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Cuando las apariencias no engañan

Dice el viejo refrán que las apariencias engañan. Yo siempre he creído lo contrario: que no engañan. Es el caso de Carlos Mazón, cuya conducta es el espejo de su alma. Tenía que haberse ido hace mucho tiempo por sus gravísimos errores , pero optó por aferrarse al cargo. Parafraseando a Churchill, eligió el deshonor y ahora sufre el castigo de una dimisión forzada por la mentira y el descrédito. Mazón se ha empeñado en construir un personaje antipático, insensible al dolor ajeno y, sobre todo, aferrado al poder. Resulta hoy inevitable preguntarse por qué el presidente valenciano ha soportado este calvario, para qué quería ganar tiempo y por qué ha sido incapaz hacer la menor autocrítica hasta ayer. Mazón... Ver Más
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hace alrededor de 10 horas
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