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El imperio naranja contraataca

El imperio naranja contraataca
La posición ventajosa de EEUU se la regala una UE dividida entre quienes quieren un acuerdo rápido sobre aranceles, por malo que sea, que reduzca la incertidumbre y quienes prefieren el golpe por golpe hasta que entienda que se negocia entre iguales. Trump lo sabe y lanza ahora otra amenaza con fecha de caducidad a uno de agosto para ahondar en esa brecha Nos habíamos casi olvidado del emperador naranja ocupados como estábamos discutiendo sobre las saunas del difunto suegro de Pedro Sánchez, olvidando que el delito más grave consiste en utilizar a la policía para perseguir y vigilar a un rival político; o sobre el barómetro del CIS que empata a Núñez Feijóo y a Santiago Abascal en preferencias como presidente y puede que explique que, ahora, Miguel Tellado casi parezca un moderado al lado de su jefe; o sobre el enésimo ejemplo de bandas nazis legitimando en Torre Pacheco, como antes en Paiporta, el uso de la violencia entre el habitual coro general de voces hipócritas del “sí, pero no...”, que les condenan, pero entienden a los vecinos porque hay mucha delincuencia y mucho inmigrante que viene a hacer el mal; o sea, son nazis y xenófobos y ni siquiera son del pueblo, pero representan el sentir del pueblo y de España. Puede que únicamente Mark Rutte siguiera contemplando embelesado cada noche el póster dedicado que seguro cuelga en la puerta de su cuarto, mientras prosigue el genocidio en Gaza, por el cual Benjamín Netanyahu y Donald Trump aspiran al Nobel de la paz, o la guerra en Ucrania que espera amortizar a golpe de sabrosos contratos militares. Pero el emperador naranja no se había olvidado de nosotros porque lo peor de ser idiota siempre lo soportan los demás. Tras una semana triunfal, donde logró aprobar su “Big, Beautiful Bill”, que dispara en billones la deuda federal y rebaja aún más los impuestos a los milmillonarios que le financiaron la presidencia, y tras haber cobrado el impuesto revolucionario a los agradecidos subalternos de la OTAN, era el momento de volver a hacer América grande otra vez e invitar a otra ronda de aranceles. A Brasil por aplicarle la ley al golpista Jair Bolsonario, a México por no saber cuál es su sitio, a Canadá por ser demasiado majos y a Europa porque ya que han tragado con el 5% del gasto militar, por qué no van a comerse un 30% de aranceles. Puede que Trump sea TACO -Trump always chickens out- y al final se acobarde, pero antes siempre vuelve al lugar del crimen. La primera vez que sacó la tablilla de aranceles casi provoca una crisis de deuda mundial y federal. Ahora los mercados ni se inmutan descontando que habrá una prórroga. Razón de más para seguir sacando tablillas hasta que le den lo que quiere o el día menos pensado se acaben los tiempos de descuento. En el caso de la UE, se trata, además, de doblegar y eliminar a un potencial competidor geoestratégico. La táctica negociadora de emperador naranja resulta más que conocida. Situar a la otra parte en el peor escenario para que acabe comprando como aceptable aquello que antes le parecía delirante. Pero no residen en esa estrategia tan notoria la mayor ventaja de los USA. De nuevo, la posición ventajosa se la regala una UE dividida entre quienes quieren un acuerdo rápido, por malo que sea, que reduzca la incertidumbre y se pueda ir arreglando por la vía reglamentaria, y quienes prefieren el golpe por golpe hasta que entienda que se negocia entre iguales. Trump lo sabe y lanza ahora otra amenaza con fecha de caducidad a 1 de agosto para ahondar en esa brecha y bloquear a los negociadores comunitarios. El 10 por ciento de tarifa plana que nos impuso hace unos meses ya nos parece normal y ni se discute. A principios de agosto, el 30% nos parecerá una buena noticia y un avance.

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