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La culpa, de Franco

Los miembros del Gobierno y los de los partidos políticos que lo apoyan, hablan como propios del progreso, y se autodenominan progresistas, pero, hay que tener en cuenta que hace diez años si el AVE se retrasaba cinco minutos en el horario establecido, al pasajero se le devolvía el importe del billete. Ahora, para devolverlo se requiere que el retraso alcance los noventa minutos. La situación se da muy a pesar de que, en estos últimos diez años, ha aumentado considerablemente la tecnología. Por tanto: 1) parece una contradicción que se haya multiplicado por dieciocho el tiempo requerido de retraso para que devuelvan el importe del billete; 2) hay que tener en cuenta las incidencias de todo tipo que sufren últimamente los viajeros que utilizan las líneas del AVE, especialmente la de Madrid–Andalucía; 3) el número de reclamaciones en relación con las deficiencias en la prestación de los servicios del AVE es una de las más grandes de España. Parece que, más que de progreso, deberíamos hablar de 'regreso'. Aunque siempre quedará el recurso de echar la culpa de esta situación a Franco o al cambio climático. ¿O tal vez: el responsable es otro? Manuel Escribano. Madrid Las vacaciones tocan a su fin. El rito se da por terminado y el personal barrunta la vuelta a la rutina. El éxodo masivo en busca del olvido de los problemas que atosigan es como un tiempo muerto en el juego de la vida. Da igual que en las noches les agobie el calor y los coman los mosquitos. O que los niños se vuelvan insoportables y que en los restaurantes les atraquen sin compasión. Todo se debe aceptar con estoicismo y santa paciencia:son las 'vacaciones' y, por lo tanto, cualquier incomodidad es bienvenida. Es una obligación donde está prohibida la queja y el descontento. Si el apartamento no tiene aire condicionado y las camas son potros de tortura que dejan las cervicales atornilladas, se debe sufrir en silencio al preparar los avíos, sillas y sombrillas que, como un legionario romano, habrán de transportar al campo de batalla playeril en una caminata bajo radiaciones solares que dejarán la piel como un pergamino crujiente y tostadito del que presumir. Ya de vuelta a los lugares de origen serán un signo de distinción, de pertenencia a la tribu de los quemados, mirando por encima del hombro a aquellos otros que con sus pieles blancas y lechosas quedan señalados como pobres. Y se pasearán orgullosos con la sensación del deber cumplido. Manuel Soriano Nieto. Valencia
abc.es
hace alrededor de 10 horas
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