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El Poder Cegador de Pedro Sánchez

El Poder Cegador de Pedro Sánchez
El rechazo sistemático a las políticas de Sánchez no puede entenderse sin considerar el componente emocional que lo impulsa. La derecha española ha construido una narrativa en la que Sánchez es presentado como un líder ilegítimo, ambicioso y dispuesto a cualquier pacto para mantenerse en el poder. Esta imagen, alimentada por años de campañas mediáticas y discursos incendiarios, en los que han abundado los insultos, ha calado profundamente en el electorado conservador Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España desde 2018, se ha convertido en una figura que despierta pasiones encontradas, pero ninguna tan visceral como el rechazo que genera en la derecha española. Este fenómeno, que trasciende la crítica política razonada, se ha transformado en una oposición instintiva, casi pavloviana, que parece responder más al odio personal que a discrepancias ideológicas fundamentadas. El “poder cegador” de Sánchez radica en su capacidad para lograr que cualquier propuesta suya, independientemente de su contenido, sea recibida con una negativa rotunda por parte de la derecha. Uno de los ejemplos más claros de esta oposición visceral se encuentra en la postura de Sánchez respecto al conflicto palestino-israelí. En 2024, cuando España anunció el reconocimiento oficial del Estado de Palestina, la derecha española, liderada por el Partido Popular (PP) y Vox, reaccionó con una furia que iba más allá de la geopolítica. Sánchez defendió esta decisión como un paso hacia la paz y la justicia, alineándose con principios de derecho internacional. Sin embargo, la derecha no solo criticó la medida, sino que la presentó como una traición a los intereses de España y una muestra de “antisemitismo”. Estas reacciones, amplificadas en redes sociales y medios afines, ignoraron el hecho de que el reconocimiento de Palestina es una postura compartida por numerosos países y respaldada por resoluciones de la ONU. La derecha no discutió los méritos de la propuesta, sino que se limitó a atacarla por provenir de Sánchez. La oposición visceral llevada al extremo ha situado al Partido Popular en fuera de juego respecto a sus propias posiciones históricas, como si el odio a Sánchez no solo les nublara la razón, sino también la memoria. Este caso ilustra cómo el rechazo no se basa en un análisis profundo, sino que forma parte de una posición preconcebida, donde el origen de la idea –Sánchez– es suficiente para descalificarla. Otro ejemplo significativo es la gestión de los fondos europeos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, destinados a paliar los efectos económicos de la pandemia. España, uno de los principales beneficiarios, recibió miles de millones de euros para impulsar la modernización de su economía. Sánchez presentó estos fondos como una oportunidad histórica para transformar sectores clave como la digitalización, la transición ecológica y la cohesión social. Sin embargo, la derecha, lejos de apoyar un proyecto de interés nacional, optó de nuevo por la crítica furibunda e irracional. El PP y Vox acusaron al gobierno de opacidad en la gestión, de favorecer a empresas afines y de usar los fondos para “comprar votos”. Aunque la Unión Europea haya elogiado repetidamente la ejecución española, que ha cumplido hitos y objetivos de manera efectiva, la derecha ha preferido centrarse en narrativas de descrédito. Este rechazo no solo ignora los beneficios concretos de los fondos –como la creación de empleo o la modernización de infraestructuras–, sino que también refleja una estrategia de oposición sistemática, donde cualquier logro de Sánchez es presentado como un fracaso o una maniobra política. La misma suerte corrió la denominada excepción ibérica que, en materia energética permitió a España aprovechar la singularidad de sus fuentes de energía renovables y amortiguar los efectos de la inflación. Feijóo se apresuró a denominarla “timo ibérico” quedando de nuevo en evidencia ante los buenos resultados que para nuestra economía tuvo la medida. Idéntica dinámica se observa en políticas sociales como la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) y la revalorización de las pensiones. Desde 2018, el gobierno de Sánchez ha incrementado el SMI de forma significativa, pasando de 735,90 euros en 2018 a 1.134 euros en 2024. Esta medida, que ha beneficiado a millones de trabajadores, fue duramente criticada por la derecha, que la calificó de “populista” y perjudicial para las empresas. A pesar de que estudios independientes, como los de la OCDE, muestran que el impacto negativo en el empleo ha sido nulo, el PP y Vox han mantenido su oposición, argumentando que la medida ahoga a las pymes. En cuanto a las pensiones, la decisión de vincular su revalorización al IPC para garantizar el poder adquisitivo de los jubilados ha sido otro punto de fricción. La derecha, que en su momento aplicó recortes y limitó las subidas al 0,25% durante la crisis inmobiliaria, ha acusado a Sánchez de irresponsabilidad fiscal. Sin embargo, esta medida cuenta con un amplio respaldo social y responde a una demanda histórica de los pensionistas. La oposición de PP y Vox no propone alternativas claras, sino que se centra en deslegitimar cualquier iniciativa asociada al gobierno socialista. El rechazo sistemático a las políticas de Sánchez no puede entenderse sin considerar el componente emocional que lo impulsa. La derecha española ha construido una narrativa en la que Sánchez es presentado como un líder ilegítimo, ambicioso y dispuesto a cualquier pacto –con independentistas, nacionalistas o la izquierda radical– para mantenerse en el poder. Esta imagen, alimentada por años de campañas mediáticas y discursos incendiarios, en los que han abundado los insultos, ha calado profundamente en el electorado conservador. En redes sociales, hashtags como #SánchezDimisión o #SánchezTraidor son habituales, y las críticas a menudo se centran más en su persona que en sus políticas. Este odio visceral tiene raíces complejas. Por un lado, Sánchez ha demostrado una resiliencia política que descoloca a sus adversarios. Su capacidad para imponerse con audacia, como en las primarias que le devolvieron a la secretaria general del PSOE, o la moción de censura de 2018, su resultado en las elecciones de 2023 cuando todo parecía jugar en su contra, o la indudable mano izquierda para entenderse con fuerzas políticas dispares, ha frustrado a una derecha que esperaba verle caer rápidamente. Esa oposición automática de la derecha a Sánchez tiene consecuencias graves para el debate político en España. En primer lugar, dificulta la construcción de consensos en temas de interés nacional, como la gestión de los fondos europeos o la política exterior y ahora en la cuestión de las consecuencias del cambio climático dónde la derecha no está dispuesta a acordar, aun siendo las administraciones que gobierna las principales beneficiarias de ese potencial acuerdo. En un contexto de creciente polarización global, esta dinámica debilita la cohesión social y refuerza la percepción de que la política es un juego de suma cero, donde el adversario debe ser destruido a toda costa. Además, este rechazo sistemático resta credibilidad a la propia derecha. No solo es imposible discernir si se observan sus reacciones cuáles son las decisiones acertadas y cuáles las equivocadas del Presidente, pues se oponen a todas. Al posicionarse en contra de medidas ampliamente aceptadas, como la subida del SMI o el reconocimiento de Palestina, el PP corre el riesgo de alienar a sectores moderados de su electorado. Su incapacidad para proponer alternativas sólidas o para reconocer los logros del gobierno refuerza la imagen de una oposición más reactiva que propositiva. El “poder cegador” de Pedro Sánchez no radica en su figura, sino en la reacción que genera. Paradójicamente, este fenómeno, lejos de debilitar al presidente, lo refuerza como eje central del debate político, pues son sus decisiones las que marcan la agenda política española. En un país que necesita consensos para enfrentar los retos del siglo XXI, la ceguera de la derecha ante Sánchez es, quizás, su mayor debilidad. Los aciertos de Sánchez, y son muchos, jamás son compartidos por quienes de antemano se sitúan enfrente. Sánchez siempre podrá decir que lo que logró, mucho o poco, lo hizo sin la más mínima contribución de la oposición.
eldiario
hace alrededor de 1 mes
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