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Alemania debe dejar solo a Israel (y rápido)

Alemania debe dejar solo a Israel (y rápido)
La posición alemana es fruto, en esencia, de un complejo de culpa histórico. Y la culpa es tremenda: nos atenaza, nos lleva a tomar malas decisiones, ancladas en un acto erróneo del pasado y no en la esperanza de un bien futuro. Las culpas históricas no prescriben Estamos comprendiendo demasiado a Alemania. En estos últimos días su apoyo a Israel empieza a ser, por suerte, algo más esquivo: el canciller Friedrich Merz ha llegado a admitir que en Gaza se está vulnerando el derecho internacional humanitario. La postura alemana resulta crucial, no sólo por su peso específico en la UE, sino también porque la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ejerce en este asunto de alemana más que de europea.  Alemania no apoya que se aplique un embargo de armas a quien está cometiendo lo que algún día será considerado un genocidio, por un tribunal y por la historia. Ah, la historia. Aquí desempeña un gran papel. La posición alemana es fruto, en esencia, de un complejo de culpa histórico. Y la culpa es tremenda: nos atenaza, nos lleva a tomar malas decisiones, ancladas en un acto erróneo del pasado y no en la esperanza de un bien futuro. Las culpas históricas no prescriben: puede que al terminar de enterrar el orden mundial que surgió en 1945, sólo quede en pie la culpa alemana.  Como la Alemania nazi mató a seis millones de judíos, al acabar la guerra se garantizó la existencia del Estado de Israel como patria segura para los judíos de todo el mundo. Por eso Alemania tiene que proteger a Israel. Y dicho así, suena razonable. Pero quizá sea demasiado razonable, tan lógico y coherente en su simpleza que, creyendo el Gobierno alemán comprender bien su historia la están entendiendo mal. Parece que ni ellos se comprenden ya a sí mismos. Una reciente encuesta de la Fundación Bertelsman revelaba que el porcentaje de alemanes que ven de forma positiva a Israel ha descendido al 36% (de un significativo 46% que lo hacía en 2021). Alemania construyó desde los años 60 su “responsabilidad histórica especial por la seguridad de Israel”. Asumió que siempre velaría por su seguridad. Eso está muy bien. Más aún: todos somos responsables de la seguridad de otros países. Por eso justamente se inventó el Derecho Internacional público, con su derecho humanitario y sus convenciones de Ginebra. La forma en que todos los Estados, incluido Israel, nos sentimos seguros es sabiendo que hay unas normas respetadas por todos. Pronto, en cuanto Israel termine de triturar esta arquitectura, la ciega defensa de Alemania habrá generado más inseguridad para Israel… y para todos los demás.  Alemania podría mejorar mucho la seguridad de Israel explicándole que la diplomacia funciona a veces mejor que los bombardeos. Además de matar gente, hay otras opciones: conversar, dialogar, llegar a acuerdos, firmar tratados. Y si no funciona, aún se pueden trasladar los problemas a instituciones multilaterales, como la ONU. Estos mecanismos son lentos, pero viven los niños.  El deber de memoria de Alemania no acaba nunca, es cierto. Pero responsabilizarse de actos presentes del otro es algo muy distinto. Emmanuel Levinas, filósofo judío, perdió a su familia en los campos de concentración nazis. Dedicó su vida a reflexionar sobre cómo hacernos responsables de los demás. No hay que tomar decisiones por el otro, nos advierte Levinas. Ni asumir las consecuencias de los actos que el otro lleva a cabo, porque eso en realidad reduce al otro a nuestras expectativas o proyecciones. Alemania, al proyectar su condición de verdugo pasado y perpetuar la condición de víctima de Israel, se impide a sí misma ver la condición presente de Israel, que es de agresor, y no de agredido. Alemania no necesita ejercer esa responsabilidad paternalista y paradójica, pues la culpa del genocida pasado está protegiendo al genocida actual. Y la humanidad no necesita más golpes de pecho, sino más bien el expertise alemán. Como país responsable del Holocausto, podría decir a Netanyahu: “Esto que cometes es un genocidio; hazme caso, que tengo el know how”. La mejor forma en que Alemania honraría hoy su compromiso de “responsabilizarse de la seguridad de Israel” es conminando a Netanyahu a parar y contribuyendo a llevarlo a los tribunales internacionales. Su ciega defensa de Israel protege la masacre de Gaza, la hambruna de sus niños, la destrucción de sus casas. Envilece a todos los europeos, pues sin Alemania estamos condenados a aplicar un doble rasero que triturará la credibilidad internacional de Europa por décadas. Alemania no está ante un dilema, porque los dilemas son irresolubles. Está ante una decisión difícil: dejar solo a Israel o acompañarle en la comisión de un genocidio. Serían dos. Dos en menos de un siglo.

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