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A veces la paz...

A veces la paz...
Abismal diferencia entre aquella Paz de Helsinki y la de hoy, tan prostituida como para premiar la llamada a la violencia con un Nobel o la que Trump auspicia sobre el genocidio perpetrado por Israel en Gaza. Incluso la que alimenta el franquismo en España Como si fuera un fin de ciclo, 1975 fue un año de fuertes impactos en España que cambiaron su historia. El mundo, como suele suceder, no se quedó atrás. La caída de Saigón puso fin a la guerra de Vietnam, confirmando la estrepitosa derrota del autoproclamado gendarme del mundo: Estados Unidos. Le costó muy caro, incluso en su propio país, que ardía en protestas por un conflicto de veinte años que dejó un enorme balance de víctimas. De alguna forma era el episodio más cruento de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El 1 de agosto de ese 1975, un total de 35 países (de Europa, Norteamérica y la URSS) firmaron la Paz de Helsinki, el acta final de unos acuerdos basados en la cooperación y el respeto para tratar de “enfriar” la guerra fría. Helsinki establecía principios como la soberanía, la inviolabilidad de las fronteras, el respeto a los derechos humanos y la no intervención. Comprobamos con toda nitidez la abismal diferencia entre aquella Paz de Helsinki y la de hoy. Tan prostituida como para premiar la llamada a la violencia con un Nobel o la que Trump auspicia sobre el genocidio perpetrado por el Israel de Netanyahu en Gaza. Incluso la que se empeña en encender las armas en Europa, al mandato de Trump también. En 1975, hace medio siglo, la sociedad iba hacia adelante. A España le tocaba pasar por el tránsito de la muerte del dictador Francisco Franco, en su cama, tras casi cuarenta años de dictadura. A asistir a sus últimos fusilamientos de jóvenes disidentes y a las multitudinarias manifestaciones de apoyo al tirano. Si nada se torcía habría que hacerle otro panegírico como el que se le ofreció en la campaña de los “los 25 años de paz”… franquista. “A veces la paz no es más que miedo. / A veces la paz cierra las bocas y ata las manos,/ sólo te deja las piernas para huir”, cantaba hacía tiempo Raimón, cuando no le suspendían el recital. Aquel 1975 fue también el primer Año Internacional de la Mujer, cuando los años internacionales no promocionaban media docena de acontecimientos diarios. Constituyó un gran avance para la concienciación. Tanto fue así que el régimen de Franco firmó la Ley 14/1975, de 2 de mayo, una reforma legislativa que suprimió la licencia marital y otorgó capacidad jurídica a la mujer casada, eliminando muchas limitaciones legales que, hasta entonces, la relegaba a un papel secundario, como abrir una cuenta corriente o hacer adquisiciones de cierta entidad sin permiso. La plena igualdad (jurídica) se consolidó con la Constitución de 1978 y otras reformas posteriores. “A veces la paz / es como un desierto / sin voces ni árboles, / como un vacío inmenso donde mueren los hombres. / A veces la paz / es un desierto”, seguía cantando Raimón. Cincuenta años después, el barómetro del CIS de octubre, en vísperas del aniversario de la muerte del dictador, ha preguntado sobre el franquismo comparado con el sistema democrático. El 21,3% de los encuestados cree que aquella época fue “buena o muy buena”; incluso en otra de las cuestiones, que fue “mejor y mucho mejor que esta”, con porcentajes similares de PP y Vox. Es decir, creen que aquel régimen de muerte, tortura, desigualdad, machismo profundo, desinformación, censura y corrupción fue estupendo. Y, como verán, a ello se apunta un 41,6% de los votantes del PP y un 61,7% de Vox. Un 34% de Coalición Canaria e incluso con cifras menores pero notables de Junts y EAJ/PNV. La “paz” de la Transición se dejó muchos agujeros negros sin limpiar. Preocupantes los nostálgicos del franquismo, sin duda, y tanto o más los jóvenes que se han apuntado a esto con una frivolidad y un egoísmo lacerantes. ¿Saben realmente lo que fue aquello? Pues urge que lo aprendan. Sin duda, la desinformación que padecemos, la crispación que provoca el PP ya en piñón fijo de la mañana a la noche, cargada de bulos y calumnias, es una parte esencial para explicar esta falta de sentido común y de madurez democrática. Y todo ello debería, debe, tener remedio. Al margen de las chanzas del PP, este barómetro del CIS apunta datos a tener en cuenta. Al Partido Popular no le está rentando esta política sucia que despliega y desde luego a Feijóo no lo aprecian ni los votantes del PP: al 47,4% les inspira poca o ninguna confianza. Y en el conjunto de los principales líderes, le vuelve a ganar Abascal. Ayuso no llega ni al 3% de las preferencias en el conjunto de España. Con Tellado a la cabeza, la cúpula del PP de Feijóo está abrasada. A muchos de nosotros la pedagogía -que suele reclamarse- nos la hizo el tener los ojos abiertos para ver lo que ocurría, un sentido incuestionable de la justicia, de la equidad, de la honradez, de los derechos humanos, de la dignidad y la valentía. Los jóvenes sobre todo deberían saber que uno no puede quejarse de lo que no construye, y mucho menos de lo que destruye. No es justo, no es decente, siquiera. Hemos llegado a un punto en el que la extrema suciedad que expande el PP para lograr el gobierno -como sea- está dañando la democracia y, diría, que el carácter de los españoles que se dejan y son cada vez más torvos, mezquinos y egoístas. “A veces la paz / tiene sabor a muerto. / A los muertos para siempre, / a los que son sólo silencio. / A veces la paz / tiene sabor a muerto”, seguía cantando Raimon. La paz de Trump, de Netanyahu, tan precaria, en la cuerda floja, con augurios de males por venir, tan impune para el daño provocado, no era lo más deseable. Pero nada es comparable a los hijos que vuelven a ver a sus padres encarcelados durante años, meses o días, a las madres que recuperan a los suyos, las parejas, los amigos. Nada iguala al abrazo mil veces deseado por muchas que sean las heridas. A la comida en el plato y el agua limpia. Sentar las bases de una paz con buenas intenciones como la de Helsinki, hace cincuenta años, se hace imprescindible. La impunidad -véase lo ocurrido en España en ese tiempo- pudre las raíces de cualquier proyecto limpio. Hay que exigir responsabilidades en un mundo que ya no es el mismo. Necesita darse la vuelta y volver a ir hacia adelante. A veces esa paz no es más que miedo.

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