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Corrupción incluso por encima de sus posibilidades

Corrupción incluso por encima de sus posibilidades
Leyes a la carta, leyes a demanda, tráfico de leyes, una legislación clientelar, el alquiler vacacional del BOE: ni siquiera hay un nombre que tipifique la tropelía de Montoro que investiga el juez La primera vez que escuché eso de que “vivíamos por encima de nuestras posibilidades” acababa de terminar la carrera y había entrado de forma sibilina en el mercado laboral. Tenía un contrato en prácticas de 700 euros mensuales con el que sobrevivía, literalmente, en Madrid. Mientras seguía escuchando eso de que vivíamos por encima de nuestras posibilidades, la empresa en la que trabajaba planteó un ERE que dejó en la calle a más de cien personas, así que nos pasamos aquellas semanas enfrentados por el simple e insidioso temor de ser los siguientes; en los pasillos solo se escuchaban murmullos ansiosos y proféticos. Escuché muchas más veces aquel mantra culposo y reprobatorio, algunas mientras despedía a buenos amigos que salieron de España buscando una oportunidad laboral (muchos no han regresado) o mientras otros terminaban trabajando de cualquier cosa, privados de sus aspiraciones vocacionales. Presencié rupturas, porque el paro atraviesa las relaciones como una infidelidad, y me acostumbré a la precariedad laboral como modo de vida, al menos el único posible sin padrinos. Aquellos años marcaron el comienzo de la permanente crisis disfuncional en la que hemos crecido los millennials, un círculo vicioso de crisis enlazadas. Por eso resulta más ofensivo si cabe leer lo que Cristóbal Montoro ejecutaba presuntamente en plena bacanal de austericidio. “No nos hagan escoger entre corruptos cutres y corruptos premium”, le pedía el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, al presidente del Gobierno en una sesión del Congreso de los Diputados marcada por el caso de Santos Cerdán. Y tenía razón Rufián en eso de que hay una corrupción chusca, el tipo de corrupción que ni siquiera intenta ser discreta, la que se enfunda un Rolex de oro para bajar a la charcutería o se da paseos en un Maserati por el barrio, el tipo de corrupción que frecuenta prostíbulos y ejecuta abusos de poder descuidados, incluso risiblemente obvios. Y luego está la corrupción premium, la sofisticadamente obscena y perniciosa. Según la investigación dirigida por el juez Rubén Rus, el equipo económico de Montoro “recibió cuantiosas comisiones a cambio de su capacidad de influir en los poderes legislativo y ejecutivo”. El auto detalla cómo las empresas gasísticas redactaban las leyes a medida para ahorrarse millones de euros. La corrupción en España ha permeado en el tejido social, académico, industrial, político, comercial, cultural, pero aquí hablamos de permear en el tejido legislativo. Hablamos de prostituir la legislación poniéndola a la medida de los intereses personales de unos pocos: leyes a la carta, leyes a demanda, tráfico de leyes, una legislación clientelar, el alquiler vacacional del BOE: ni siquiera hay un nombre que tipifique semejante tropelía. A los lemas políticos contra los rivales hay que ponerles bótox preventivo cada pocos meses porque siempre corren el riesgo de envejecer muy mal. Todos sospechábamos que algo así iba a pasar con el ‘Mafia o democracia’ del PP, pero el envejecimiento ha sido tan prematuro que la lozanía no ha durado ni siquiera un mes. No era mafia: parece que era algo peor, incluso algo por encima de sus posibilidades.
eldiario
hace alrededor de 16 horas
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