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"¿Es tu primera niña?"

"¿Es tu primera niña?"
El horror tiene cómplices por acción o por omisión. No podemos permanecer pasivos ante una evidencia que no conoce de colores políticos, puesto que casos de menores abusadas se han producido en comunidades de todos los signos políticos La inocencia es un lujo que uno no se puede permitir y del que te quieren despertar a bofetadas Ana María Matute Hay frases que se te quedan pegadas a la piel por el asco y que resbalan por ella con un gorgoteo mugriento y viscoso. “¿Es tu primera niña de 12 años?”, con todo el horror contenido en el caso de la menor violada y ofrecida a hombres para que la violaran en Catalunya, esta frase pronunciada por el electricista que la pervirtió, la violó y la deshumanizó hasta el punto de ofrecerla como un objeto de comercio se convierte en el símbolo de la terrible perversión que crece y se multiplica en nuestra sociedad.  ¿Tu primera niña?, y uno imagina un tono en el que podría haberle dicho al cliente ¿tu primer viaje a África?, ¿tu primer descapotable?, ¿tu primera guitarra eléctrica? Hace falta una mente tan deformada como la de los hombres que aceptaron y aceptan y aceptarán propuestas como esta para atisbar qué puede suceder en ellas. Son gente aparentemente normal, tíos de todas las edades, casados, con hijos, con bebés recién llegados a este mundo. La deformidad se atisba a veces incluso en conversaciones de hombres cultos, de artistas, como aquel que manifestó en una cena que definitivamente a partir de los 15 años las mujeres pierden la tersura de la carne. No olvidaré citar de nuevo al fallecido Sánchez Dragó: “Salí del metro y me topé de frente con unas lolitas de esas —ahora hay muchas— que visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rímel, tacones, minifalda... Las muy putas se pusieron a turnarse. Las delincuentes eran ellas y no yo.” Siempre he pensado que es su corrupción interior la que les lleva a someter lo más puro, lo más sagrado, lo más intocable a esa misma lógica corruptora. Una especie de envidia ontológica hacia lo puro, lo intocable, lo inocente, lo sin mácula. Como si buscaran una venganza metafísica en la depravación de otro. Puede que este instinto bestial e inhumano de vivir la transgresión como experiencia límite, que ya estudiaron Klein o Lacan, haya habitado siempre en almas negras y que la literatura y la ficción, como forma de exploración incruenta, las hayan conjurado: Sade, Nabokov, Bataille o el propio Mann. La sublimación artística de lo perverso no siempre detiene ahí la acción de los monstruos y menos desde que la tecnología les ha dado los métodos para envilecerse y envilecer a otros pisoteando con sus sucias patas de carnero las infancias torturadas. Eso por no hablar de los intelectuales franceses sesentayochistas que proclamaban el supuesto derecho de los niños al amor que, argumentaban, quién les iba a enseñar mejor que sus propios mayores. El diario de izquierdas Libération ha tenido que pedir perdón en reiteradas ocasiones por los artículos publicados en la década de los 70 haciendo apología de la pederastia. Uno de los más conocidos fue el titulado “Enseñemos el amor a nuestros niños” ilustrado con toda claridad por un dibujo en el que un niño practicaba una felación a un pene adulto. En los últimos años el chorreo de mujeres francesas que han denunciado haber sido abusadas por su padre y por intelectuales amigos de este se ha ido produciendo según se pierde el miedo a contar la verdad. Los principales testimonios han sido recogidos en obras como “La familia grande”, “El consentimiento” o “El silencio de los otros” y otros muchos casos han sido publicados en prensa como el de “los hombres de la calle Bac” que apunta a varios de los más venerados intelectuales y periodistas de su época. Acteón pagó bien cara su mirada sucia sobre la virginal desnudez de Artemisa, mas eran tiempos de justicia mitológica y no los de ahora.   El horror tiene cómplices por acción o por omisión. Es muy triste darse cuenta de que como sociedad somos cómplices omisivos a través de las instituciones en las que confiamos y que, sin embargo, no son capaces de dar respuesta a nuestro encargo. La tutela institucional sobre los menores es un desastre. No podemos permanecer pasivos ante una evidencia que no conoce de colores políticos, puesto que casos de menores prostituidas, abusadas u ofrecidas en almoneda para el disfrute sexual de estos sátiros, se han producido en comunidades de todos los signos políticos. Sin ser exhaustiva voy a recordar los casos de Baleares, de Valencia, de la Comunidad de Madrid, de Catalunya y de Euskadi. Los fríos datos nos dicen que al menos 1.100 menores tutelados por las autonomías habían denunciado abusos sexuales en los últimos seis años. Denunciado que no sufrido. Se trata de la parte de este drama que asoma y ni mucho menos de la totalidad del problema. ¿Para qué le quitamos la tutela a los padres naturales por su descuido, por su imposibilidad para criarles, por su ingreso en prisión o cualquier otra causa legal si luego los despeñamos por un infierno de abyección igual o mayor del que les estaba destinado? El propio Defensor del Pueblo se ocupó de hacer un estudio sobre esta lacra de nuestra avanzada y democrática y social y justa sociedad. En él recogía desde los deficientes protocolos para detectar los abusos en los menores hasta la falta de personal realmente preparado en los centros y, por supuesto, proponía medidas para intentar acabar con este horror absoluto. Nada o casi nada se ha hecho. Nada se hará porque este drama es soterrado y afecta a las abandonadas de este mundo. Podíamos haber sido cualquiera, la diferencia entre nacer en un hogar afectuoso y protector o en uno desestructurado y sórdido es un puro azar. A quienes la fortuna nos fue pródiga regalándonos una infancia que respondía a ese nombre, no nos está permitido no luchar por aquellos inocentes que tuvieron peor fortuna. Al Estado, en cualquiera de sus escalones, muchísimo menos.  ¿Es vuestro primer cabronazo? No, ni desgraciadamente lo será como no pongamos todos los medios para preservar la inocencia y la integridad de aquellos a los que decimos proteger.  
eldiario
hace alrededor de 12 horas
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