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Feijóo o el divagar de un líder errante sin mando en plaza y desnortado

Feijóo o el divagar de un líder errante sin mando en plaza y desnortado
El poder institucional de los barones y la presión de Vox determinan la estrategia de un presidente del PP sin más rumbo que el entusiasmo por las investigaciones del juez Peinado y el deseo de un anticipo electoral que no llega. La pérdida de base social y los recelos entre algunos de sus referentes mediáticos encienden las alarmas en Génova Todos le llaman presidente, pero sólo lo es de su comunidad (la popular). Su cargo, el de líder o jefe de la oposición, ni siquiera está regulado por ley. Sólo aparece —y hay que descender para encontrarlo hasta el puesto número 15— en el Real Decreto de Precedencias del Estado que se usa únicamente para el orden de los actos protocolarios. Por delante de él, están los presidentes autonómicos, los expresidentes del Gobierno, el decano del cuerpo diplomático y hasta los embajadores extranjeros acreditados en España. Y para alguien que, como Alberto Núñez Feijóo, tuvo el poder institucional de la Xunta durante 13 años y lo fue todo en Galicia es un rol que nunca pensó que le fuera a durar tanto tiempo. Tres años largos ya y ahí sigue, en la séptima planta de la calle Génova. Pensó que gobernaría en 2023, pero falló en el cálculo y con él todos los pronósticos de la demoscopia con la que se recreaba cada mañana. Volvió a errar de nuevo cuando antes del verano, con la entrada en prisión del penúltimo secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, llegó a creer que tenía a Pedro Sánchez contra las cuerdas, que el Gobierno caería en cuestión de semanas y que el PP debía estar listo para su desembarco en La Moncloa. Convocó, por sorpresa, un congreso nacional del PP en julio con ese propósito, pero septiembre le ha devuelto a una realidad tozuda: la determinación del presidente del Gobierno de llegar hasta 2027, que es cuando concluye constitucionalmente el mandato.  Sigue al frente, sí, del partido con más poder institucional en España, pero con un liderazgo menguante entre su base electoral y notorios problemas internos para trazar una hoja de ruta unitaria en todos los territorios. Los barones, especialmente pero no solo la madrileña Isabel Díaz Ayuso, le marcan el paso en asuntos nucleares, como la relación con Junts, el reparto de los menores migrantes no acompañados, la posibilidad de cualquier acuerdo por mínimo que fuera con el Gobierno o, como se ha visto en las últimas semanas, la posición sobre el genocidio de Israel en Gaza.  No es la primera vez ni será la última. La secuencia con la que Ayuso se convierte en resistencia a la estrategia de Feijóo es frecuente: el presidente nacional fija posición, ella marca perfil propio y él corrige el rumbo. La más reciente ha sido cuando el líder del PP endureció el tono contra el gobierno de Israel y pidió que detuviera la “masacre de civiles” en Gaza y ella respondió que ya estaba bien de “ir contra la única democracia liberal de Oriente Próximo”. Por si fuera poco, Vox y su auge en los sondeos le determinan la estrategia en asuntos de especial sensibilidad social como la inmigración o el aborto, como ha ocurrido esta semana en el Ayuntamiento de Madrid con una moción de la ultraderecha apoyada por el PP de Almeida que obligaba a informar en los centros municipales a las mujeres sobre un inexistente síndrome post-aborto. El alcalde resucitaba así el debate sobre el aborto, un asunto sobre el que el PP arrastra 40 años de idas y venidas y que acabó con la carrera política del exministro de Justicia Alberto Ruíz Gallardón. Para cuando quiso matizar su posición, Pedro Sánchez ya había anunciado una propuesta para blindar el derecho al aborto en la Constitución ante el nuevo ataque de PP y Vox y metido, de paso, a Feijóo en el laberinto interno de un debate incómodo en el partido, pero ante el que reaccionó en contra de la reforma constitucional. El resultado es un líder errante incapaz de fijar su propio norte, sin más rumbo que el seguidismo de las disparatadas investigaciones del juez Peinado sobre la esposa del presidente del Gobierno, y a la espera de una convocatoria electoral que no llega. Pedro Sánchez parece seguir con las pilas bien cargadas y dispuesto a dar todas las batallas, pese a la evidente debilidad parlamentaria y las causas judiciales que afectan a su entorno familiar. “Ni todo el humo del mundo va a tapar los escándalos de tu mujer, tu hermano, el fiscal, tus socios, tus compañeros del Peugeot y tus confidentes en la cárcel. Tu desgobierno tiene los días contados. Vamos a elecciones y que España hable”, escribió el PP en su cuenta oficial de X este viernes en lo que se leyó en la izquierda política como “un síntoma de la desesperación de Feijóo por seguir en la oposición” y ser víctima “de una doble pinza: la de sus barones y la de la ultraderecha española”. A falta de generales, el PP se ha enredado además esta semana consigo mismo y sus altavoces habituales en un debate sobre la conveniencia de un adelanto electoral en algunas de las Comunidades en las que gobierna. Y ni en este asunto Feijóo logra imponer criterio entre sus barones. Al fin y al cabo son ellos quienes gobiernan y quienes tienen la potestad de llamar a las urnas. “En el fondo, Feijóo ha llegado al mismo lugar que Pablo Casado que, ante la imposibilidad de fijar el marco de la conversación pública en un proyecto de país, sólo quiere que haya elecciones donde sea para proyectar en la calle la sensación de que las generales están a la vuelta de la esquina”, reconoce un dirigente popular muy crítico con la ausencia de un liderato incontestable. Primero lo intentó con Andalucía y Juan Manuel Moreno Bonilla, que descartó de plano la propuesta de anticipar elecciones en una autonomía donde gobierna con mayoría absoluta. Por mucho que Feijóo necesite de una victoria aunque sea ajena para reforzar su liderazgo, el andaluz no está por la labor de satisfacer los deseos del presidente nacional, y menos en este momento en el que Vox está al alza en todo el territorio nacional. A Moreno le ha saltado además esta semana la mayor crisis política desde que es presidente: el escándalo por el retraso en el seguimiento de al menos dos mil casos de cáncer de mama en Andalucía. Y ha ocurrido justo en el momento en el que el PP había ascendido posiciones en las encuestas en el voto femenino como consecuencia de la polémica por los fallos en las pulseras antimaltrato de las mujeres víctimas de violencia machista y los audios de Koldo García, ex asesor de José Luis Ábalos, sobre el uso de la prostitución del ministro.  El caso es que la primera cita en el calendario electoral está fijada para marzo y tendrá lugar en Castilla y León, un territorio en el que Génova cree que Alfonso Fernández Mañueco puede tener dificultades para ganar y en el que el PSOE perdió hace cuatro años sólo por 16.000 votos y un punto de diferencia. Feijóo no quiere, informan fuentes populares, que el barón castellanoleonés sea el único que pase por las urnas en el primer trimestre de 2026 y ha sugerido a Extremadura y Aragón que hagan lo propio sin obtener una respuesta nítida. Todo en un contexto en el que el líder del PP no despierta entusiasmo entre los propios, pero mucho menos entre su base electoral, a pesar de que algunos sondeos mantienen al PP en primera posición, salvo una encuesta publicada esta semana en Antena 3 y que ha desinflado las expectativas de Génova al situar al PSOE como primera fuerza política. El trabajo otorga al bloque de las derechas (PP+Vox) 185 escaños, pero registra un notable repunte del PSOE tras el verano y a Sánchez como vencedor de las elecciones. El PP sigue desangrándose en beneficio de Vox, que se dispararía hasta los 74 escaños, según el citado trabajo. Unos datos que, además del hecho de que fueran publicados por un medio de referencia de la derecha, han encendido las alarmas en un PP, que no encuentra ni el tono ni el rumbo en su estrategia, que ya se ha dejado más de un millón de votos en beneficio del partido de Abascal y que empieza a percibir el recelo de hasta algunos de sus principales referentes mediáticos. Que el periodista Vicente Vallés dijera esta semana en El Hormiguero que Sánchez está en su mejor momento, pese a la pérdida de la mayoría parlamentaria, no ha pasado desapercibido entre los populares, que siempre vieron un faro al que seguir en el conductor del informativo de la noche con mayor audiencia.

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