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Aitana sufre la metamorfosis de quien se cree por encima de sus posibilidades

Aitana sufre la metamorfosis de quien se cree por encima de sus posibilidades
La artista, que concluye su ronda por estadios con un concierto en el Metropolitano de Madrid, desluce su discografía con una propuesta poco atractivaLo que Aitana y Lola Índigo no cuentan cuando dicen que no ganan dinero con sus conciertos en estadios Al contrario que la expresión popular que todo el mundo conoce, en la industria musical todos saben que, en ocasiones, más siempre es más. De hecho, eso es lo que ha caracterizado la cultura pop desde tiempos inmemoriales. Ya sea que vayas a sacar un disco o que estés preparando una gira, no olvides echarle mucha purpurina, apostar fuerte, sentirte superior y convertir lo pequeño en algo gigantesco. Una fórmula que, si bien ha ayudado a forjar la leyenda de algunas de las estrellas más influyentes de este siglo, no es apta ni útil para cualquiera. Tanto es así que, de entre todos los casos que demuestran cómo esta lógica puede desbordarse hasta rozar lo ridículo, ni uno solo falta en el concierto de Aitana en el estadio Metropolitano de Madrid. Desde que alcanzara la fama tras su segundo puesto en el concurso Operación Triunfo de 2017, Aitana Ocaña ha tratado de descubrir cuál es su nicho y qué tipo de música quiere hacer. Sin embargo, tras cuatro discos en el mercado y algunas fatídicas participaciones en series, la catalana evidencia no saber todavía en qué especie de artista desea convertirse. Una indefinición que queda más patente que nunca cuando Aitana aparece ante un estadio que irremediablemente la empequeñece. No tan interesada en la búsqueda de identidad como en la búsqueda del más grande de los recintos, la impaciencia la lleva a dar un concierto que no es ni será el que recuerde con más orgullo en el futuro. Si este es el momento más importante de la carrera de la artista, queda tristemente lastrado por la ausencia de una reivindicación a la altura. El cierre de su gira veraniega, como así lo ha vendido la cantante pese a solo haber dado tres conciertos en un total de dos estadios, deja una pobre impresión de lo que ha sido su tour Metamorfosis Season y de lo que podría haber sido. Tras un primer concierto en el Estadi Olímpic de Barcelona y otro en el Metropolitano de Madrid al que se le impidió el acceso a la prensa, sobre la última fecha impera la frustración de un espectáculo que no destaca por nada en especial y que deja la sensación de que España no está preparada para producciones de esta envergadura. Aitana actúa en Madrid Como ya sucediera en el concierto de Lola Índigo hace apenas un mes en el mismo recinto, el sonido deja muchísimo que desear y, a menos que grites las canciones a todo pulmón, tratar de entender lo que se canta se torna un suplicio. Es por ello que la inicial 6 de febrero, con la que Aitana abre su actuación, brilla por el fervor de los seguidores de la catalana, en su mayoría niñas acompañadas de sus padres. Son ellas quienes consiguen hacer del concierto una velada mucho más mágica, envolviendo la atmósfera de su entusiasmo y haciendo que lo que aconteciera sobre el escenario no fuera tan prioritario. Sobre el escenario, eso sí, apenas ocurre gran cosa. Aunque es bastante amplio y su pasarela culmina en una gran mariposa sobre la que la artista interpreta varias de sus canciones, su tamaño únicamente se justifica por el estadio, pecando de quedar vacío. Esto ni siquiera es suficiente para lograr el intimismo bajo el que ha promocionado su último trabajo, Cuarto Azul. Titulado así porque sus padres pensaban que iba a ser un niño y pintaron la habitación de su infancia de color azul, decidió que “quería hacer un disco” que la llevara a “ese lugar seguro” para volver a reencontrarse. No obstante, ¿pensó Aitana que quizás, y solo quizás, la forma más idónea de presentar la cercanía del álbum no era dando un concierto en un estadio? Sobre todo cuando ha sufrido para hacer sold out en un recinto así. La cantante podrá solventar su error con la gira de Cuarto Azul, anunciada al final del concierto con fechas en palacios deportivos de numerosas ciudades, donde probablemente se sentirá más cómoda y podrá defender mejor sus canciones: desde la divertida Superestrella, que en el Metropolitano canta acompañada de sus veinte bailarines, hasta la imperdible Cuando hables con él, que apunta a ser uno de los clásicos del disco y en la que aboga por la honestidad. Ese tour, a diferencia de este de tres conciertos, no tratará de englobar su repertorio completo, algo en lo que naufraga su Metamorfosis Season. El cambio de eras apenas se nota e incluso parece forzado. Aitana cierra su 'Metamorfosis Season' En su recorrido al pasado, Aitana comienza por Teléfono, que suena tan impostada como ya lo hiciera en 2018, pero que ahora se ve favorecida por el factor de la nostalgia. La canta en una actuación donde juega con las sillas, pendiente de no olvidar ningún paso, algo frecuente en cada una de las coreografías. Más bonito es el momento que protagoniza con su canción Vas a quedarte, donde todo el estadio se suma a coro en la última estrofa para crear la que es la parte más memorable del concierto. Lo es porque, al menos durante esa canción, la artista por fin consigue conectar con el público. Y el público también con ella. Tras una pausa de más de cinco minutos en la que todo el protagonismo cae sobre la banda, Aitana saca a relucir su versión rockera con algunos temas de su proyecto 11 Razones (2020), como Si no vas a volver o No te has ido y ya te extraño de más, que coinciden con el anochecer y la gente aprovecha para divertirse encendiendo las linternas de sus móviles. “Hay algunas canciones que ya no volveré a cantar más”, confiesa la artista. Su remix de Mon Amour con Zzoilo la lleva a jugar con los colores de las luces durante la actuación, pero acaba perjudicada por problemas con los altavoces, otra constante. Aitana Ocaña, en el Metropolitano Aitana interpreta Música en el cielo en una de las gradas del estadio, buscando de nuevo una intimidad que resulta difícil vislumbrar. Rápidamente cambia la temática para inaugurar una fiesta de discoteca con ABBA, grupo del que pone varios temas antes de atreverse con su álbum Alpha (2023). El show toma otra forma debido a las pulseras de colores que iluminan a la multitud, pero el caos lo desata Amaral, que sube por sorpresa al escenario para cantar Marta, Sebas, Guille y los demás. “Sois los mejores, os admiro muchísimo”, comenta Aitana al finalizar la actuación. “Gracias por cantar esta canción conmigo”, añade. El final del espectáculo, tras dos horas y media y más de 30 canciones, se reserva alguna de sus colaboraciones más sonadas, como la reciente Gran Vía junto a Quevedo, que hace bailar a los asistentes pese a la ausencia del madrileño. Tampoco están presentes Sangiovanni, con quien canta Mariposas; Nicki Nicole, que participa en Formentera, ni Alaska de Fangoria, que reivindica la imperfección en La chica perfecta. Aun así, son algunos de los grandes hits del catálogo de la intérprete y tampoco pueden faltar a la cita, pese a que las voces de los invitados solo suenen de fondo. Algunos artistas parecen haber olvidado que la calidad no se mide en cifras de reproducciones o en llenar estadios, sino en la capacidad de conmover al oyente. En su obsesión por prescindir de un palacio deportivo para intentar con mucho esfuerzo llenar un Metropolitano, Aitana demuestra carecer de una visión artística que haga destacar sus años de trayectoria, renunciando así al proceso creativo de quienes realmente logran forjarse un legado. Este furor por lo cuantitativo, alimentado por algoritmos y redes sociales, acaba con la autenticidad y convierte la música en un producto desechable. La suerte es que Aitana, que quizás se haya dado cuenta, siempre podrá tener, como canta en su último disco, un segundo intento.

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