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Londres prohibió alquilar viviendas en Airbnb más de 90 días al año. No te vas a creer lo que ocurrió: bajaron los precios

Londres prohibió alquilar viviendas en Airbnb más de 90 días al año. No te vas a creer lo que ocurrió: bajaron los precios
En el año 2017 fue la propia Airbnb la que introdujo un límite innovador en la ciudad de Londres: 90 días anuales como tope para alquileres de viviendas completas. La medida, adoptada tras la presión de las autoridades locales y del consistorio de Londres, buscaba evitar que la plataforma siguiera siendo utilizada de forma fraudulenta. Hoy sabemos que la consecuencia, aunque débil, fue la esperada: de hasta un 4%.Airbnb y Londres. El crecimiento de Airbnb en Londres durante la década de 2010 convirtió a la ciudad en uno de los principales focos de la economía colaborativa, con más de 40.000 propiedades ofertadas y una expansión del 75% anual. Sin embargo, lo que nació como una forma puntual de ingresos para particulares se transformó rápidamente en un negocio para operadores profesionales. Casi una cuarta parte de los anuncios de viviendas completas superaban el umbral de las 90 noches anuales de alquiler sin contar con el permiso requerido, lo que sacaba miles de pisos del mercado residencial. El fenómeno generó quejas vecinales por la rotación constante de inquilinos temporales y presión adicional sobre un mercado ya tensionado por la falta de vivienda asequible. En Xataka La generación Z ha acuñado un nuevo término para quienes quieren salir a su hora y no busca ascensos: minimalismo profesional La reacción política. La falta de capacidad de los ayuntamientos para vigilar estos excesos llevó a dirigentes locales como Sarah Hayward, en Camden, a denunciar que barrios enteros estaban siendo vaciados del alquiler de largo plazo. Ante tal situación, Airbnb reconoció que la regulación era ineludible y que debía impedir que su plataforma fuera usada como vía para operar hoteles encubiertos. La medida contó con el respaldo de políticos de la oposición, como Tom Copley, que reclamaban una respuesta firme para frenar los efectos negativos sobre comunidades locales.La regla de los 90 días. Así, ante la presión creciente, Airbnb decidió introducir en 2017 una limitación automática: ningún anfitrión podría alquilar una vivienda completa más de 90 noches al año salvo que acreditara disponer de autorización del consistorio. Era una forma de trasladar la restricción legal directamente al código de la propia aplicación, impidiendo que los anuncios permanecieran activos una vez superado el límite. Con esta medida, la compañía intentaba frenar el abuso de operadores profesionales y proyectar un compromiso con la sostenibilidad urbana. El cambio fue bien recibido por responsables locales, que consideraron que solo un control a nivel de plataforma podía garantizar el cumplimiento efectivo de la norma.  El impacto en los precios. Ahora, con los datos de estudios recientes, se ha confirmado un secreto a voces: que la expansión de Airbnb redujo la oferta de alquiler residencial y presionó al alza los precios en varios distritos de Londres. Pero no solo eso. La introducción de la regla de los 90 días permitió durante un tiempo mitigar parte de estos efectos, con una caída registrada en torno al 4,1% en los índices de precios de la vivienda tras la entrada en vigor de la regulación. Dicho de otra forma: el episodio se convirtió en un referente para analizar cómo las plataformas digitales pueden transformar mercados urbanos y hasta qué punto la propia regulación puede corregir sus externalidades.El (gran) dilema. El caso londinense refleja un galimatías presente en muchas otras grandes urbes: cómo equilibrar el atractivo económico de las plataformas digitales con la necesidad de proteger la vivienda como bien social. Mientras los defensores de Airbnb destacan la flexibilidad, la diversificación del turismo y los ingresos adicionales para familias, sus críticos subrayan la gentrificación, la saturación turística y la pérdida de tejido comunitario. Londres, de esta forma, se convirtió en un laboratorio de esta tensión, mostrando que sin un marco regulatorio robusto (y, muy importante, sostenido), el impacto sobre la vivienda puede ser devastador.  Un precedente. La introducción de la regla londinense tuvo repercusión internacional, al inspirar a otros gobiernos locales a establecer límites similares. Ciudades europeas y estadounidenses observaron de cerca el experimento, comprobando que la combinación de automatización tecnológica y control político podía reducir los efectos adversos. El debate, por supuesto, sigue más que abierto: hasta qué punto deben las plataformas autorregularse, y hasta dónde corresponde a los Estados imponer restricciones para salvaguardar el derecho a la vivienda. La city, con su mezcla de presión vecinal, datos empíricos y decisiones políticas, se erigió en un punto de inflexión en la relación entre economía digital y políticas urbanas. En Xataka Inglaterra está viviendo una invasión sin precedentes. El problema es que son pulpos, y están devorando todo lo que encuentran Comparativas con otras “grandes”. Como decíamos, el marco londinense no fue aislado. En Berlín, la proliferación de alquileres turísticos llevó a la introducción de multas de hasta 100.000 euros para quienes alquilaran más de la mitad de su vivienda sin permiso, una norma que buscaba evitar la conversión masiva de edificios residenciales en alojamientos turísticos. En Barcelona, el ayuntamiento ha emprendido una cruzada contra los pisos turísticos ilegales, cerrando centenares de anuncios y multando a Airbnb por no retirar alojamientos sin licencia, en un intento de contener la expulsión de vecinos en barrios céntricos (mientras los hoteles subían los precios). En Nueva York, las restricciones se centraron en limitar los alquileres de apartamentos completos cuando el propietario no residía en el mismo inmueble, acompañadas de sanciones diarias de hasta 1.000 dólares, para impedir que bloques enteros fueran reconvertidos en hoteles clandestinos. San Francisco fijó sanciones de hasta 1.000 dólares diarios por no registrar las propiedades.Ejemplos todos que muestran cómo las ciudades, cada una con sus peculiaridades legales y sociales, coincidieron en un punto esencial: el fenómeno Airbnb había superado la frontera de la innovación tecnológica para convertirse en un auténtico desafío político y urbano de primer orden. Imagen | Pexels, PexelsEn Xataka | No es que el turismo de masas se haya instalado en Madrid, Barcelona o Roma, es que ha llegado hasta las islas Galápagos En Xataka | En 2023 Nueva York cerró el grifo a Airbnb para proteger su vivienda. Dos años después solo están contentos los hoteles  - La noticia Londres prohibió alquilar viviendas en Airbnb más de 90 días al año. No te vas a creer lo que ocurrió: bajaron los precios fue publicada originalmente en Xataka por Miguel Jorge .

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