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Sánchez acorralado

Todo lo que Pedro Sánchez proponga que no sea dimitir y convocar elecciones es una burla a la democracia. Su trayectoria política comenzó con sospechas de fraude en las primarias de 2014, confirmadas tras los audios desvelados por la UCO. El modus operandi del presidente parece beber de ese pecado original en el que todo vale con tal de llegar primero y mantenerse después en el poder . Así que el resultado de su intervención tras cinco horas de reunión con la Ejecutiva de su partido no pudo ser más decepcionante ante la gravedad de lo que ha venido ocurriendo en Ferraz y en varios de los ministerios de su Gobierno. Si el jueves pasado se mostró muy abatido, ayer pasó al ataque y basó todo su discurso en que la corrupción del PP es peor. Hasta en una decena de ocasiones así lo hizo, lo que indica que se ve acorralado y fuera de toda realidad, como resume su frase «el PSOE está limpio» pese a que el informe de la UCO demuestra que no es en absoluto así. Su salvavidas es el miedo de la izquierda a un gobierno de la derecha y nada más, porque Sánchez sólo sabe hacer de Sánchez. La coartada del muro frente a la ultraderecha es el paupérrimo caudal que exhibe después de quedar desvelado como un político sin proyecto, sin palabra y con una moral cuanto menos laxa. Sabedor de los temores de los cargos socialistas a un cambio de Gobierno, salió de la Ejecutiva con una respuesta meramente cosmética: nombrar un equipo de fieles que asumirán la Secretaría de Organización hasta el próximo Comité Federal. La primera en la frente, porque una de las designadas, Ana María Fuentes, nombrada gerente por Cerdán, aparece en el informe de la UCO como recaudadora de «impuestos» para el partido. Puede que no sea ilegal lo que hiciera, pero suena mal y parece peor. Si así es como los socialistas entienden lo de responder con «contundencia», nada más hay que esperar. Lo de la segunda auditoría externa es casi un insulto a la inteligencia, sobre todo porque ayer la dócil Ejecutiva aprobó una primera que no ha detectado irregularidad alguna; como también supone una larga cambiada que proponga ahora una comisión del «llamado caso Koldo» en el Congreso, cuando el PSOE se ha dedicado a torpedear la que lleva meses funcionando en el Senado. Sánchez ha decidido por su cuenta que había un problema solo en la Secretaría de Organización con la misma patológica percepción de la realidad de quien toca la lira mientras arde Roma. Y confía en que los cargos y militantes del PSOE aplaudan su interpretación. Quizá lo hagan, por lo que aquellos que se rebelan por las trampas de su secretario general están llamados a decirlo públicamente y a ofrecer a los socialistas una alternativa que no sea el suicidio político o la dependencia de los nacionalistas. Porque esta es la disyuntiva que ofrece Sánchez: el suicidio o la sumisión del PSOE a cambio de dos años más en La Moncloa. Los socios nacionalistas y de extrema izquierda, por su parte, limitan sus críticas a pedir explicaciones, pero ninguno ha dado el paso de dignidad democrática de romper el vínculo con Sánchez y sentar al PSOE en el banquillo de las urnas. Del otro banquillo, el de los acusados, será la investigación judicial la que decida si lo habrá o no. Sánchez se está burlando de sus militantes, a los que engaña una y otra vez con un inexistente proyecto político, que no es más que el de su supervivencia. Si a este cuadro de menesterosidad política se añade que es la persona que designó a los dos últimos secretarios de Organización del PSOE, ungiéndolos con una confianza personal extrema, no hay proyecto político que pueda ofrecer a nadie. Tampoco respuestas.
abc.es
hace alrededor de 8 horas
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