mestizaje de conocimientos. Estos nuevos 'centauros' aportan la interpretación a los datos fríos. Pilar Llácer trata en su libro 'Por qué deberías tener a un filósofo en tu empresa' (Almuzara, 2024) las ventajas de incluir a determinados perfiles en compañías tecnológicas. Doctora en Filosofía (doctora en Ética) y máster en Informática y Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, su trayectoria profesional es un ejemplo de una nueva forma de abordar el desempeño laboral. Gracias a su experiencia como especialista en transformación digital y ética de los negocios, puede llegar a declarar cosas como esta: «Combino el mundo educativo con mi trabajo en el mundo de la caverna empresarial, donde conozco las cloacas», afirma. «Estudié Filosofía, una carrera que parece que no tiene ninguna salida, pero gracias a un Máster en Informática y Derecho, en 1996, pude dar un giro profesional. Ahora, la oferta educativa ha cambiado radicalmente, se ha adaptado a los desafíos de los tiempos presentes», detalla. «En casi todas las facultades, universidades públicas y privadas, hay dobles grados —comenta—. Esos dobles grados muchas veces combinan humanidades y tecnología. Y es necesario, porque en el mundo de hoy ni los informáticos tienen que estar encerrados ni la gente de humanidades debe estar en otro mundo. Porque las empresas demandan una serie de competencias que aúnan estos dos ámbitos». Está claro que es en el ámbito tecnológico donde se da el mayor número de ofertas de trabajo. Por eso normalmente no precisan darse un baño de humanidades. Es al revés, reseña Llácer, «en la esfera de las humanidades es muy necesario disponer de conocimientos tecnológicos». «Desde el ámbito de las humanidades, tenemos que entender cómo funciona la tecnología para poder sacarle un valor añadido y así incrementar nuestra empleabilidad, no solamente nuestros conocimientos. Estas opciones son súper interesantes para las personas que estudian humanidades porque incrementan directamente en más de un 50% sus posibilidades de incorporación al mundo laboral», considera. La oferta en la universidad española, tanto en grados como en másteres, todavía no está madura, «porque el mundo educativo siempre va más lento que el mundo empresarial», aduce Llácer. «Pero sí que es verdad que muchas de ellas están reaccionando, incorporando en su catálogo la mezcla de esos dos saberes», manifiesta. Apuesta por erradicar el viejo tópico que de las humanidades solo pueden salir docentes: «No tiene por qué. Se necesitan antropólogos en las empresas, sociólogos, pero todo debe tener una capa de tecnología. Y sobre todo, se precisan personas que dominen la inteligencia artificial. Porque independientemente de la carrera o el grado que se haya cursado, si se sabe utilizar bien la inteligencia artificial, la tecnología va a amplificar el ámbito de conocimiento». España, en este caso, sigue la tendencia ya implantada en el mundo anglosajón, sobre todo en Estados Unidos, relata la experta: «Ya se dieron cuenta desde la irrupción de las redes sociales, de internet, que había una competencia y un conocimiento crítico que tenían que incorporar a todos sus másteres». Este pensamiento crítico no es otra cosa que la capacidad de dilucidar entre lo que es verdadero o falso, justo o injusto, bueno o malo. «La ética y el liderazgo son transversales, porque la formación humanística tiene que estar acompañada de esa educación digital», subraya. «Los retos cada vez son más complejos y hace falta gente que se entienda con esa complejidad y que sepa gestionarla», refiere Jorge Serrano, director del Máster en Humanidades Digitales de la Universitat Politècnica de València (UPV), creado en 2024, para explicar los motivos de la inclusión de este tipo de posgrados en la oferta académica. Pero no todos son iguales, aclara, tienen sutiles diferencias: «Algunos ponen el foco en los contenidos digitales, otros en historia o lingüística o arte. El de la UPV está concebido para que sea muy abierto. La idea es buscar el punto de encuentro entre humanidades y ciencias sociales». Este Máster en Humanidades Digitales parte de la Escuela Superior de Ingeniería Informática. Sus alumnos proceden de entornos de bibliotecas y museos, de Filología, Ciencias Sociales, Comunicación, Psicología, Sociología... «Hay muchos perfiles de entrada, con el punto en común de que han trabajado fundamentalmente en estudiar a la persona de diferentes maneras, pero sin espacio para la tecnología», dice Serrano. Para cursar el máster, asegura que «no es preciso saber programación, pensamiento estructurado o computacional. A lo que ayuda es a iniciarse en este mundo, con asignaturas que tratan esos asuntos y otros necesarios para generar contenidos digitales, analizar textos o audios, examinar información o investigar». Este máster también profundiza en la relación entre la tecnología y el ser humano, cómo le afecta desde un punto de vista antropológico, resalta: «Abordamos el uso de la ética en la inteligencia artificial o la utilización de las herramientas en la protección de los datos personales». El enfoque, los perfiles de salida de los estudiantes son variados: investigación, servicios públicos, empresa, proyectos y productos digitales, recursos humanos en empresas de tecnología, analistas… Serrano pone un ejemplo de la pretensión del máster: «A un alumno que viene del mundo de la arqueología lo acaban de contratar como arqueólogo digital. Se va a encargar de digitalizar el trabajo, usará 3D, el láser LIDAR. Damos más armas a perfiles que inicialmente no trabajan tanto con tecnología y optimizamos su currículum». Sobre empleabilidad todavía no disponen de cifras dada su reciente implantación, pero hay datos positivos. «En este mismo curso, que son 17 alumnos, 4 ya tienen un trabajo y ni siquiera han terminado el máster». ¿Y en qué cambian los estudiantes? «Buscamos quitarles el miedo a la tecnología, que no es poco. Afrontan que no es un muro, se percatan de que pueden hacer cosas que pensaban que eran inviables. Además, van a poder ser capaces de trabajar en entornos multidisciplinares», remacha. La Universidad de Santiago de Compostela (USC) tiene en su catálogo el Máster de Patrimonio Cultural Digital. Su coordinador, Xosé Manuel Sánchez, doctor en Historia Medieval (con formación tecnológica), señala que el objetivo pasa por constituirse en cruce de caminos «entre las humanidades y las formas de comunicación, de difusión y de transferencia, ser un foro de investigación desde herramientas digitales». «Lo que se pretende es generar un espacio para gente con formación en torno al patrimonio cultural en un concepto muy amplio: documental, bibliográfico inmaterial, agroecológico…», apunta. Se trata de un máster que busca ir más allá de la digitalización, de una simple reproducción, inclinándose por adiestrar en la generación de contenidos. Los perfiles docentes abarcan una gran variedad de áreas de conocimiento y orientación. «El planteamiento es fomentar un carácter híbrido, porque trabaja áreas como la mía, la Historia Medieval, y también con asuntos tecnológicos», indica. El cuerpo docente tiene formación en historiografía, técnicas de investigación histórica, musicología, geografía humana, IA, sistemas y lenguajes informáticos, comunicación audiovisual o virtualización del patrimonio. Los Trabajos Fin de Máster presentan una codirección en tutorías: una persona formada en un perfil propio de humanidades o de la relación más tradicional con el patrimonio cultural y otra con las capacidades y las habilidades mucho más técnicas. Los perfiles de los inscritos en el máster incluyen alumnos de Historia, Historia del Arte, Geografía, Filología, Sociología, Antropología, pero también Informática o Comunicación Audiovisual. En cuanto a la implantación de este modelo de estudios, Sánchez destaca el trabajo de la Sociedad Española de Humanidades Digitales: «Está realizando una labor profusa y activa en la dinamización de las cuestiones relativas al mundo digital desde el marco de las humanidades». Sobre las oportunidades laborales que se pueden derivar de la formación impartida, el coordinador del Máster de Patrimonio Cultural Digital sostiene que «la tendencia es que las empresas desarrollen proyectos híbridos que requieran un conocimiento mixto, integral». «El uso de realidad aumentada, metaverso, realidad virtual o 3D es cada vez más demandado», añade. El interés de la universidad por este tipo de másteres resulta todavía incipiente. «Este es un momento de ir poniendo en común el desarrollo de los proyectos y las iniciativas empresariales para adelantarse a la evolución del mercado», concluye. Son tiempos de cambio instantáneo que necesitan respuestas transversales, una visión completa para afrontar problemas complejos. Un reto mayúsculo, pero la universidad y los estudios de posgrado ya han recogido el guante.
abc.es
hace alrededor de 6 horas
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