cupure logo
losquedelporunasánchezparaautónomosdigitaltrump

El desarme de Hamas y el riesgo de colapsar el plan de paz

El desarme de Hamas y el riesgo de colapsar el plan de paz
En este momento, el gran problema reside en que la posición de Hamás ha sido la de no desarmarse, ni siquiera parcialmente, hasta que haya un horizonte político que retorne la dignidad a los palestinos y sean dueños de su destino, no una colonia o protectorado de EEUU, y menos de IsraelEl plan Trump necesita mucha presión global para ser algo más que un alto el fuego Completada ya la primera fase del plan de paz para Gaza, la más urgente, con el alto el fuego, la liberación de rehenes, la entrada de la ayuda humanitaria y la posterior liberación de presos palestinos, toca abordar el punto seis de la propuesta, que trata sobre la “concesión de una amnistía a los miembros de Hamás que se comprometan a la coexistencia pacífica y al desmantelamiento de sus armas”, esto es, su desarme. Las dos cuestiones -la amnistía y el desarme- son extremadamente complicadas, y no porque no existan precedentes en el mundo, que son muchos, sino por el contexto actual de Gaza, ya que implica de una manera directa a Hamás y al Gobierno de Israel, que se verán obligados a tomar decisiones contrarias o diferentes a lo que han estado afirmando hasta el presente. Además, si fracasa esta etapa, todo lo demás quedará en el aire y en suspenso. Por tanto, hay que prestarle una gran atención y plantear soluciones que sean viables y aceptables para las partes implicadas. El problema que tenemos en este momento, el rechazo de Hamás a desarmarse, es el resultado de un pésimo diseño en el plan de paz, pues, a diferencia de todos los procesos de paz, en que hay una etapa exploratoria entre las dos partes para definir la agenda de negociación (con las FARC, esta etapa duró algo más de dos años), aquí no ha existido esta fase y el plan ha sido impuesto por Trump, que exigió a Hamás una respuesta antes de 5 de octubre, sin que este grupo hubiera participado en su diseño, algo incomprensible. Hamás aceptó algunas partes del plan tras su anuncio, pero con reservas y condiciones, especialmente en lo que respecta al desarme, al control del territorio y a la seguridad. Además, debo advertir que en todos los procesos de paz el desarme se negocia al final, no al inicio, y menos como precondición. Con suerte, puede acordarse un alto al fuego durante la negociación. Hacerlo todo al revés tiene un riesgo, y puede hacer fracasar cualquier plan de paz. El desarme es una cuestión de negociación táctica que hay que diferenciar de los temas más estratégicos, los del futuro político de Palestina. En el desarme, es evidente que se trata de una negociación directa entre Hamás e Israel, aunque sea a través de Qatar y Egipto. En el tema del futuro político de Palestina, la tercera fase, creo que Hamás ya no debería participar, pero dejaré este aspecto para otra ocasión. En cualquier caso, en el mundo de las negociaciones estamos de acuerdo de que primero hay que lograr reducir o suprimir el nivel de violencia, para luego discutir los temas más políticos. No siempre es posible, pero en el caso de Gaza sí que se ha empezado de esta forma, lo cual es de agradecer, pues alivia el sufrimiento de los gazatíes. Para avanzar en una negociación sobre el desarme, se necesitan cuatro requisitos: firme decisión de llevarlo a cabo, garantías de no persecución al dejar las armas, un pacto sobre el futuro de los miembros de la organización, y verificación externa e independiente en el proceso de recogida de todas las armas, que en el caso de Gaza incluye un aspecto poco convencional, que es el señalamiento de dónde están los túneles, no solo los zulos con armas. Los túneles son muy importantes en esta negociación, y Hamas no lo pondrá fácil. El domingo, el ministro de Defensa de Israel dijo que la destrucción de la red subterránea representa “el significado principal” de las cláusulas de desmilitarización y desarme del acuerdo de alto el fuego. Algo muy importante en este tema del desarme, y que ha sido una sorpresa, es que Trump dijo a los periodistas que ayer le acompañaban en el avión hacia Israel, que Estados Unidos era consciente de que Hamás se estaba “rearmando” en Gaza, y afirmó que el grupo había recibido la aprobación de Estados Unidos para hacerlo “por un período de tiempo” como fuerza policial y para poner orden en la zona, algo que sin duda habrá molestado enormemente a Netanyahu. Más allá de esta “temporalidad permitida”, ¿cómo incentivar o convencer a Hamás de que lo más sensato, política y militarmente, es abandonar la lucha armada y hacer una entrega de armas definitiva? ¿Hay realmente alguna posibilidad de lograrlo a corto plazo? Antes de dar una respuesta, viene al caso explicar lo que ahora está ocurriendo en Turquía respecto al PKK. Hace pocos meses,la guerrilla kurda decidió abandonar la lucha armada, hizo un primer acto simbólico de entrega y quema de 30 armas, pero luego paralizó el proceso de desarme hasta que una comisión parlamentaria creada en agosto haga a finales de año unas propuestas concretas al ejecutivo y al poder legislativo para dar garantías jurídicas a los ex combatientes, como la amnistía y la reincorporación a la vida civil. El Gobierno turco ya ha avisado que podría acoger a los combatientes de base, pero que los mandos del PKK deberán exiliarse. En el mejor de los supuestos, Hamás podría pensar en hacer lo mismo que el PKK, es decir, condicionar su desarme a tener garantizada su seguridad jurídica, enlazando los dos temas peliagudos del punto seis del plan de paz, el desarme y la amnistía, aunque lo más probable es que tenga más exigencias. De hecho, es muy frecuente plantear el desarme como un proceso secuencial y de canje progresivo, como un primer paso. Ha pasado en los procesos de paz de Filipinas, Mozambique, El Salvador, Irlanda del Norte o Colombia, entre otros. Y aquí sí entran varias posibilidades a estudiar, como que parte de los combatientes de Hamás pasen a integrarse de forma definitiva a la nueva policía de Gaza, asumiendo funciones de seguridad comunitaria, algo que habrá que consolidar a muy corto plazo, pues de lo contrario el caos puede ser impresionante, y más teniendo en cuenta que Israel ha creado pandillas armadas que están mezcladas entre la población desplazada. Pero, como Turquía, Israel podría condicionar una amnistía parcial al exilio de los dirigentes de Hamas. No intentar matarlos de nuevo y dar garantías de ello, ya sería una gran concesión. En cualquier caso, y siguiendo las normas básicas de toda buena negociación, Israel tendrá que asumir que lo mejor es no humillar a Hamás en esta segunda fase del plan, pues la humillación podría bloquear su desarme posterior y las siguientes fases del plan de paz, aunque haya cambios profundos. A pesar de que Hamás ha perdido el apoyo popular que tuvo en el pasado, continúa siendo un símbolo de la resistencia palestina para bastante gente.  En este momento, pues, el gran problema reside en que la posición de Hamás ha sido la de no desarmarse, ni siquiera parcialmente, hasta que haya un horizonte político que retorne la dignidad a los palestinos y sean dueños de su destino, no una colonia o protectorado de Estados Unidos, y menos de Israel. El sábado, un alto miembro de Hamás manifestó que la entrega de sus armas estaba fuera de discusión, y que solo lo harían cuando se establezca un Estado palestino. Esto incumple el punto seis del plan de Trump y paraliza todo el resto del proceso, que tendría que ir al núcleo político del plan, en especial la formación de un gobierno transitorio temporal para toda Palestina. Ahí habrá mucha discusión y desencuentro, pero antes tendrá que entrar en juego la capacidad de persuasión de los países mediadores para convencer a Hamás de que se limite a negociar el desarme y la amnistía, pero no participar en este posible gobierno de transición, algo de momento imposible, pues Hamás sí ha dicho que quiere estar en la mesa. Así, pues, la tercera fase de momento queda en entredicho. Todo sería un poco más sencillo si Israel estuviera dispuesta a liberar a Barghouti, aspecto al que se ha negado, pues es el político palestino más carismático y popular, ahora no violento, y capaz de aglutinar muchas de las familias políticas palestinas. Eso es lo que asusta a Israel, concretamente a Netanyahu, pues no solo no permitirá que haya un Estado palestino, sino tampoco una entidad política palestina soberana, libre de corrupción, no clientelar, y con capacidad de labrar un horizonte político administrativo de nivel superior al actual. Todos los Estados que han reconocido a Israel como Estado, también deberían exigir la liberación de Barghouti, una personalidad que puede ser muy importante para la tercera fase del plan. ¿Qué puede ofrecer Israel a Hamás, y en especial a su jefe negociador, el superviviente del ataque de Israel en Doha, Khalil al-Hayya, para que acepte un proceso de desarme más adelante? Como mínimo, la retirada total de las tropas de Israel en Gaza, no solo parcial; poner fin a los asentamientos en Cisjordania, derribar los muros, dar garantías para que no haya futuras incursiones militares de Israel, hacerse cargo de la seguridad local ya mencionada, la liberación de más presos palestinos, una amnistía y aceptar a Hamás como partido político o movimiento social. Como mucho, y a pesar de las declaraciones hechas este sábado, creo que Hamás podría pensar en formas parciales y escalonadas de desarme, o de transformación de su aparato militar hacia funciones más civiles, pero solo si obtiene muchas contrapartidas. Los negociadores tendrán que explorarlo ya mismo. De hecho, y según informó hace poco Al Jazeera, en privado Hamás ha dicho que podría considerar entregar parte de su arsenal, en especial el ofensivo, como los misiles, y que su desarme total solo lo hará ante un nuevo liderazgo palestino que tenga el control sobre todo el territorio, en cuyo caso sí se podría ir a la tercera fase, pero si persiste en no desarmarse, entramos en un planteamiento de bucle aparentemente sin salida. Sí sabemos, sin embargo, que Netanyahu ha dicho recientemente que regresaría a la masacre si Hamás no era desarmado. La pregunta es, pues, lo que el primer ministro israelí está dispuesto a hacer o conceder para que Hamás dé algún paso a corto o medio plazo. Y al pensarlo, Netanyahu no debería olvidar que su extrema crueldad al lanzar 100.000 toneladas de bombas sobre Gaza y provocar tantas muertes ha creado una nueva generación de pequeños y jóvenes que, si no cambian mucho las cosas a nivel social, tanto en Israel como en Palestina, querrán vengarse algún día y continuará la espiral de violencias. Si no se piensa en el futuro, las decisiones sobre el presente no serán las correctas.

Comentarios

Opiniones