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Motores de progreso

Ser autónomo en España es vivir en permanente inseguridad. Enfermar, algo tan humano e inevitable, para nosotros se convierte en un lujo imposible. Mientras algunos sectores disfrutan de bajas largas y un sistema que los respalda, los autónomos debemos seguir pagando cuotas e impuestos aunque no podamos trabajar. Esta realidad genera una sensación de absoluta indefensión. No pedimos privilegios, pedimos justicia. Detrás de cada autónomo hay una persona que sostiene con su esfuerzo a su familia y a la economía del país. Sin embargo, somos tratados como ciudadanos de segunda. La precariedad se cronifica: miedo a perder clientes, culpa por descansar, ansiedad por no llegar a fin de mes. La enfermedad no solo afecta al cuerpo, también a la mente. Muchos trabajamos con fiebre o agotamiento, porque sabemos que parar significa retroceder años de esfuerzo. España debe proteger a quienes arriesgan su futuro para crear riqueza debería ser una prioridad. Un país que abandona a sus autónomos abandona a su propio motor de progreso. Andrés Herraiz Fernández . Valencia Hay distintas formas de ver la realidad. El paro es una cosa inexistente, el precio de los alimentos básicos ha bajado y se ha erradicado la desigualdad. Muchos españoles perciben esa utopía y votan en consecuencia, aunque sea una dictadura liderada por un iluminado que tiene como único horizonte político el de convertir la Moncloa en su vivienda permanente. Otros vemos que esa 'realidad' es falsa, producto quizá de los 'orgasmos democráticos' de algunos políticos y muchos exultantes ciudadanos. Lo dijo Cernuda: «Si soy español, lo soy a la manera de aquellos que no pueden ser otra cosa; y entre todas las cargas que, al nacer yo, el destino pusiera sobre mí, ha sido esta la más dura». José Fuentes Miranda . Ávila

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