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EDAD DE VOTO Y POLARIZACIÓN

El primer ministro británico, Keir Starmer ha recuperado una de sus banderas electorales: adelantar la edad mínima del voto de los 18 a los 16 años. La medida parte de la idea de que aumentar la participación electoral es una manera de fortalecer la democracia, un objetivo loable con medios claramente discutibles como veremos a continuación. En España, el Ministerio de Juventud –en manos de Sira Rego (Sumar)–, anunció esta primavera que preparaba una ley similar. La portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, se apresuró a distanciarse del proyecto y no aclaró si existía consenso alguno entre los socios de la coalición. La medida supondría añadir al censo electoral español algo más de un millón de personas. Adelantar la edad mínima para participar en las elecciones constituye una de las peticiones tradicionales de la izquierda. Confluyen aquí un argumento teórico y otro más práctico. El primero consiste en idealizar la juventud cuya participación en procesos electorales cimentaría la legitimidad de estos (argumento británico). El segundo, más práctico, da por bueno el supuesto de que el voto joven es de natural más zurdo y que es el paso del tiempo el que lo convierte en más conservador. Hasta ahora, la izquierda ha considerado a los jóvenes como un gran caladero de votos frente a una derecha de caricatura vetusta. En España, la referencia más cercana serían las franjas de menos edad en las encuestas postelectorales. Tras las elecciones generales de 2023 los partidos más votados por los ciudadanos de 18 a 24 años según el CIS fueron PSOE, Sumar, PP y Vox. Sin embargo, tras las europeas, irrumpió como segunda fuerza Se acabó la fiesta, del extravagante Alvise Pérez. Otros estudios concuerdan con una progresiva derechización o polarización de las capas con menos edad. En Austria, legalizaron el voto con 16 años y la primera fuerza hoy es la derecha ultraconservadora, lo que contradice el perfil del joven de izquierdas y muestra que, en todo caso, a menos edad, más acercamiento a fuerzas excéntricas del arco parlamentario. La rebaja de la edad mínima para votar pone en evidencia un choque entre dos corrientes que, una vez superpuestas, resultan paradójicas. La primera sería esta de otorgar a los menores una mayor responsabilidad. En sentido contrario, los menores son considerados merecedores de una cada vez mayor protección y se legisla sobre ellos como personas menos responsables que pudieran ser expuestas a cada vez menos contenidos culturales o que no fueran capaces de asimilar determinados mensajes. Si un menor no es capaz de visionar una publicidad sobre dulces porque esto le induciría a un consumo irresponsable de alimentos con azúcar, ¿estaría preparado para procesar de manera cabal y adulta la información electoral y la propaganda de la que sería destinatario en unas elecciones? Si un joven con 16 años debe obtener la autorización de sus padres para asistir a una excursión o es incapaz de conducir un coche, ¿puede exponerse a los agentes polarizadores que tensionan los procesos electorales en todo Occidente? Los menores de 16 años parecen más expuestos a la influencia de las redes y, por tanto, a los tentáculos de los agentes ideológicos que pretenden desestabilizar nuestras sociedades. En un escenario en el que las aritméticas parlamentarias están sometidas a tensiones nunca vistas, ¿es el momento de dar más capacidad de influencia a las fuerzas disruptivas que buscan alterar el mapa electoral? Si Europa vive un incendio, no parece que sea el momento de echar más gasolina.
abc.es
hace alrededor de 11 horas
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