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Eso de no posicionarse políticamente contra bombardear hospitales o colegios

Eso de no posicionarse políticamente contra bombardear hospitales o colegios
Vivimos en un mundo tan obscenamente polarizado que para muchas personas la compasión por la vida de niños inocentes sigue siendo un límite político. Quienes a estas alturas del conflicto en Gaza siguen amparados en la pretendida ignorancia de un lejanísimo asunto exterior no deberían de sentir otra cosa que una altísima vergüenza moral Vaya por delante que pretender que una cantante, un actor o cualquier personalidad pública sean altavoces de causas sociales no tiene ningún sentido porque los artistas no tienen por qué hacer una denuncia política constante. No es su trabajo ni su cometido. Pero es que con el drama de Gaza no estamos hablando de la crisis de los alquileres, del bono transporte o del asfaltado de una plaza, estamos hablando de un genocidio trasmitido en vivo y en directo, con imágenes y videos lacerantes a diario. Y decir que estás en contra de que 14.000 bebés puedan morir de hambre si continúa el bloqueo en el acceso de alimentos, por parte de Israel (según el último informe de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases, 470.000 personas en Gaza se encuentran en riesgo de hambre catastrófica), decir que es más evidente que nunca que Israel está utilizando el hambre -la forma de matar más barata, insidiosa y silenciosa- como arma contra los civiles, decir que la legítima defensa es desde hace tiempo un argumento del todo injustificable, no debería nunca de ser una posición política, si no humana.  La situación es tan tremenda y exige tanto ya de simple humanidad que incluso el presidente de los obispos, el arzobispo Luis Argüello, ha enmendado la postura exánime de algunos gobernantes, como la de Alberto Núñez-Feijóo que continúa inserto en un discurso tibio, es de suponer que por no desviarse ni un milímetro (aunque este sea humanitario) de su oposición antisanchista (ahora renombrada como antimafia). “Netanyahu no es un genocida, el pueblo israelí no es genocida. Este acoso y derribo a un pueblo merece un planteamiento objetivo y de equilibrio”, declaraba el lunes pasado el presidente del PP durante una entrevista en El Programa de Ana Rosa. El arzobispo Luis Argüello, sin embargo, publicaba este mensaje en sus redes sociales: “Gritemos alto y claro contra el drama humanitario que ocurre en Gaza por la acción del Gobierno de Israel. No cabe el silencio usando el argumento de que el Gobierno de España lo utiliza como escudo para ocultar otros problemas. Ese silencio utiliza la misma táctica encubridora”. Lo cierto es que ahora que la sangre palestina comienza a ser un poco menos barata a los ojos del mundo, ahora que los mismos gobiernos que predican sobre derechos humanos y democracia comienzan a palidecer un poco por su hipocresía, ahora, 19 meses después, quienes llevan meses guardando un pulcro silencio empiezan a posicionarse levemente contra Israel, igual no tanto por convicción, tal vez más por evitar cosméticamente futuros daños reputacionales. Lo han hecho recientemente gobiernos como el francés, el noruego e incluso el austriaco. O el Gobierno británico ha suspendido sus negociaciones para un acuerdo comercial. Pero todavía hay quienes evitan posicionarse, quienes lo hacen marcando una línea rojísima en la palabra “genocidio”, o quienes consideran que estar en contra de bombardear hospitales es una innecesaria posición política.  Vivimos en un mundo tan obscenamente polarizado que para muchas personas la compasión por la vida de niños inocentes sigue siendo un límite político. Quienes a estas alturas del conflicto en Gaza continúan en silencio (el silencio también es una posición política) o amparados en la pretendida ignorancia de un lejanísimo asunto de política exterior no deberían de sentir otra cosa que vergüenza, una altísima vergüenza moral.

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