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Un socialista en Nueva York

Un socialista en Nueva York
Mamdani ha suscitado grandes esperanzas entre los demócratas y progresistas, americanos y del mundo entero. Si se convierte en alcalde de la Gran Manzana, entenderemos que cometa errores, o que cambie de opinión en cuestiones concretas de su gobierno. Pero no le perdonaríamos que cambie de camisa Ha habido una sorpresa en las primarias del Partido Demócrata para elegir su candidato a la alcaldía de Nueva York, de cara a las elecciones municipales del próximo mes de noviembre. Zohran Mamdani, de 33 años, obtuvo el 56% de los votos, superando al exgobernador Andrew Cuomo, que logró el 44% y acabó felicitando a su rival (“Tocó a los jóvenes, los inspiró y los movilizó para salir a votar”). Afectado por diversos escándalos, Cuomo es un arquetipo de los viejos dirigentes del Partido Demócrata, atónitos y paralizados por la reelección de Trump, y tan vinculados al mundo del gran dinero que aquello que ganan en apoyo financiero para sus campañas lo pierden en confianza popular. La sorpresa Mamdani se explica por distintas razones. Es joven, musulmán, de ascendencia india y ugandesa, se declara socialista (es miembro de los Socialistas Democráticos de América, DSA), y obtuvo la ciudadanía estadounidense hace tan solo siete años. Como era de esperar, los trumpistas han puesto el grito en el cielo. ¿Un musulmán, y por añadidura de izquierdas, al frente de la alcaldía de Nueva York? Stephen Miller, que ha escrito algunos de los discursos de Trump y orienta su política de migración, ha dicho que “Nueva York es la advertencia más clara de lo que le ocurre a una sociedad cuando no logra controlar la migración”. El Club de Jóvenes Republicanos de Nueva York se ha dirigido en X a los asesores de inmigración de Trump pidiéndoles que retiren la ciudadanía a Mamdani y lo deporten (“No podemos permitir que destruya nuestra querida ciudad. Es hora de actuar”). Trump no ha faltado a la cita y ha publicado en su red social que “los demócratas se han pasado de la raya y han votado a un lunático comunista 100%” (incluso ha amenazado con detenerlo o con cortar los fondos federales a la ciudad). A Mamdani lo acusan a la vez de socialista, comunista, pro-LGTBI, yihadista y antisemita. Todo no puede ser. También acusan a quienes lo han votado. Quien ha llegado más lejos en estos ataques ha sido un senador republicano de Alabama, Tommy Tuberville, que ha declarado que los votantes de Mamdani son “inner-city rats” (“ratas de los barrios marginales”). Esta referencia, tan fiel al léxico nazi, ha tenido la virtud de sacar de sus casillas a Paul Krugman, premio Nobel de economía, que ha respondido con un artículo títulado 'We're all rats now' ('Ahora todos somos ratas'). Escribe Krugman que a pesar de que Tuberville es considerado “un tonto de solemnidad” por sus propios correligionarios, sus palabras no deben tomarse a la ligera, porque “muestran que el racismo está conquistando rápidamente la política norteamericana”. Recuerda Krugman, a este propósito, que tanto Trump como Vance difundieron, en la campaña presidencial, el bulo de que los inmigrantes haitianos se comían los perros y gatos de compañía. “Soy ciudadano blanco por nacimiento, mi esposa y su familia son negros, y además, soy judío”, ha escrito Krugman. Denuncia que ahora de nuevo, como en el pasado, “para las derechas extremas todos somos ratas”. Dice que le asusta “lo que puedan hacer los muchos antisemitas que hay en la administración Trump o que están estrechamente vinculados con ella”, y que, en cambio, “no le asusta en absoluto la posibilidad de que Nueva York tenga pronto un alcalde musulmán algo izquierdista”. La principal razón de las nerviosas reacciones de los trumpistas es que la campaña de Mamdani no ha sido ni “woke” ni “anti woke”, sino todo lo contrario. No se ha dejado aprisionar por las guerras culturales e identitarias que son el terreno de juego predilecto del trumpismo, del que obtiene tan jugosos beneficios. Mamdani ha evitado quedar encapsulado en las querellas de género o de raza, y se ha concentrado en los problemas e inquietudes de los trabajadores, de las clases medias y de los jóvenes: alquileres elevados, salarios insuficientes, precios en ascenso, gastos abusivos asociados a la salud y a la maternidad, dificultad para la formación de familias, burocracia agobiante, transportes precarios y caros, etc. Si bien ha difundido vídeos en los que habla con fluidez en hindi y español, sus mensajes se han centrado en una agenda de mejoras sociales y han logrado orientar el debate hacia los problemas de clase y desigualdad. Puede discutirse la viabilidad de algunas de sus propuestas. Lo que parece indudable es que han obtenido apoyo por razones similares a las que lo obtuvo Trump, que explotó la inseguridad económica de los más desfavorecidos, a los que prometió grandeza, prosperidad y paz, y que ahora empiezan a tener la mosca detrás de la oreja. Las encuestas muestran un creciente descontento entre dos grupos clave que apoyaron a Trump en 2024 y que ahora han contribuido a la victoria de Zohran Mamdani: los jóvenes y los latinos. El lema de la campaña de Mamdani (“La ciudad que nos podemos permitir”), evoca un progresismo sobrio, que contrasta con la obscena opulencia exhibida sin pudor por el trumpismo en el poder. La idea fuerza de Mamdani es que Nueva York es una ciudad rica con una amarga bolsa de pobreza del 25%, en la que todos pueden poder llegar a vivir dignamente si se siguen las políticas adecuadas. Lo más difícil para Mamdani está por llegar. Tiene que ganar las elecciones municipales de próximo noviembre, cosa que no le será fácil, a pesar de que la ciudad vota tradicionalmente demócrata. La principal línea de ataque contra Mamdani es acusarlo de antisemita por su condición de musulmán. En una ciudad donde vive y vota casi el doble de personas que se identifican como judías que en Tel Aviv (1,4 millones y medio millón, respectivamente), esta es una cuestión sensible. Mamdani marca una clara distinción entre su oposición a las políticas del gobierno israelí y el antisemitismo. Sin duda recuerda que esta amalgama se llevó por delante al rígido Jeremy Corbyn, el líder de izquierda del laborismo británico. Es posible que la personalidad de Mamdani, un político extrovertido y con cintura, y su sinceridad en este punto expliquen, junto al horror actual del Próximo Oriente, que muchos jóvenes judíos le hayan votado. Convencer a los mayores será otra cosa. La aventura de Mamdani suscita grandes inquietudes y grandes esperanzas. Al evidente nerviosismo del trumpismo se añade el de la gerontocracia del Partido Demócrata, que hoy parece sometida a lo que nuestro gran José Ramón Recalde describía como procesos de “disolución política”: un fenómeno de pérdida de referentes, de legitimación, de capacidad de respuesta y de cohesión ('Crisis y descomposición de la política', Alianza Editorial 1999). En caso de llegar a la alcaldía, a Mamdani le llegará un reto aún más difícil todavía: enfrentarse a la compleja realidad del gobierno y de la gestión, con sus complejidades, límites y contradicciones, resistencias, inercias y viscosidades. No le arriendo la ganancia. Recuerdo que Recalde (a quien ETA destrozó la mandíbula de un disparo) escribió, siendo consejero de educación del gobierno vasco, algo que puede suscribirse: “¡Por estas que son cruces que cuando acabe mi compromiso, a mí ya no me vuelven a cazar para un cargo de gobierno!”. Mamdani ha suscitado grandes esperanzas entre los demócratas y progresistas, americanos y del mundo entero. Desean que tenga éxito y aciertos, que no les defraude (y yo con ellos). He conocido bastantes casos de gente que exhibía convicciones inconmovibles, pero las iba cambiando con el paso del tiempo y de las circunstancias. En algunos casos, era a regañadientes y tratando de poner buena cara, cuando las evidencias desmentían lo que habían creído verdades definitivas. En otros casos, era el cálculo de quienes no sentían escrúpulos por cambiar de camisa. Lluis Capdevila, un periodista barcelonés, republicano, muerto en el exilio, decía que “cambiar de opinión es de sabios. Lo imperdonable es cambiar de camisa. La camisa hay que llevarla siempre inmaculadamente blanca”. La de Mamdani lo es. Si se convierte en alcalde de la Gran Manzana, entenderemos perfectamente que cometa errores, o que cambie de opinión en cuestiones concretas de su gobierno. Pero no le perdonaríamos que cambie de camisa.

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