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El emperador naranja

El emperador naranja
En un juego macabro donde el tiempo juega en su contra, a las ucranianas y los ucranianos únicamente les aguarda el destino de una rendición por inanición mientras medio mundo les exige que no sean tan agresivos ni poco razonables La gira imperial que Donald Trump se ha marcado por los países árabes en el golfo Pérsico lo cuenta todo sobre el nuevo orden mundial que representa: dinero llama a dinero, poder llama a poder, brilli-brilli llama a brilli-brilli.  La actitud reverenciosa y agradecida de las autocracias árabes lo explica todo sobre la mala suerte del pueblo palestino. Quién necesita enemigos teniendo amigos así. Si no tiene usted problemas de conciencia, o incluso cree que le está haciendo un favor a los gazatíes, puede empezar a interesarse por oportunidades inmobiliarias en Gaza; seguro que abundan, como el voto popular en Eurovisión. Mientras el pobre Volodímir Zelenski se dirigía errante a Estambul, con la improbable esperanza de una negociación y el probable destino de acabar protagonizando una escena de vilipendio público similar a aquella padecida hace unos meses en la Casa Blanca, pero con Vladímir Putin en el papel de JD Vance, el emperador del pelo naranja recibía regalos y agasajos de sus súbditos más petroleados, los líderes europeos, con Emmanuel Macron a la cabeza, danzaban a su alrededor y su alteza les hablaba de la paz como algo que está en sus manos y solo él puede conceder; una gracia imperial.  Qatar regala Air Force Ones con grifos de oro e inodoros con Bluetooth tuneados en Texas. Putin maneja el ego trumpiano desde las sombras de los maestros de marionetas. Una forma mucho más barata y eficiente de asegurarse el favor del emperador. China juega en otra liga. No necesita regalos ni trucos de mentalista. Le basta con desperezar su arsenal económico. Naranja sí, pero ni un pelo de tonto. Ni Trump ni Putin pararán hasta que la anexión de media Ucrania y la colonización de la otra mitad sea culpa del propio Zelenski. Cuando la propaganda trumpista entra por la puerta, la propaganda putinista salta por la ventana. Ucrania se lleva los golpes, pero el aviso va Urbi et orbi.  En un juego macabro donde el tiempo juega en su contra, a las ucranianas y los ucranianos únicamente les aguarda el destino de una rendición por inanición mientras medio mundo les exige que no sean tan agresivos ni poco razonables. No solo perderán una guerra que Rusia jamás habría podido ganar sin el favor de Trump. Además, ellos se lo habrán buscado.
eldiario
hace alrededor de 13 horas
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