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La nueva 'kale borroka'

La irrupción de los radicales de la Gazte Koordinadora Sozialista (GKS) y del Mugimendu Sozialista (MS) evoca necesariamente aquellos años 50 y 60 del siglo pasado, durante los cuales unos jóvenes nacionalistas vascos, descontentos con la línea moderada del PNV y su estrategia frente a la dictadura franquista, empezaron a organizarse. Apostaban por un nacionalismo más radical y combativo . Así nacía ETA. ¿Son GKS y MS los nuevos 'patriotas descarriados' del nacionalismo vasco?, ¿una muestra del 'final sucio' de ETA? Para empezar, de lo que son ejemplo es del fallo del Estado y, sobre todo, de los partidos a la hora de evitar que las ideas del nacionalismo triunfen. Mientras muchos celebran todavía la derrota de ETA, se han olvidado de que el nacionalismo vasco, ideología que inspiró el terrorismo de ETA, ha resultado exento de culpa, de tal modo que sigue presente en las instituciones, y con más influencia que nunca. Es una ideología que GKS y MS comparten con Bildu y con el PNV, una ideología supremacista y excluyente, y que propugna el odio a España y los españoles. La ausencia de condena del trasfondo político de ETA y el blanqueamiento de sus integrantes, hasta el punto de aparecer como líderes políticos de sus formaciones, han resultado ser un nefasto mensaje para los jóvenes vascos. GKS y MS son hijos de su tierra, de su pasado y de los acontecimientos de la actualidad. La izquierda abertzale oficial, la que sostiene al Gobierno, ha alimentado a una bestia basada en el odio. Han creado generaciones enteras en la convicción de que las calles les pertenecían por derecho y de que la Universidad era un espacio reservado para su hegemonía política. Y ahora, esa criatura ha alcanzado la madurez suficiente para mirar a quienes la criaron, Otegi y Sortu, y verlos con desprecio, como renegados que se han acomodado en las instituciones. Lo que vemos en la UPV y en Navarra, en las calles, manifestaciones y fiestas, es una purga ideológica interna. Es la lucha por el control de los espacios entre los afines a Bildu y los nuevos grupos radicalizados que exigen la ortodoxia revolucionaria a golpe de intimidación y violencia. Esta nueva 'kale borroka' es el hijo bastardo de la legitimación de Bildu. Si enseñas que la violencia tuvo justificación política en el pasado, ¿cómo explicas a los jóvenes de GKS o de MS que no la tiene ahora? Así se muestra en el repunte de las actividades violentas recientes, especialmente en entornos universitarios y fiestas populares. Lo más aterrador es la normalidad con la que actúan, convencidos de que reventar un acto o convertir una fiesta en un campo de batalla es hacer política. Es una cultura del choque que amenaza nuestra convivencia y que trae de vuelta un pasado de intolerancia que nos negamos a admitir. Su lógica responde a las pautas tradicionales de ETA inspiradas en el nacionalismo más excluyente. El señalamiento del discrepante, la presión social, la pureza ideológica convertida en un criterio de legitimidad que sitúa la intimidación en el centro: se trata de una radicalización violenta que reproduce patrones autoritarios que ya hemos visto antes en España. Hemos heredado historias de miedo, de silencio y de violencia cotidiana, sabemos lo que causa el odio de los nacionalistas y nos preocupa la ligereza con la que algunos desprecian el disenso, señalan al que piensa distinto y la virulencia con la que se intenta ocupar espacios para imponer una identidad política única. Nos preocupa el mutismo oficial que acompaña a la violencia. No se puede construir la paz sobre el mismo silencio que durante años ignoró la violencia que no convenía mirar. Si normalizamos que los jóvenes intimiden y que el poder mire hacia otro lado, estamos renunciando a nuestro futuro. La Universidad debe ser un faro de libertad , no una 'herriko taberna' que sirva para reclutar fanáticos. Cuando las instituciones fallan en su obligación de protegernos, solo nos queda ampararnos en la razón y la palabra. La historia es clara: el mal avanza cuando quienes deben frenarlo, los ciudadanos, rectores y políticos, eligen acomodarse en el silencio. La memoria es esencial; es el faro moral que nos advierte lo que sucede cuando el odio llega, cuando el miedo es el único argumento y cuando vemos al que piensa distinto como un problema a eliminar. Nos oponemos firmemente a quienes pretenden dulcificar mensajes que solo buscan la confrontación y la violencia o que conciben al que piensa diferente como un problema a eliminar. Desde Ego Non no consentiremos que la coacción se camufle de compromiso ideológico, ni que la inacción política se disfrace de mesura. Rechazamos las narrativas que justifican el señalamiento o que convierten el espacio universitario en un terreno hostil para la libertad de expresión. Nuestra definición es simple y firme. 'Ego non': yo no. Nosotros no. Nos borramos de la lista de la complicidad. Exigimos el derecho de nuestra generación a discrepar sin castigo y a recordar sin castigo. Un 'no' es absoluto, pero nuestro 'sí' es igual de poderoso: sí a la convivencia, a la palabra, a una juventud verdaderamente valiente, esa que se atrever a romper la cadena y no a repetir lo peor de nuestra historia.

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