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La mayor incógnita para la continuidad de la legislatura

La mayor incógnita para la continuidad de la legislatura
La apuesta de Podemos va a estar gravitando sobre la presente legislatura y va a marcar, en el sentido que sea, la próxima. Se ha puesto fin a la mayoría de investidura con base en los resultados de las elecciones de 2023 y se ha generado un nuevo escenario para las próximas elecciones generales La decisión de Podemos de renunciar a entrevistarse con el presidente del Gobierno con el argumento de que acudir a dicha reunión supondría contribuir al lavado de imagen de un partido “corrupto”, supone una ruptura definitiva en esta legislatura con la mayoría de investidura y una apuesta por concurrir en solitario a las próximas elecciones. En solitario o con partidos que acepten de manera inequívoca el programa electoral de Podemos y el candidato que Podemos proponga como presidente del Gobierno. La apuesta de Podemos recuerda la apuesta de IU presidida por Julio Anguita desde las elecciones municipales de 1991. En 1991 el impacto fue limitado, ya que IU se limitó a no apoyar las candidaturas del partido allí donde su apoyo no era necesario. Esa misma decisión de IU en 1995 sí tuvo un impacto enorme, ya que el concurso de IU era imprescindible en determinadas capitales de provincia para que hubiera una alcaldía de izquierda. El rendimiento para el PP de la decisión de IU fue considerable. Antonio Romero hubiera sido el alcalde de Málaga en lugar de Celia Villalobos. La apuesta de Julio Anguita descansaba en la convicción de que el desgaste del PSOE por la corrupción posibilitaba que se produjera el sorpasso por parte de IU en las próximas elecciones generales, previstas entonces para 1997, pero que se adelantaron a 1996 como consecuencia de la decisión de CiU de no seguir apoyando al PSOE. Julio Anguita llegó a articular dicha convicción con el “discurso de las dos orillas”, en una de las cuales estarían el PP y el PSOE y en la otra IU exclusivamente. La apuesta de Julio Anguita fue suicida. Consiguió debilitar al PSOE, que tuvo en 1996 el 37,63 % de los votos y 141 escaños, perdiendo 18 respecto de las elecciones de 1993, pero IU únicamente consiguió el 10,54 % de los votos y 21 escaños, sumando solamente tres a los que tuvo en 1993. No llegó a alcanzar ni siquiera los 23 escaños del PCE/PSUC en las elecciones de 1979. La deriva posterior de IU es sobradamente conocida. El “discurso de las dos orillas” fue muy útil para José María Aznar, pero ruinoso para la izquierda en general y para IU en particular. Ciertamente el bipartidismo de los años noventa del siglo pasado no es el de hoy. Los resultados de las elecciones europeas de mayo de 2014, que no coincidieron con las municipales y autonómicas de las Comunidades del artículo 143 de la Constitución, no pusieron fin por completo al bipartidismo, pero sí lo desencajaron de manera perceptible. Tanto que, ante la dirección que los resultados de dichas elecciones indicaban, se produjo la abdicación del Rey Juan Carlos I en su hijo Felipe VI. El bipartidismo no desapareció por completo, pero sí se resquebrajó. Antes de que dicho resquebrajamiento fuera a más, lo que iba a suceder en las elecciones generales del año siguiente, el 20 de diciembre de 2015, la Casa Real adelantó la sucesión de D. Juan Carlos I por su hijo Felipe VI. El bipartidismo, que había presidido el sistema político desde el momento inicial de “La Transición” hasta las elecciones generales de 2011, todavía tenía que prestar un último servicio: garantizar una abdicación sin sobresaltos. De ahí que se prolongara la ocupación de la Secretaría General del PSOE por Alfredo Pérez Rubalcaba, quien reprodujo literalmente en la ceremonia de abdicación el discurso de Luis Gómez Llorente en las Cortes Constituyentes de 1977-78. El PSOE, que era un partido republicano en sus estatutos, justificó en un discurso “accidentalista” su aceptación de la Monarquía en el momento constituyente, aceptación que fue confirmada en la ceremonia de la abdicación. Al “bautismo” dinástico de 1977, siguió la “confimación” de 2014. Para que no hubiera sorpresas es para lo que se prolongó la presencia en la Secretaría General del PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba. La abdicación de D. Juan Carlos I fue la señal de un cambio de ciclo. La señal se produjo con el resultado electoral de mayo de 2014. Pero la abdicación de D. Juan Carlos I fue lo que la hizo visible. Cambio de ciclo que no se ha producido solamente en España, sino en prácticamente todos los países continentales en la segunda década de este siglo como consecuencia de la crisis de 2006 desatada por la quiebra de Lehman Brothers. El sistema de partidos alemán y español son los que mejor han aguantado el cambio de ciclo. La sombra del bipartidismo sigue proyectándose en ambos. Pero cada vez con más debilidad. La CDU y el SPD ya no son lo que fueron, de la misma manera que tampoco lo son el PP y el PSOE. Es difícil imaginar un presidente del Gobierno que no pertenezca a uno de esos partidos en Alemania o en España en este momento. Pero no es descartable que pueda ocurrir en un futuro que no tiene por qué ser muy lejano. Quiero decir con ello que la reiteración de la apuesta la IU de Julio Anguita por el Podemos de Ione Belarra o de Irene Montero se produce en unas circunstancias muy distintas. Con Pablo Iglesias ya se produjo una aproximación notable de Podemos al PSOE. Esa aproximación no estuvo nunca al alcance de Julio Anguita. El sorpasso de este último fue un “espejismo”. El de Podemos de Pablo Iglesias no lo fue y el de Irene Montero no tiene por qué serlo, aunque tampoco parece que vaya a ser fácil que lo consiga. En todo caso, la apuesta de Podemos va a estar gravitando sobre la presente legislatura y va a marcar, en el sentido que sea, la próxima. Se ha puesto fin a la mayoría de investidura con base en los resultados de las elecciones de 2023 y se ha generado un nuevo escenario para las próximas elecciones generales. Podemos, y no Junts, ha pasado a ser la mayor incógnita para la continuidad de la legislatura. Una vez que calificas al partido de Gobierno de “corrupto” y dices expresamente que su presidente carece de legitimidad para dirigir un Gobierno de progreso, es imposible predecir en qué momento se puede poner punto final.
eldiario
hace alrededor de 9 horas
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