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La entrada en vigor de la futura ley de secretos oficiales: una necesidad urgente

La entrada en vigor de la futura ley de secretos oficiales: una necesidad urgente
Un año me parece exagerado. Si, el Señor no lo quiera, al actual gobierno le sucede la derecha española, siempre tan patriótica, se corre el riesgo de que imponga peores condiciones para recuperar una historia que ha sido distorsionada No es mi intención hacer una crítica al anteproyecto de ley de secretos oficiales (LSO). Ello corresponde a las elegidas y elegidos por la ciudadanía para que la representen en las dos cámaras. Vivimos en un régimen parlamentario y las funciones de los diputados y senadores están perfectamente establecidas en el texto de la Constitución Española. En las reacciones, diversas, de los medios de comunicación se ha puesto el énfasis en qué medida y hasta cuándo la aplicación de la futura LSO afectará a la documentación sobre la pretransición y la transición propiamente dicha en sus diversas facetas. En aquellos años tanto los españoles como las autoridades mostraron una profunda satisfacción porque la salida del régimen dictatorial se hubiera hecho sin conatos de guerra. “De la ley a la ley” se convirtió en un lema ampliamente compartido. La legalización de todos los partidos políticos, incluido el coco de la dictadura, el comunista, recibió mucha atención y autocongratulación. Después, utilizando fuentes abiertas y, en particular, una nueva prensa ya no acogotada por la censura y la falta de libertades, fue apareciendo que el coste había sido elevado en el plano de los disturbios y asesinatos que acompañaron el período. (Muy importante será, posiblemente, la documentación que haya en los archivos de los Ministerios del Interior y, en cierta medida, de Defensa y de Justicia). Con el paso del tiempo, el interés por saber algo fundamentado en evidencias primarias relevantes de la época alcanzará cotas muy elevadas. Tampoco cabe olvidar la documentación sobre la lucha antiterrorista. Incluso, yendo hacia atrás, cómo se explicaría que en España hubiese habido una guerra civil, cuáles fueron sus causas, quiénes sus protagonistas. Hoy se sabe sobre todo ello infinitamente más que en 1975 gracias a la llegada de libros prohibidos, de algunos maestros del exilio, de la sucesión de tres generaciones de historiadores españoles y extranjeros interesados, de la interacción entre unos y otros y de la importación de nuevas técnicas de investigación y análisis en campos que no se cultivaban en la España de Franco. En definitiva, la continuada apertura de archivos (que fue una realidad innegable en el período postfranquista) encendió las ganas de saber más y, en particular, sobre el contenido de los que continúan cerrados. Teniendo en cuenta, desde luego, que toneladas de papel y testimonios fueron hechos desaparecer durante los primeros años de la Transición por los individuos, grupos y autoridades que aspiraron a dejar tras de sí el menor volumen de evidencias documentales. En la actualidad, la sociedad española, más libre, se ha hecho también más curiosa y desea saber más sobre la guerra civil y sus consecuencias, pero en particular sobre el oprobioso régimen que le siguió. La apertura de archivos debe, pues, continuar. Desde mi punto de vista en particular en lo que se refiere a los ministerios de regalianos (en la terminología francesa); es decir, Presidencia, Defensa, Interior, Justicia y Exteriores. Quisiera subrayar que, en este último, los ministros Morán y Fernández Ordóñez supieron encontrar la fórmula de combinar libertad de acceso y respeto a las responsabilidades internacionales de España en fórmulas que, en general, se mantuvieron hasta bien entrado el gobierno Rajoy. En Defensa, sin embargo, la liberalización pretendida por Carme Chacón no llegó a materializarse, aunque ha sido proseguida (con vacíos relevantes) por la actual titular. No sabemos cómo se coordinará la apertura de archivos en los ministerios regalianos para los períodos a que se extenderán las futuras memorias y las conversaciones privadas del ex rey Juan Carlos con una de sus, al parecer, numerosas amantes. En el interín se nos anuncia que una conocida periodista francesa va a dar a la luz las memorias del ex rey, que, supongo, no serán para auto inculparse. También hay que pensar que estarán basadas en alguna medida en documentos celosamente conservados por él. No es dable pensar que hoy lo fíe todo a su memoria, como si tuviese la del joven teniente que tiempo ha fue, pero es posible que arrojen luz sobre los años anteriores y posteriores al franquismo, la transición y, chi lo sà?, el 23F. Tampoco dejará de ser interesante el origen, escasamente aclarado en términos documentales genuinos, de la gran fortuna acumulada por el ex monarca. Es seguro que no procede de su sueldo como jefe del Estado. Quizá haya tenido en cuenta lo que ocurrió a Alfonso XIII, expropiado por la República y co-financiador de la conspiración monárquico-militar-fascista que culminó en el 18 de Julio. A quien esto escribe, la conservación, supongo que por chiripa, de ciertos documentos de la Casa Civil de S. E. el Jefe del Estado le permitió arrojar luz sobre cómo Franco construyó durante y después de la guerra civil una gran fortuna. Es obvio que si se hubieran condenado a las llamas, ello no hubiera sido posible. Hay casos que apuntan en una dirección preocupante. Si los rumores que circularon en su momento son ciertos, parece ser que uno de los presidentes peor calificados en la percepción popular y, ciertamente, en mis recuerdos, antes de dejar paso en La Moncloa a su sucesor ordenó destruir los master drives de la Presidencia del Gobierno. La factura la dejó a su sucesor. A lo mejor es una leyenda malintencionada. O tal vez no. De seguro que todavía viven testigos y sufridores de aquella situación. Con todo, hay prisa en que la futura ley, cualesquiera que sea su contenido final tras el trámite parlamentario, se apruebe y entre en vigor lo más pronto posible. Un año me parece exagerado. Si, el Señor no lo quiera, al actual gobierno le sucede la derecha española, siempre tan patriótica, se corre el riesgo de que imponga peores condiciones para recuperar una historia que ha sido distorsionada. No en vano hemos oído y leído cómo durante años las derechas han lidiado con nuestra historia del tiempo presente y del tiempo pasado. En este último caso, hasta, por lo menos, la irrupción de los “moros”. Año 711, no lo olvidemos. Ahora temen que se repita, aunque de otra forma. PS: mis comentarios hechos en un artículo publicado en este periódico el 18 de julio pasado siguen siendo válidos.
eldiario
hace alrededor de 13 horas
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