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El mes horrible de Alberto Núñez Feijóo

El mes horrible de Alberto Núñez Feijóo
Feijóo debe saber que los finales felices son un mito de la narrativa, porque en la vida real siempre hay un día después de aquel en el que tocamos la cima. Después del verano vendrá el otoño y todavía quedan muchas sorpresas por venir y sentencias por escribir Escribió Joan Didion en uno de sus libros más conmovedores, 'El año del pensamiento mágico', que “la vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba”. Esta máxima es muy útil para asumir que no hay que dar nada por sentado y afrontar con serenidad los dramas y las felicidades, los triunfos y los fracasos. Porque existen giros de guion de la vida que hacen que un día estés tocando la Moncloa con la punta de los dedos y, al siguiente, se han interpuesto en tu camino Cristóbal Montoro, Noelia Núñez, Víctor de Aldama y hasta el mismísimo arzobispo de Santiago, en teoría todos aliados y compañeros de fatigas y en la práctica haciendo realidad el dicho “con estos amigos, quién necesita enemigos”. El mes de julio empezó bien, con un congreso triunfalista hasta la histeria que hacía presagiar que Pedro Sánchez caería antes de agosto. “Estamos listos”, era la consigna, “ha llegado nuestro momento”. Pero el momento, el ansiado momentum es a la política lo que el duende al flamenco: no se puede forzar. Feijóo había apretado el acelerador incluso un poco más de lo recomendable y estaba ya hablando de saunas gays, porque su impulso al ver al enemigo en el suelo fue pisarle la cabeza renunciando por completo al juego limpio. Es verdad que Sánchez tiene vidas para dar y regalar, y lo demostró saliendo vivo (aunque muy tocado) de la sesión de control monográfica sobre la corrupción de Cerdán, Ábalos y Koldo. Los socios de investidura no se decidieron a abandonar al presidente y Feijóo optó por echar sal sobre la tierra quemada entre el PP y el PNV, tirarle la caña a Junts porque ambas partes saben que es una relación abocada al éxito y radicalizar su discurso antiinmigración, uniendo sin pudor ni responsabilidad criminalidad y extranjería. “Vox es un partido con más sentido de estado que Podemos, Sumar y el PSOE”, proclamó Miguel Tellado, mientras la susodicha formación aseguraba que quería deportar a ocho millones de personas que viven en España que, para Abascal y los suyos, sobran. Ahí ya se veían las primeras señales de futuro descarrilamiento, pero el tren del PP siguió avanzando a toda máquina hasta que en un recodo del camino y directamente desde el pasado reciente se cruzó en la vía Cristóbal Montoro. Al principio, cuando no se sabía muy bien qué era lo de Montoro, de tan grave y complejo que ha resultado, salió Juan Bravo a pedir a los ciudadanos que distinguieran entre su corrupción y la del PSOE, pues en la suya no había prostitutas ni se colocaban a amigas en empresas públicas. Bravo, que es vicesecretario general de Hacienda del PP, se abonaba así a la teoría de la corrupción premium y la corrupción cutre formulada por Gabriel Rufián. Cuando se fue conociendo la magnitud de la tragedia y se vio que la trama no era trama sino sistema, con sede en el Ministerio de los dineros de todos, Montoro pasó a ser directamente sanchista, tan sanchista y tan del PSOE como Marcial Dorado, que también hizo un cameo este mes fatídico para defender a su examigo. Las vueltas que da la vida, como hemos dicho al principio. A lo de Montoro se sumó pronto lo de Noelia Núñez, joven promesa con un currículo falso. En la era de la humillación pública viral, este asunto ha provocado todo tipo de chascarrillos y retoques apresurados de biografías, aunque la protagonista dimitió y pasó a convertirse, paradójicamente, en un ejemplo a seguir. A estas alturas Feijóo ya estaba deseando irse de vacaciones, y eso que quedan los disgustos que le da la presidenta madrileña, sus viajes al chalé de Rascafría y su pareja, ya sí, a punto de sentarse en el banquillo. En Santiago, en su tierra gallega, le esperaba un último varapalo moral, el sermón del arzobispo de la ciudad, que se comportó como el cristiano que es y advirtió de que “es inaceptable utilizar a los migrantes o refugiados como arma política cuando ya acumulan el dolor por el desarraigo y el abuso de las mafias”. “Ni violencia racista ni criminalización colectiva”, señaló el prelado delante de Feijóo, que lleva unas semanas coqueteando con la última posibilidad. El mes de julio se encamina a su final y todavía quedaba un audio sorpresa que Aldama envió a Koldo (que grababa hasta sus peleas maritales) en el que el conseguidor favorito de los amantes de las conspiraciones desvinculaba a Begoña Gómez del rescate de Air Europa. Feijóo debe saber que los finales felices son un mito de la narrativa, porque en la vida real siempre hay un día después de aquel en el que tocamos la cima. Después del verano vendrá el otoño y todavía quedan muchas sorpresas por venir y sentencias por escribir. Porque la vida cambia en un instante.
eldiario
hace alrededor de 13 horas
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