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Inteligencia trágica

La irrupción de la inteligencia artificial en la vida cotidiana de las personas no tiene límites. Lo que empezó siendo una herramienta de trabajo e investigación se ha convertido en un interlocutor emocional privilegiado, con todas las consecuencias posibles, también las trágicas. Unos padres californianos han demandado a OpenAI, la propietaria de ChatGPT, por el suicidio de su hijo de dieciséis años. La demanda acusa a la empresa de animar a Adam Raine a consumar un suicidio mediante ahorcamiento, que el joven había intentado sin éxito. El caso es complejo por la situación previa del joven, ineludible para el tribunal. Lo importante es que no es la primera ni será la última acción judicial contra un programa de IA, porque ha sido incorporada absolutamente a procesos muy personales de toma de decisiones. Los responsables de ChatGPT están revisando sus protocolos de respuesta para situaciones de crisis mentales, pero les resultará muy difícil educar al ser humano que busque en la inteligencia artificial lo que le falta en la vida personal.

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