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Torrijas

Hace unos años, como señal de agradecimiento por una entrevista que les hice en la radio, unas monjas entrañables me enviaron una remesa de torrijas que ellas mismas habían elaborado en su convento. Yo, modestia aparte, soy un experto en la materia. Mi abuela, que tenía mano de repostera consumada, me las escondía en Semana Santa encima de un armario para que no muriera de indigestión. Pero era en vano. Yo escalaba el armario con una agilidad impropia de mis kilos y vaciaba la bandeja en un santiamén. Por eso puedo decir que el obsequio de las monjas era de primera calidad. En un acto de justicia, así lo afirmé en antena. Llevado por el entusiasmo añadí que eran mejores... Ver Más

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