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Postal 3: la playa

En el haz de la tercera postal aparece una playa como Dios manda. Lo mismo da y daba una que otra en una coyuntura en la que el turista no buscaba, como sucede hoy, rasgos diferenciales en sus vacaciones –hoy días de descanso–, sino, justo al contrario, los reconocibles estándares que homologaban el veraneo, o al menos su ideal. La playa de entonces no era la de esa estampa contrahecha, con una palmera a contraluz, la puesta de un sol desproporcionado y una intimidad extrema, consecuencia de la ausencia absoluta de seres humanos, ahora muy apreciada, sino un lugar de reunión y aglomeración cuyo valor se incrementaba de forma proporcional al tamaño de la masa que lo ocupaba. Con algunas... Ver Más

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