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'Derribos Trump' quiere reformar la ONU

'Derribos Trump' quiere reformar la ONU
Si la ONU es inoperante para sus objetivos fundacionales, lo es gracias a Estados Unidos, que lleva décadas utilizándola y bloqueándola según sus intereses. La "ley del más fuerte” no la ha traído Trump, es la política exterior norteamericana desde hace décadas La ONU necesita una reforma tras ochenta años, y ‘Derribos Trump’ se ofrece para la tarea. Lo dijo el presidente estadounidense en la tribuna de Naciones Unidas: si le hubieran dado hace años la contrata para renovar el edificio, hoy todo funcionaría bien: las escaleras mecánicas, el teleprompter, el orden mundial y la paz entre los pueblos. Si le dejan, él reformará la ONU como va a reformar Gaza y como intenta reformar Estados Unidos: con bulldozer, tirándolo todo para luego construir un resort, una autocracia o, en este caso, un club social de países que no moleste a sus intereses. Trump participó en la Asamblea General como si fuese la junta de una comunidad de vecinos, al estilo ‘Aquí no hay quien viva’. El típico vecino que tiene más votos porque su piso es el más grande y suma los votos de otros vecinos, de forma que mangonea las reuniones. El vecino jeta que, siendo el que más paga de comunidad, es también el más moroso. El vecino insolidario que impide instalar un ascensor o placas solares usando su mayoría. Y por supuesto el vecino mafias que ofrece su propia empresa de reformas para las obras de la comunidad, acaba haciendo una chapuza, y deja una derrama que pagamos entre todos. Fin de la metáfora vecinal, vale. Que la ONU necesita una reforma, es evidente. Una organización que nació con 51 miembros y hoy tiene 193, anquilosada y poco operativa, y que como dijo Trump “escribe cartas muy rotundas que luego no aplican en la práctica”. Una organización paralizada en las decisiones importantes, incapaz de detener guerras, aliviar el sufrimiento de pueblos enteros, hacer justicia, defender los derechos humanos o frenar un genocidio. Una organización cuyas asambleas generales parecen un photocall para que los jefes de Estado (nuestro rey incluido) tengan su minuto de gloria ante una audiencia global y pronuncien discursos “históricos”. Lo que Trump olvida es que si la ONU es inoperante para sus objetivos fundacionales, lo es gracias a Estados Unidos, que lleva décadas utilizándola y bloqueándola según sus intereses. Los miembros permanentes del Consejo de Seguridad paralizan su funcionamiento, pero a la cabeza siempre Estados Unidos, que solo es multilateral cuando le conviene. Lo de “la ley del más fuerte” no lo ha traído Trump, es la política exterior de Estados Unidos hace décadas. El caso de Israel es el más sangrante: decenas de resoluciones condenatorias y exigencias que quedan en nada por el veto de Estados Unidos. Ahora además se otorga el derecho de admisión sobre la sede central por estar en Nueva York, negando visados a la delegación palestina. La propia reforma de la ONU se enfrenta al mismo problema: el veto de Estados Unidos, y de los otros cuatro países que desde el Consejo de Seguridad limitan el funcionamiento democrático, y sin los que no se puede cambiar ni una escalera mecánica. Reformar la ONU se antoja más arduo que reformar nuestra Constitución. Por eso Trump propone su método express: derribarla y construir otra cosa sobre el solar resultante. Habrá quien piense que, total, la ONU hace tiempo que es una casa en ruinas, y si no sirve para detener un genocidio, para qué sirve entonces. Pero Trump es capaz de conseguir que echemos de menos a esta ONU paticoja. No dejemos que se encargue de la reforma.

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