cupure logo
losquedelunavistoautónomossánchezparamemoriavuelve

Ataque al periodismo

En una democracia sana, los periodistas no deberían ser señalados por hacer preguntas. Sin embargo, eso es exactamente lo que ha sucedido con David Alandete, corresponsal de ABC en Washington, blanco de una insólita campaña de desprestigio orquestada desde ámbitos gubernamentales y alimentada por sus adláteres mediáticos. La ministra de Defensa, Margarita Robles, fue la primera en abrir fuego, sugiriendo que las críticas del presidente Donald Trump sobre el compromiso de España con el gasto en defensa dentro de la OTAN obedecen a las preguntas «permanentes» de los periodistas españoles en Washington. El mensaje era inequívoco. La independencia informativa , al parecer, debe supeditarse a la conveniencia del Gobierno. La ministra omitió mencionar que el origen de los comentarios fue el innecesario anuncio de Pedro Sánchez, a la salida de la cumbre de la OTAN, de que su Gobierno no se atendrá al 5 por ciento del PIB que Trump exige para 2035. A esta insinuación de Robles se sumó con entusiasmo el ministro Óscar Puente, que ha dedicado varios mensajes en las redes sociales y los medios públicos a cuestionar la integridad de David Alandete, acusándolo de ser «un terminal político» y hacer «una y otra vez la misma pregunta». Esas preguntas, conviene recordarlo, se han limitado a dos sobre España en nueve intervenciones del periodista ante Trump. Más aún, Alandete ha dejado claro que Trump menciona a España incluso cuando se le pregunta sobre otros asuntos. Como dijo recientemente Alandete: «¿De qué voy a preguntar si no? ¿De Burundi? ¿De Nebraska?». Que el Gobierno español haya optado por culpar al periodista en lugar de afrontar su clamorosa ausencia de interlocución con Washington revela una peligrosa confusión entre crítica y censura. El caso ha desatado una ola de solidaridad hacia el corresponsal de ABC dentro y fuera de la profesión. Voces de diferentes medios han expresado su preocupación por este señalamiento. Las consecuencias de este tipo de ataques no son menores. Supone un intento de coacción sobre el ejercicio libre del periodismo. Cuando un gobierno reprende a un corresponsal por hacer preguntas incómodas, el mensaje que lanza es que solo se tolera el periodismo sumiso. Si además ese mismo gobierno apenas concede preguntas a la prensa en sus comparecencias –a diferencia del propio Trump, que sí responde a los medios–, la incoherencia roza lo grotesco. Lo que ha hecho nuestro compañero es cumplir con su deber profesional: preguntar, informar y contextualizar. No se puede achacar al periodista el contenido de las respuestas que recibe: eso es matar al mensajero. España atraviesa un momento delicado en su relación con Estados Unidos y la debilidad de nuestros contactos con la nueva Administración queda una y otra vez de manifiesto. El problema no es que los periodistas tengan acceso al Despacho Oval de Trump, sino que nuestra Embajada en Washington no tenga a quién llamar. El verdadero periodismo no se somete, ni siquiera ante el poder más ruidoso. Resulta tristemente necesario recordar una papel fundamental del periodismo: ser dique de contención ante la arbitrariedad de los que gobiernan, ejercer no como su emisario, sino como intermediario de los ciudadanos. El hostigamiento desde el poder a una prensa no complaciente es un síntoma preocupante de degeneración de la democracia. Hoy, más que nunca, Alandete encarna esa función necesaria del periodismo libre.
abc.es
hace alrededor de 6 horas
Compartir enlace
Leer mas >>

Comentarios

Opiniones