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Murphy y el riesgo de guerra en la Unión Europea

Murphy y el riesgo de guerra en la Unión Europea
Todo hace pensar que las elecciones de hoy en Rumanía concluirán con la victoria de George Simion, un ultraderechista rotundamente prorruso. Si es así y Bucarest se une al eje entre Budapest y Moscú, puede romperse la precaria estabilidad de Transnitria: Moldavia quedará aislada La ley de Murphy (así llamada por el ingeniero aeroespacial Edward Murphy) es bien conocida: todo lo que pueda salir mal, saldrá mal. Por suerte para la especie humana, no se trata de una ley inexorable: las cosas no siempre van tan mal como podrían. Pero no hay que confiarse. Tendemos a pensar que la Unión Europea es un territorio libre de conflictos fronterizos y que cualquier hipótesis bélica en su interior resulta descabellada. Eso no es del todo cierto. Generalmente, también pensamos que cualquier conflicto continental, como el que se desarrolla en Ucrania desde la invasión rusa, sólo podría originarse por las ambiciones imperiales de Vladimir Putin. Eso tampoco es del todo exacto, aunque Rusia forma parte del problema. Ya hemos mencionado la guerra en Ucrania. Hay, sin embargo, otros territorios donde la paz se sostiene, de momento, gracias a que no se cumple la ley de Murphy. El primero de la lista es Kosovo, un país surgido de las guerras balcánicas que no reconocen ni Rusia, ni España (que se niega a admitir declaraciones unilaterales de independencia, por obvias razones internas) ni Serbia. La población serbia de Kosovo huyó tras la independencia del país, de mayoría albano-kosovar y religión mayoritariamente musulmana, aunque subsisten localidades serbias sometidas a hostigamiento y son frecuentes los incidentes fronterizos entre Kosovo y Serbia. Esto ocurre a pocos kilómetros de la Unión Europea, pero en su exterior. En el interior está Hungría, aliada de Rusia y Serbia y con viejas reivindicaciones sobre Transcarpatia. Este territorio perteneció durante diez siglos, hasta 1918, al Reino Húngaro, y en él viven unas 80.000 personas de lengua y cultura húngaras. Después de la Primera Guerra Mundial, Transcarpatia fue incorporada a Checoslovaquia, uno de los países nuevos surgidos del conflicto. Con la Segunda Guerra Mundial, Transcarpatia pasó a formar parte del territorio ucraniano por decisión del imperio soviético. Cualquier partición de Ucrania dentro de un hipotético acuerdo de paz con Rusia estimularía el apetito de Hungría (el país de la Unión Europea que más rápidamente está rearmándose) por reabsorber Transcarpatia. Y luego tenemos Transnitria, que en 1990, durante el hundimiento de la Unión Soviética, proclamó su independencia como República Moldava Pridnestroviana. Hubo una breve guerra y Transnitria, donde se usa el alfabeto cirílico y se mira a Rusia como potencia protectora, quedó formalmente reincorporada a Moldavia, gracias al apoyo de Rumanía, entonces un país ansioso por romper con el pasado soviético e integrarse en la Unión Europea. Todo hace pensar que las elecciones de hoy en Rumanía concluirán con la victoria de George Simion, un ultraderechista rotundamente prorruso. Si es así y Bucarest se une al eje entre Budapest y Moscú, puede romperse la precaria estabilidad de Transnitria: Moldavia quedará aislada. Y el gobierno de Transnitria, que en muchos sentidos opera como si el país fuera soberano, sigue queriendo romper con Moldavia. Estos conflictos territoriales no tienen por qué desembocar en guerras. La ley de Murphy no siempre se cumple. Por desgracia, a veces sí. Y Rusia tiene interés en que así sea.
eldiario
hace alrededor de 12 horas
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